Los cambios que se quieren ver en la Cuba del porvenir llegarán del cielo. Caerán sobre el territorio nacional desde la lejanía. Y donde único se ven con claridad, hasta el momento, es en los tapetes de los sistemas adivinatorios que usan los políticos cuando anuncian como rutas confiables los mapas que han organizado a conveniencia.
Nada de lo que los expertos adelantan como posibles soluciones está cerca de la tierra, de los hombres y las mujeres de la calle. Ni una guardarraya para los grandes sectores de la sociedad que viven en la ruina y sin libertad. Ninguno de los remedios necesarios y de las esperanzas reforzadas por el optimismo de exportación vuelan a ras de los techos averiados y del imperio del marabú que tiene rodeada la palma real.
Los empresarios extranjeros a los que el Gobierno les debe dinero miran al cielo con una alegría irreprimible. Hace dos años que no pasan huracanes devastadores. Y, por lo tanto, las autoridades (que deben de ser previsoras) guardaron un cierto capital para enfrentar las eventuales catástrofes. Con esa moneda acumulada, opinan los inversores, ahora podrán aliviar sus deudas.
En las mismas nubes tienen la vista fija los funcionarios. Desde arriba descendió en un avión Christian Leffler, subdirector general para el Desarrollo de la Comisión Europea. Tiene una semana para informarse sobre las anunciadas reformas económicas y los avances en derechos humanos y volver con un informe especial para la señora Catherine Ashton. En medios diplomáticos se considera que la visita de Leffler y su libreta de notas puedan producir un nuevo acuerdo de colaboración entre Cuba y la Unión Europea.
En otro avión, rumbo a Pekín, viajó Ricardo Alarcón, el presidente de la Asamblea Nacional. En una visita oficial porque las relación entre los dos países «irradia vitalidad» y Cuba, ha dicho, está preparada para aprovechar la experiencia china en reforma y apertura.
Desde Madrid, Enrique Iglesias, el secretario general Iberoamericano considera que en la isla se produce ahora un proceso de «enormes cambios cuando uno los compara con el pasado». Saludó como un hecho positivo las excarcelaciones (deportaciones) de presos políticos.
En las alturas y en la distancia estas visiones son posibles. Allá adentro la realidad le da otra dimensión a los sueños. De los 75 disidentes arrestados en la Primavera Negra de 2003 quedan 11 en las celdas porque se han negado a salir de Cuba. Y en los planes económicos la gente de a pie aparece sólo en cifras, sin cara. Una sombra pegada a la tierra, como siempre.
Raúl Rivero