Entre las cientos de denuncias sobre las torturas físicas y psicológicas a las que fue sometido Orlando Zapata Tamayo, en todo el tiempo que permaneció en el infierno de las cárceles cubanas, y que estoy resumiendo y mecanografiando para la serie Sus últimos siete años hay una que merece destaque aparte.
El 23 de septiembre de 2008, la periodista independiente Caridad Caballero Batista, desde Holguín, reportaba para Payo Libre una información titulada «Militares torturan a prisionero de conciencia».
Su información tenía una fuente directa, la del propio Zapata, y fue conocida mediante una de esas llamadas reglamentarias que cuando los carceleros quieren, les permiten hacer a los prisioneros políticos.
Por vía telefónica, Orlando denunció que el 15 de septiembre, había sido violentamente arrastrado 110 metros, con los brazos esposados, por un grupo de oficiales dirigidos por Fernando y Oreldys Miraldea. Éste último, dijo Zapata, pronunció palabras obscenas, y él le respondió con consignas anticastristas.
«Por otra parte, Orlando Zapata Tamayo aprovechó la comunicación (telefónica) para enviarle un mensaje a todos los hermanos de la oposición, donde dice, que sus ideas serán firmes hasta la muerte, que pueden contar con él, que seguirá luchando desde las mazmorras castristas a nombre de Pedro Luis Boitel, la oposición interna, las Damas de Blanco, los hermanos del exilio, por José Martí y Félix Varela, y su consigna siempre será libertad y democracia para todos».
Ya Orlando no está. Pero ha quedado su ejemplo. Un mensaje, claro y directo. Por ello, pido a Guillermo Fariñas y a todos los prisioneros políticos y de conciencia cubanos que reconsideren y desistan de sus huelgas de hambre y ayunos prolongados.
Autodestruirse y morir, solo o en grupo, en mi modesta opinión, no es la mejor manera de luchar por un ideal. Orlando Zapata Tamayo lo hizo. Es de admirar y respetar. Pero con Pedro Luis Boitel y el propio Zapata, es suficiente para el presidio político cubano. Y para la disidencia es suficiente con Miguel Valdés Tamayo, quien no falleció por una huelga de hambre en 2007, si no por las precarias condiciones de salud en que se encontraba cuando lo excarcelaron, para que se muriera, como se murió, fuera de los barrotes.
Para lograr el camino hacia la libertad y la democracia en Cuba, no bastan todos los presos políticos, disidentes y exiliados, juntos y unidos. Eso será obra de un solo protagonista: el pueblo cubano.
Cuándo y cómo, el tiempo lo dirá.
Tania Quintero
Foto: Europa Press