El mundo es un balón de fútbol. Con el final de las ligas en el viejo continente a la gente en Cuba se le hace la boca agua. El 11 de junio empieza lo bueno. La Copa del Mundo en Sudáfrica.
Ya en las peñas deportivas hacen sus quinielas. Brasil, como casi siempre, sale con ventaja en las apuestas. Mauricio, 32 años, trabajador del hotel Saratoga, jugó 50 pesos convertibles a que la canarinha levanta la sexta copa.
“Si gana el once de Dunga me embalsillo 500 pesos convertibles. Un grupo de diez personas decidimos apostar por los equipos de nuestra preferencia. Yo sé que Brasil se va llevar el gato al agua”, señala optimista, mientras prepara un trago de Alexander en la barra del céntrico hotel habanero.
España y la Argentina del fantástico Lionel Messi son los otros dos pesos pesados que enamoran a la afición cubana.
La selección del bigotudo Vicente del Bosque, con su acertado juego de medio campo y el olfato depredador de goleadores como «El Niño» Torres, “El Guaje” Villa y Pedrito, el canario del Barça), tiene muchas papeletas para alzar el trofeo Jules Rimet de oro fundido.
Es el ahora o nunca para España. Jamás tuvo tanto chance de ser campeón del planeta. Pero Argentina es Argentina. Y cuando usted tiene un jugador sobrado de talento como Messi, no importa que el DT sea un tipo polémico, impresentable y patético como Diego Armando Maradona.
Italia y Alemania también tienen fans en la isla. Los azurri bajan la persiana como nadie. Su juego pendenciero y grosero no gana aplausos, pero son los actuales campeones y siempre son un rival de cuidado. Alemania es un once racional y eficiente, como todo producto Made in Germany.
Los germanos parecen robots. Sólo porque sudan, usted nota que son seres humanos. Corren para arriba y para abajo, ordenadamente, como si fuesen militares. Los centrales tienen un físico de NBA y los carrileros se gastan un palizón durante todo el partido. Ojo con los tanques alemanes.
La Francia de “Scarface” Ribery tiene hinchas en la isla, aunque no tantos. También lo tienen la naranja mecánica holandesa. A los tulipanes les sobra calidad, pero les falta esa pizca de suerte, mezclada con un buen par de cojones que al final es lo que otorga el triunfo.
En Cuba, a falta de buenos espectáculos deportivos, con ansias se espera la Copa. Por estos días de calor húmedo, los amantes del deporte no tienen nada que ver en la tele. Los locos del patio sueñan que algún día Cuba pueda estar presente en un Mundial. Será difícil.
El fútbol que se practica en el verde caimán es rácano y ramplón. Once tipos duros que intentan tocar un violín. Tienen pinta de luchadores. Son atletas que corren por toda la cancha sin orden ni concierto. Peleles que confundieron el oficio.
Habrá que esperar muchos años para ver a una selección nacional en un Mundial. Desde 1938 Cuba no participa. Entonces la solución de los apasionados por el deporte rey, es alistarse a cualquier equipo de los que tomarán parte en la Copa de Sudáfrica.
Los habaneros, huérfanos de buen fútbol, apuestan por el toque concreto y mágico de los verdiamarillos, la magia de la albiceleste o el juego convincente de la furia roja. Consideran que entre ellos tres está el campeón. No hay sitio para otros.
Iván García
Foto: Aris Gionis, Flickr