La crisis mística que ha invadido la vida espiritual de los dirigentes del partido comunista de Cuba y el fervor oficial que estremece al país ante la visita del Papa Benedicto XVI reafirma este dictado de la experiencia de medio siglo de totalitarismo: todo lo que primero se prohíbe, acaba siendo obligatorio después.
Ahí están, como ejemplo, la censura de las canciones de la nueva trova que, sin embargo, se convirtieron más tarde en la banda sonora del socialismo real; o el asunto de la persecución por la tenencia de dólares, imprescindibles hoy para sobrevivir en la isla.
De la devastación inicial de la Iglesia católica, la expulsión masiva de sacerdotes y monjas, la intervención de sus escuelas y las campañas en contra de las ideas religiosas (el opio de los pueblos) se pasa de rondón al tiempo de la aceptación en los panfletos gubernamentales en los que se verifican con solvencia las noticias sobre la aparición de la Virgen de la Caridad del Cobre en la bahía de Nipe, hace nada menos que 400 años.
Hay anuncios en la televisión estatal, pancartas en las calles, discursos y recados con la orientación de que la gente vaya a recibir al líder de la Iglesia, asista con alegría a las misas programadas y celebre el aniversario de la presencia de la madre espiritual de los cubanos, Cachita para los íntimos y Oshún en el panteón yoruba.
La jerarquía de la Iglesia también convoca a los fieles católicos (un 10% de la población) a recibir al Sumo Pontífice con jornadas de oración, misericordia y ayunos. Se confía en la buena voluntad de los feligreses para las sesiones de las plegarias y la compasión. Las del ayuno están garantizada por el Estado que, por estas fechas, conmemora los 50 años de la libreta de racionamiento.
Los peregrinos de la región oriental de la isla ya han comenzado a inscribirse disciplinadamente con su nombre y el número del carné de identidad en las listas para asistir a misa. Son las Damas de Blanco y los activistas de la oposición pacífica quienes viven acosados y perseguidos por la policía para impedirles que se acerquen al visitante, tanto en Santiago de Cuba como en La Habana.
Ellos no aspiran a un milagro. Quieren que el Papa escuche la voz de la Cuba pobre y cautiva. Piden un minuto para decir la palabra libertad frente al mensajero de Dios.
Raúl Rivero
Foto: EFE. Tomada de Terra Noticias.