Supongamos que una mañana usted sale a recorrer el municipio Diez de Octubre, al sur de La Habana, el de mayor población en la capital, con 227 mil 293 habitantes, y descubre que está desierto.
La populosa calzada sin transeúntes, mercados sin colas ni dependientes, timbiriches y negocios gastronómicos estatales o privados despoblados y vacías las numersas escuelas de la zona.
Suena a ciencia ficción que una demarcación de más de 12 mil hectáreas, con nueve consejos populares (Víbora, Santos Suárez, Lawton, Luyanó, Vista Alegre, Jesús del Monte, Acosta, Sevillano y Tamarindo), sus habitantes hubieran decidido abandonarla en masa.
Un dato para que el lector pueda comparar. En los últimos catorce meses, desde el uno de octubre de 2021 al 30 de noviembre de 2022, 290.338 cubanos entraron a territorio estadounidense por las fronteras terrestres, según reportes de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos.
Esa cifra representa un récord absoluto comparado con las estampidas de Camarioca (1965, 3 mil personas); Mariel (1980 , 125 mil) o la del verano de 1994: 30 mil cubanos se echaron al mar en precarias embarcaciones, huyendo de la miseria socializada y la ausencia de libertades políticas.
Si a esos más de 290 mil se suman las 23 mil visas por reunificación familiar que otorgó el año pasado el gobierno de Estados Unidos, el número de compatriotas que abandonó el manicomio castrista superó las 313 mil personas.
Es como si un día cualquiera amanecieran desiertos los municipios habaneros de Diez de Octubre (más de 227 mil habitantes), Regla (cerca de 45 mil) y un tercio de los 160 mil residentes en El Cotorro, hubieran hecho las maletas y se hubieran ido del país.
Un auténtico drama humano. Una tragedia demográfica. Ese éxodo bestial deja en evidencia el desguace y la torpeza del sistema fundado por Fidel Castro para administrar el país. La indetenible ola migratoria comenzó en 2015, luego se redujo en los dos años de la pandemia.
Pero en noviembre de 2021, el mandatario Miguel Díaz-Canel, elegido a dedo por Raúl Castro, diseñó la operación de estampida junto con el dictador nicaragüense Daniel Ortega, en un intento por apaciguar el descontento social en la Isla. Managua autorizó a los cubanos a viajar sin visa. Fue una jugada cantada. Al abrirse la talanquera, miles de cubanos vendieron sus propiedades para huir de la pobreza, el galimatías ideológico y la falta de futuro.
Carlos, sociólogo, considera que el actual éxodo fue planificado por las autoridades. “La emigración ha sido un arma utilizada por las autoridades cubanas con dos objetivos: soltar lastre y a su vez crearle problemas logísticos al gobierno de Estados Unidos, sobre todo en la Florida, con la llegada desordenada de miles de cubanos. Cuando la Operación Peter Pan (1960 a 1962), en Camarioca (1965) y hasta la década de 1970, el régimen argumentabla que la emigración estaba compuesta por burgueses y ex batistianos. Razonaba Fidel Castro que los obreros, campesinos e intelectuales formados por la revolución apoyaban el socialismo criollo”.
“El éxodo por el puerto del Mariel en 1980 fue un torpedo directo a la línea de flotación de esa narrativa. Gente de a pie comenzó a saltar la cerca. A Fidel le sorprendió esa fuga. Nunca pensó que más de 100 mil cubanos se marcharían del supuesto paraíso del proletariado. Intentó revertir la derrota tildando de delincuentes y escorias a todos los que escapaban. El gobierno forzó a presos peligrosos y dementes a abandonar el país. Los métodos utilizados por las autoridades para humillar a los inmigrantes fueron de corte fascista. Antes del Mariel, se les obligaba a trabajar treinta o cuarenta días en la agricultura hasta que se les concediera el permiso de viaje”.
“En 1980, por vez primera, se efectuaron actos de repudio. Un pelotón de fusilamiento verbal no solo insultaba a los que decidían emigrar, también los golpeaban, apedreaban o ponían carteles denigrantes en las fachadas de sus casas. El régimen siempre consideró ‘contrarrevolucionarios’ a quienes abandonaban el país. Incluso le colocaban las siglas CR en el expediente migratorio. Nunca ha habido una disculpa por esa nefasta actitud de las autoridades. Sin embargo, ahora la emigración es un negocio que le reporta divisas al Estado”.
“En un país con un elevadísimo índice de envejecimiento poblacional y baja fecundidad, la emigración de un 3 por ciento de la población, mayoritariamente jóvenes y profesionales, es una bomba de tiempo para la nación. La medida puede funcionar a corto plazo para contener las protestas ciudadanas y el descontento social. Pero a mediano plazo los daños antropológicos serán irreversibles. Cuba decrece desde hace varios años”, concluye el sociólogo habanero.
Si la emigración mantuviera el ritmo actual en la próximma década, más de 3 millones de cubanos habrían abandonado la Isla. Una catástrofe.
Gustavo, profesor de economía jubilado, opina que esa sangría migratoria “va generar desequilibrios significativos en las estructuras productivas y el presupuesto nacional. En un país envejecido y con rubros económicos en números rojos será insostenible costear la asistencia social y el déficit de mano de obra en la agricultura, construcción y los servicios será alarmante. También en los profesionales, deportistas de alto rendimiento y el sector de la cultura. Ya se está viendo. En 2021 la mitad de un equipo de béisbol desertó en México. Varios campeones olímpicos y mundiales han emigrado y el éxodo es igualmente notable entre artistas, escritores, periodistas, médicos, profesores, técnicos… Se están yendo los más talentosos. Lo que va quedando en Cuba es el menudo, el fondo del saco”.
Para el economista, esta oleada migratoria es diferente a las anteriores. “Hasta 1994, cuando el gobierno autorizaba el éxodo, los que se marchaban no tenían que hacer grandes gastos. En el Mariel convoyaban los que querían marcharse con cubanos radicados en Estados Unidos que venían en lanchas a recoger a sus parientes o amigos. No tuvieron que gastar dinero. Los gastos de los balseros para armar un bote con motor, suelen ser colectivos. En la estampida actual, cada ciudadano que abandona el país dispone, como minimo, de 8 a 10 mil dólares. Queman las naves. Venden sus casas y sus pertenencias de valor”.
Saquemos cuenta. Si multiplicamos 310 mil emigrados por 9 mil dólares que como promedio llevan consigo, la cifra sería 2.790.000.000 millones de dólares. Más del doble de las exportaciones del régimen en 2021, valoradas en 1.308,9 millones de euros. Del 2016 con exportaciones de 2.093,2 millones de euros, al 2019, antes de la pandemia, que cayó al 1.841,9 millones de euros. el gasto de los emigrados cubanos para llegar a la frontera sur de Estados Unidos superó con creces la exportación nacional.
Solo las remesas, en el orden de los 3 mil millones de dólares, y la venta de servicios médicos que ronda los 4 mil millones de dólares, gracias a que el régimen se apropia del 70 por ciento de esos salarios, superan los gastos de la actual oleada migratoria.
Es probable que en 2023 se instaure un nuevo récord. Algunos en la Isla consideran que si se permitiera emigrar de forma legal y ordenada más de 4 millones de cubanos emigrarían, alrededor del 40 por ciento de la población. Y es que a falta de elecciones democráticas, la gente en Cuba vota marchándose.
Iván García
Foto: El 6 de enero de 2023, después de cruzar la frontera de México, el cubano Mario Pérez y su esposa esperaban ser procesados para solicitar asilo cerca de Yuma, Arizona, Estados Unidos. Tomada de Radio Televisión Martí