Donald Trump, el presidente de Estados Unidos, acaba de reunirse con Kim Jong-un, que no solo es el dueño y señor de la República Popular Demócratica de Corea, si no uno de los dictadores más sanguinarios del mundo.
Kim siguió los ejemplos de su abuelo Kim Il-Sung, y de su padre Kim Jong-il, una dinastía que ya lleva 70 años al frente de la nación más cerrada del planeta y que durante todo ese tiempo ha logrado la ‘proeza’ de convertir a su pueblo hambriento y oprimido en zombis, obligados a aplaudir al unísono, que tienen que inclinarse ante sus ‘líderes supremos’, que no pueden expresarse públicamente y ni siquiera disentir en privado.
A quienes no obedecen ciegamente, les esperan campos de trabajo forzados, torturas y la muerte. No una muerte cualquiera: pueden ser tirados a perros hambrientos, como hizo Kim Jong-un con un tío. O matarlo tapándole la boca y la nariz con un paño envenenado, como hizo con su hermano Kim Jong-nam en el aeropuerto de Malasia.
La única posibilidad que tienen los norcoreanos de salir de aquel infierno es escapándose a través de ríos y bosques o si tienen la suerte de viajar al exterior en una delegación de la tiranía Kim.
La disidencia en la isla y el exilio cubano, que en su mayoría se localiza en Estados Unidos, especialmente en la Florida, saben todo lo que en siete décadas ha ocurrido y sigue ocurriendo en Corea del Norte. Hace un año, en junio de 2017, Otto Warmbier, estudiante estadounidense de 22 años, fallecía en un hospital de Ohio tras un cautiverio en Corea del Norte, debido al grave daño neurológico que le produjeron las torturas a las que fue sometido..
Warmbier estuvo 17 meses encarcelado en Corea del Norte, luego de ser acusado de tratar de robar un cartel propagandístico en el hotel donde se hospedaba. Fue condenado a 15 años de trabajos forzados, al ser considerado culpable de «actos hostiles contra el Estado». El joven había sido detenido en enero de 2016 en el aeropuerto de Pyongyang despu’es de realizar un viaje de cinco días por el país, organizado por una agencia de viajes de China, donde se encontraba realizando un intercambio académico.
En los medios internacionales no he leído que Trump le recordara a Kim el caso de Otto Warmbier. Y ya que quiso ser tan ‘delicado y diplomático’ y no quiso mencionar las brutales violaciones de derechos humanos en Corea del Norte, lo menos que pudo hacer es pedirle a Kim que se disculpara por ese crimen, al tratarse de un ciudadano de esa América que para Trump es todopoderosa y está por encima de dios y del diablo.
Sobre el encuentro de Donald Trump con Kim Jong-un en Singapur, el pasado 12 de junio, los congresistas cubanoamericanos, el exilio duro miamense y el ala trumpista de la disidencia isleña han preferido hacerse los ‘suecos’. O los ‘chivos locos’, como se dice en Cuba.
Desde Miami, todos ellos se la pasan amenazando al régimen cubano, diciendo que van a enjuiciar a Raúl Castro por crímenes de lesa humanidad (que al lado de los cometidos por la dinastía Kim son ínfimos: comparada con Corea del Norte, Cuba es un paraíso caribeño), haciendo panfletos y declaraciones, llamando a la desobediencia civil y la rebeldía o a no votar en las elecciones para delegados al Poder Popular.
Quienes desde la llegada del millonario rubio de 72 años a la Casa Blanca ahora son más trumpistas que el propio Trump, son los mismos que se han dedicado a insultar al ex presidente Barack Obama, de 56 años, y tratado de borrar y echar por tierra su legado en Cuba. Pero la diferencia entre Obama y Trump no solamente radica en sus edades y los colores de sus pieles, si no por sus actuaciones y comportamientos políticos, sociales y humanos.
El martes 22 de marzo de 2016, Obama hizo en el Gran Teatro de La Habana un memorable discurso (https://obamawhitehouse.archives.gov/the-press-office/2016/03/22/discurso-del-presidente-obama-al-pueblo-cubano) dirigido al pueblo cubano, con Raúl Castro y la élite gobernante viéndolo y escuchándolo desde un palco. Ese día, Obama habló de democracia, de libertades, de valores.
Después, Obama se dirigió a la Embajada de Estados Unidos y se reunió con representantes de la disidencia (entre ellos Antonio Rodiles hoy un supertrumpista) y activistas de derechos humanos y del movimiento LGBT. En otra sala de la Embajada, su principal asesor, Ben Rhodes, intercambió con cuatro periodistas independientes: Yoani Sánchez, Ignacio González, Augusto César San Martín e Iván García.
Desde Miami fueron -y siguen siendo- innumerables las descalificaciones hacia Obama por haber reestablecido las relaciones diplomáticas y comerciales con el castrismo y haber viajado a La Habana y compartido con Raúl Castro, un dictador que a pesar de tener 87 años al lado de Kim Jong-un, de 34 años, es un niño de teta.
Después que Trump y Kim se dijeron oprobios vía Twitter, como a los dos son egocéntricos, les gusta el show, los flashes de las cámaras y acaparar titulares mundiales, se reunieron en Singapur, se dieron varios apretones de manos, se miraron y se sonrieron, como dos viejos enamorados: en el fondo, dada su forma autoritaria e intolerante de ser, Trump debe admirar a personajes como Kim, capaces de mantener bajo un puño de hierro a todo un pueblo durante siete décadas. Y hasta se invitaron a visitarse, uno a Washington, el otro a Pyongyang.
En un trabajo que hasta el momento de redactar esta nota no se había publicado, Iván García escribió:
«Corea del Norte es un Estado delincuencial. Diferentes ONGs le pidieron al presidente Trump que no olvidara recordarle al impresentable Kim Jong-un el tema de los derechos humanos. Pero hasta donde se sabe, no se lo recordó.
«Y es un dilema para la oposición en esas naciones. En el caso de Cuba, es sintomático que opositores consultados intentaron atenuar la estrategia de Trump con Corea del Norte como un mal menor y necesario.
«Entonces, ¿qué argumentos pueden sostenerse para no negociar tratados económicos con el neocastrismo? ¿Qué la dictadura castrista no tiene armas atómicas y la norcoreana sí? Porque si comparamos las dos dictaduras, la de 60 años de los Castro y la de 70 años de los Kim, la cubana es una aprendiz.
«Lo más preocupante, buscando opiniones de opositores para este trabajo, es el silencio y el temor a juzgar las decisiones de la Casa Blanca.
Nadie en la disidencia y el exilio cubano ha levantado la voz condenando las negociaciones de Washington con el Estado canalla de Corea del Norte».
Inexplicablemente, la disidencia y el exilio cubano han guardado silencio. Un silencio cómplice ante el reconocimiento público que un presidente de Estados Unidos acaba de hacer de un sanguinario dictador asiático.
Tania Quintero
Foto de AFP tomada de La Vanguardia.
Desde la pubertad he sido activista anticastrista. Pensé que contaba con cientos de amigos en el exilio. Después de mi frontal y absoluto rechazo a Trump y lo que representa he sido calumniada y amenazada. Para muchos me he vuelto comunista. No estuve de acuerdo con que Barack Obama reestableciera relaciones con los castristas a cambio de nada, pero estoy de acuerdo que BO es una persona decente, algo que no puedo decir sobre el mandatario actual debido a su comportamiento con las mujeres, sus tantas bancarrotas, su falta de ética professional, su vulgaridad y su incapacidad. No obstante los insultos repito firme y claramente que desprecio al Trompo y a sus apologistas.
Gracias Tania Quintero por el excelente texto.