Pasada las once de la noche, la Avenida Acosta, en la barriada de La Víbora, al sur de La Habana, está desierta. Los dueños de pizzerías y cafeterías cierran sus negocios por la ausencia de clientes y el temor a la violencia que se ha destapado en la ciudad.
Hace ocho años, a raíz del restablecimiento de relaciones con Estados Unidos, proliferaban los negocios particulares en la zona. En una franja de un kilómetros y medio, desde Acosta y Porvenir hasta Mayía Rodríguez, funcionaban once paladares, más de veinte pequeñas cafeterías de entrepanes y comida criolla, ocho pizzerías, puestos de ventas de helados, panes, confituras y kioscos de toldos brillantes que ofertaban pollo frito acompañado de papas o boniato a la juliana.
A pesar de estar alejado del Vedado y el centro de la capital, había mucha movida nocturna en La Víbora. Era habitual encontrar bares privados a tope por la madrugada. Pero la estrategia de Obama de negociar con la dictadura caribeña e impulsar los contactos con emprendedores privados intimidó al régimen cubano. El régimen deseaba, y desea, negocios con los ‘yanquis’, pero con empresas estatales o militares y controlando cada detalle de las tímidas reformas económicas.
Los Castro, quienes gobiernan la Isla hace 64 años, se sintieron amenazados y tiraron del freno de mano. Con la muerte de Fidel y la presunta jubilación política de su hermano Raúl, llegó al poder una camada de dóciles y mediocres funcionarios del partido comunista educados en cumplir las órdenes de sus superiores.
En Cuba, todas las decisiones de Estado las tomaban los Castro, ya fuera para aprobar el presupuesto nacional, planificar una zafra azucarera o cualquier estrategia de política exterior. Y de su séquito de confianza, solamente Ramiro Valdés, Machado Ventura y el ex guerrillero Guillermo García que sin ocupar ningún cargo tiene más poder real que un ministro, cuentan con cierta autonomía.
El resto de los dirigentes han sido meras marionetas que Fidel Castro siempre premió más por su lealtad que por su talento. Cuando llegó Miguel Díaz-Canel al poder, elegido a dedo por Raúl, ya el espejismo de apertura había sufrido un retroceso. La dictadura había machado con absurdas normas legales y elevados impuestos a los emprendedores privados. Los negocios, sobre todo aquellos ubicados lejos de las rutas turísticas habaneras o fuera de la capital, comenzaron a menguar.
Después, el presidente Donald Trump aplicaría más de 240 medidas que afectaron a GAESA, un holding de empresas militares que es un poder paralelo en la Isla y controla el 95% de las divisas que entran al país. El agravamiento de la crisis sistémica y la llegada del Covid-19 fue una tormenta perfecta. Todos los rubros productivos del país cayeron en picada.
La incompetencia del gobierno de Díaz-Canel quedó en evidencia ante el pueblo. La estrategia para enfrentar la pandemia fue desastrosa. La cifra real de fallecido, según expertos, superó los 55 mil. Las medidas para intentar frenar la imparable inflación y bestial crisis económica han sido fallidas. Cuba es un velero a la deriva sin piloto. Va hacía donde lo mueva el viento.
La Tarea Ordenamiento, para fortalecer la moneda nacional y supuestamente mejorar los deprimidos salarios estatales, fue un sonado fracaso. Los servicios básicos apenas funcionan. Comer arroz, frijoles negros y un bisté de cerdo se ha convertido en un lujo para el 75 por ciento de la población. Siete de cada diez cubanos desayuna un buche de café ligado con chícharos y hace una comida al día.
Si hace dos años, al comenzar la Tarea Ordenamiento, un cirujano de nivel, como Rogelio, 55 años, devengaba un salario de 6 mil pesos, equivalente entonces a 250 dólares, ahora ese sueldo representa 27 dólares en el canje en el mercado informal.
“El poder adquisitivo de mi salario se ha devaluado en 223 dólares. Y el precio del transporte y los alimentos se han multiplicado entre cinco y diez veces. En 2021, una libra de frijol negro costaba 40 pesos, ahora ronda los 300 pesos. El arroz valía 20 pesos la libra, actualmente 200 pesos. Un cartón de huevos se conseguía en 400 pesos, en estos momentos no baja de 1,800 pesos. Y la carne de cerdo de 60 pesos la libra, subió a 450 o 500 pesos la libra. Es un drama comer. Por muchas cuentas que saques el dinero no alcanza. Demasiado buenos somos los cubanos, que no hacemos una huelga general hasta que esos ineptos renuncien o se larguen del país. En esta vida miserable que llevamos pedirle a la gente más sacrificios es una falta de respeto. Encima, soportar que un funcionario como Jorge Luis Tapia, con modales de matón presidiario, diga quienes quieran comer pescado hagan un estanque y críen peces. Sin palabras. El gobierno se burla del pueblo”, opina el cirujano.
Luego de recorrer una feria agropecuaria estatal en la Plaza Roja de La Víbora y ver los precios, Cristina, jubilada, comenta: “Una ristra de ajos cuesta mil pesos, una ristra de cebolla mil trescientos y un aguacate verde y pequeño 90 pesos. El gobierno quiere meter presos a los particulares por precios excesivos, cuando los primeros que ponen precios abusivos son ellos. ¿Con 1,500 mil pesos puede vivir un jubilado?”.
Sergio, dueño de una MIPYME, considera que “los ataques del gobierno a los negocios privados, queriéndolos culpar de la inflación y altos precios, es una historia que se repite. Culpar a los emprendedores por el desastre que el Estado no ha sabido gestionar en 64 años es de un gran cinismo. Gracias a las MIPYMES un segmento de la población puede comprar cosas que hace años el comercio estatal no vende».
Los precios son caros, pero más baratos que en las tiendas MLC reconoce Sergio y confiesa: «Yo no tengo la culpa que el Estado pague salarios de miseria. Algunos diputados hablaron de decomisar o cerrar negocios que no bajen los precios. El descaro de esta gente (el régimen) no tiene nombre. Nos quieren acusar de ilegalidad por comprar dólares en el mercado informal. Si no lo hacemos ¿cómo se reaprovisionan los negocios? En cualquier otro país el banco te vende divisas. En Cuba todo es a pulmón. No han pasado dos años de las primeras MIPYMES y ya nos quieren meter miedo. Pero con las que son gestionadas por parientes de funcionarios del partido o militares retirados no se meten”.
Un taxista privado piensa que esa actitud era esperada, porque «es un gobierno que no tiene un ápice de autocritica, que jamás ha pedido una disculpa pública a los que un día llamaron ‘gusanos’ ni a los homosexuales que metieron presos. El desastre económico lo han provocado ellos. Siempre es más fácil descargar la culpa en otros”.
A Yoan, 26 años, le da igual lo que diga Jorge Luis Tapia o Esteban Lazo. «En Cuba los dirigentes siempre han despreciado a la población y por eso no se siente representada por esos diputados pendejos que no dicen la verdad. Ese parlamento es una opereta. La gente aquí está pa’buscarse cuatro pesos pa’ comer o cuadrar un parole pa’ la yuma. El partido comunista debería ser prohibido, como hicieron con el nazismo”.
La insolente propaganda del régimen, el método de gobernar a golpe de ucases y no escuchar al pueblo, ha generado una profunda antipatía hacia las instituciones del Estado por parte de un segmento amplio de cubanos. Esa frustración ciudadana puede estallar en cualquier momento.
Iván García
Foto: Campesinos tratan de coger peces en las aguas de un sembrado de arroz en Pinar del Río. Tomada de Martí Noticias.