Si la izquierda democrática del mundo quiere tomar clases de lo que no se debe hacer en política de Estado, por favor mire a España. La historia suele dar giros veleidosos. Y perfectos tipos anónimos, después de muertos, se alistaron al ejército de vacas sagradas. También a la inversa. Ilustres en vida, cuando Dios se los llevó, fueron despreciados.
Pero como quiera que se analice, José Luis Rodríguez Zapatero pasara a la historia política española como un apestado. Huyó por la puerta de la cocina en la noche del 20 noviembre cuando los números confirmaban la victoria anunciada con meses de antelación del líder del PP Mariano Rajoy.
Ni siquiera dio la cara. Le pasó la dinamita con la mecha encendida a ese suicida político llamado Alfredo Rubalcaba. Quien, quizás por soñador o cumplir la disciplina partidaria aceptó a convertirse en un monigote de tiro al blanco de su propio electorado que desertaba desilusionado de las filas socialistas.
Rubalcaba debió tirar la toalla. Por ética política o decoro. Si de veras quería redimir al PSOE tenía que tomar la cuchilla de la crítica en sus manos y hacer talco la pésima gestión del gobierno de Zapatero.
Fue más que un voto de castigo para el PSOE. También ha sido un mensaje válido que debiesen grabar con tinta imperecedera los políticos modernos. La mentira gubernamental en pos de comprar tiempo que lo sujete a una silla presidencial se paga con la defunción política.
Zapatero en su último mandato fue un irresponsable. Y un cobarde. Antepuso sus ambiciones de poder, a decir la verdad sobre la crisis económica a los españoles y aplicar los duros recortes con premura.
Jugó como si su gente fuese un fantoche en manos de un gigante. La historia final del ejecutivo español me recuerda la batalla de Waterloo. Cuentan los historiadores que un general indeciso y obediente fue incapaz, a pesar que la realidad del terreno a todas luces demostraba lo contrario, de contradecir a Napoleón. Acató sus órdenes y con ello la derrota.
De haber hecho lo contrario y mover las tropas de otra forma la historia de esa batalla, Napoleón, y por qué no Francia y Europa pudiesen estar escritas en otros términos. Por tanto, la desvergüenza política no solo es imputable a Zapatero. También a todo su equipo.
No sé si es exacto decir que el PP ganó la contienda por méritos propios o perdió el PSOE por burdos errores políticos. Si vemos los números, la cifra de votantes del PP creció en unos pocos miles.
El desastre se ubica entre aquellos que siempre apoyaron y confiaron en los socialistas ibéricos. 4,5 millones de electores dejaron de votar por el PSOE. Si Zapatero hubiese sido un líder de calibre y afrontado entero los vaivenes de la crisis, quizás la historia fuese diferente.
Un ejemplo lo tenemos en CiU. El partido catalán realizó una serie de recortes duros, necesarios e impopulares. Sin embargo este 20-N salió con la cabeza alta de las urnas.
Mariano Rajoy tiene una auténtica bomba de relojería en sus manos. El gallego y su equipo tendrán que hilar fino para superar la cruda crisis que va más allá de la economía y arremete contra el mal desempeño de los políticos, instituciones, democracia y la soberanía europea.
En cuanto a Cuba, siguen las malas noticas. En los cuarteles políticos y militares de la isla se sabe que se aproximan tiempos tensos en las relaciones bilaterales con España.
En cualquier tribuna internacional que se pare un representante del nuevo gobierno español, los funcionarios cubanos tendrán que oír con la cabeza gacha el repetido discurso de respeto por la democracia y derechos humanos.
América Latina está a la expectativa. Para muchos gobiernos de izquierda radical en la región. Cuba forma parte de su agenda. Ya España dejó atrás aquellos tiempos en que era el segundo inversor del continente. China le pasó a velocidad supersónica por su lado sacándole la lengua. Y Brasil va en camino.
Si Rajoy sale adelante y busca una salida a la crisis y atempera una política exterior objetiva y sin histerias será un gigante. José Luis Rodríguez, por su parte regresa a su cubil. Zapatero, a tu zapato.
Iván García
Foto: EFE. José Luis Rodríguez Zapatero durante el acto celebrado en julio de 2010 para conmemorar el décimo aniversario de su elección como secretario general del PSOE.
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