Eso preocupa a más de uno en Cuba. Ya en algunas Mesas Redondas, programas de tertulias políticas de la televisión cubana donde todos los puntos de vistas son coincidentes, rebajan el discurso optimista.
Los medios oficiales decían en agosto que la ventaja de Chávez sobre Capriles superaba el 30%. En los noticieros cubanos se retransmitía al sonriente “camarada Chávez” con su boina roja vociferando que barrería a su adversario.
La estrategia de campaña del hombre fuerte de Caracas dejó mucho que desear. Detrás, según diversos analistas, se encuentra la maquinaria política cubana.
En asuntos de elecciones democráticas Cuba poco puede enseñar a sus aliados en América. Los Castro siempre han gobernado a placer. Sin oposición legal. Y reprimiendo a los disidentes.
Usar como arma la difamación y el ninguneo en una nación como Venezuela, que a pesar de la corrupción política de antaño y la violencia criminal vive en un relativo clima democrático, ha sido un error cardinal del equipo chavista.
Hugo Chávez ni siquiera ha querido tener un debate televisivo con su contrincante. Todo han sido ofensas. Esa táctica ha puesto al descubierto su intolerancia y soberbia.
Debiera haber tomado nota de cómo hacer una campaña electoral, sumando y no dividiendo al país, de su colega brasileño Lula Da Silva. Al lógico desgaste, tras 14 años en el poder, se suma la espantosa violencia criminal de Venezuela, donde 150 mil personas han sido asesinadas en ese período.
Los muertos venezolanos doblan a los fallecidos en México por la guerra de los carteles de narcotráfico y bandas paramilitares. Más que un país, es un matadero. Ya la gente pobre de los cerros de Caracas no se fía de Hugo Chávez. Crece la corrupción y el clientelismo político. Suben los precios de alimentos esenciales. Y la pobreza sigue con guarismos por los cielos.
El venezolano de a pie puede que tenga un consultorio médico en la esquina de su casa, pero considera inadmisible el costo exagerado que debe pagar por ello. El pariente pobre del Caribe le cuesta a Venezuela miles de millones de dólares anuales. Chávez cambia más de 100 mil barriles diario de petróleo, vendidos al régimen de Castro a precio de saldo, con personal de salud y asesoramiento técnico.
Incluso, en el último trimestre, el gobierno de Miraflores tuvo que desembolsar dinero extra para saldar sus cuentas con la isla. En el año 2000, Chávez y Fidel Castro firmaron un Acuerdo Integral de Cooperación, en el cual Cuba se comprometía a enviar 30 mil médicos y entrenadores deportivos. A cambio, PDVSA efectuaría envíos regulares de 53 mil barriles diarios. Según expertos, esa cifra se ha duplicado. Ese petróleo es fundamental para el gobierno del General Raúl Castro.
Abocado a una tímida reforma que incluye inversiones por 900 millones de dólares en el desarrollo del Puerto del Mariel, construcción de instalaciones para el turismo internacional, y una ampliación del trabajo por cuenta propia, ha provocado que se dispare el consumo energético.
Desesperadamente, en pos de lograr independencia energética, Castro II ha jugado fuerte en la prospección petrolera en aguas jurisdiccionales. Pero hasta ahora no ha brotado petróleo. Por tanto, las elecciones del 7-O son prioridad número uno para el régimen de Castro. De caer Chávez, provocaría un tsunami en la frágil economía interna.
Cuba nunca ha podido sostenerse por sí sola. Cuando en 1991 se desplomó su patrocinador soviético, la isla entró en una era de penumbras y miserias. Apagones de hasta 16 horas diarias. Y miles de personas aquejadas por enfermedades crónicas debido a la insuficiencia alimentaria. Desapareció el transporte de motor y se sustituyeron los tractores por bueyes, caballos y burros de carga. En la gaveta del comandante único descansaba un plan, la Opción Cero, donde el ejército se encargaría de repartir raciones de alimentos por los barrios.
Esa etapa, que no ha desaparecido del todo, oficialmente se le llama Período Especial. Y ha sido como una guerra sin bombardeos. Si no se llegó al caos fue por la llegada al poder en Venezuela de Hugo Chávez Frías. Un auténtico santo para el altar castrista. Catorce años después, Fidel Castro desvaría, entre incendiarias declaraciones y una salud desgastada.
Su hermano Raúl, elegido a dedo, no ha podido enderezar el rumbo de la raquítica economía cubana. Necesita más que nunca los recursos morochos. Cuba hará todo lo que esté a su alcance para que Hugo Chávez se mantenga en el poder. Si no hasta el 2030, como es el deseo del bolivariano, al menos otra legislatura de seis años.
Para intentar afincarlo en la silla presidencial, el régimen de La Habana asesora militarmente y en tácticas de propaganda sucia a Venezuela. Quizás, si en algo discrepa la autocracia criolla de su “hermano venezolano”, es en la testarudez de confiar en los mecanismos de las democracias representativas occidentales.
A principios de los años 90, Fidel Castro a su aliado nicaragüense Daniel Ortega, le sopló al oído un buen consejo: no se hacen elecciones para perder. Los Castro suponen que Hugo Chávez haya tomado nota. Si no, por si acaso, cruzan los dedos.
Iván García
Foto: AP, tomada de ABC News.