Quizás le sorprendió que en el voto popular Chávez también saliera derrotado. En La Habana se prendieron las alarmas. El incontenible Papá Noel sudamericano es una baza muy valiosa en la estrategia política cubana. Es su hombre fuerte.
Y sostén fundamental de una economía que hace agua por todas partes. El frenético Hugo Chávez nos oferta a precio de saldo el petróleo necesario para que la isla no viva en la era de las penumbras.
Por eso los jerarcas lo miman a pesar de las chorradas e incontinencias verbales. Puede que su mentor político, Fidel Castro, esté molesto con esa manía del autócrata de Caracas de celebrar elecciones a la primera de cambio.
Ya se sabe que Castro no cree en ese vicio dañino de las democracias, de hacer plebiscito. Y mucho menos hacer un referéndum para perder. Los tipos duros de corta y clava como el mítico barbudo, sólo hacen elecciones si saben con certeza que obtendrán más de un 95% de los votos.
Esa rara costumbre del caudillo morocho de probar su fortuna en las urnas, es algo que tiene en ascuas a los gobernantes isleños. Se conoce que el derrumbe de la URSS provocó que Cuba entrara de golpe y sin previo aviso en una crisis estacionaria que dura ya 21 años y que en sus peores momentos nos llevó al umbral de la época de las cavernas.
Castro sabe que el gobierno cubano no se puede permitir otro retroceso violento, con penurias por arrobas y apagones de 14 horas. Podría ser el fin de su revolución. Y ya los asesores abren sus carpetas con los planes de contingencia, en caso de que Chávez pueda perder el poder en 2013.
Para dejar de ser los mendigos del Caribe, viviendo a costa de los recursos de otro país, urge revitalizar la precaria economía interna. Es la hora de los fans al modelo chino. Deben estar que se salen.
Consideran que es el momento de acelerar las reformas y aperturas económicas. La tarea es de titanes. Y el tiempo es corto. El comandante de rojo podría perder el cargo dentro de tres años.Tampoco hay muchas opciones a la mano. La más viable es apostar por la economía de mercado y detentar el poder político con mano firme, como China.
Jugar a dos bandos. Capitalismo para afuera y socialismo para adentro. Claro, se necesita mejorar las relaciones con Estados Unidos y que Obama levante el embargo.
Los sesudos hacen sus cálculos. Vendrían las maquiladoras por montones y los cientos de miles personas sin trabajo, laborarían por un jornal de miseria. Como en el gigante asiático, Cuba puede ofrecer una mano de obra barata, dócil y con un sindicato que no los azuze a protestar ni hacer huelgas.
En ese modelo de economía con lo peor del capitalismo salvaje, puede que los fans olviden un detalle. Cuba no es China. No tiene un mercado de mil millones de personas y los cubanos no trabajan como esclavos.
Sea lo que sea, algo habrá que hacer para sacar del marasmo a la débil economía local. Chávez no es una garantía. Quizás sea el momento de acelerar los cambios. También se sabría si las políticas de los hermanos Castro es concertada o existen diferencias.
Si continúa el inmovilismo, se pondría en riesgo la continuidad en el poder. Y ése es un aliciente poderoso para apurar las reformas.
Iván García