“Yo pude ser una de las víctimas de Bécquer”, cuenta por WhatsApp a Diario Las Américas una joven que llamaremos Laritza. “Fue una tarde de abril de 2011. Al concluir mis clases en la Universidad de La Habana fui con unas amigas a beber unas copas en un bar en la Calle G (Avenida de los Presidentes), que hace esquina con la Calle 23, donde los precios eran relativamente baratos”.
“En un ranchón cerca del bar había un concierto de trovadores. El ambiente era tranquilo y decidimos quedarnos. Después del concierto estuvimos compartiendo con algunos trovadores, entre ellos Fernando Bécquer. Cuando iba para mi casa, el tipo me quiso acompañar hasta Línea, donde debía coger una guagua, la ruta 37, hasta mi casa”.
“Después del recital, todo el tiempo, se la pasó hablando de santería, pues observó que tenía puesto un collar de Orula. En esa época estudiaba segundo año de Filosofía y acababa de cumplir 20 años. Cuando íbamos a cruzar por la Calle 17 me dice que él vivía cerca y me invita a tomarme un trago. Era muy joven, pero no ingenua. Las mujeres tenemos un sexto sentido para detectar el peligro. Noté algo raro en Bécquer. Era un hombre que pasaba de los 40, bastante desaliñado y poco agraciado. Percibí que quería ligar conmigo. Intentó convencerme con el cuento barato de que veía en mí no sé cuantas cosas extrañas y debía hacerme una limpieza”.
“Le dije que no insistiera, que iba para mi casa. Intentó tomarme las manos como si quisiera adivinar mi futuro y formé una pataleta. Solté la chancleta. Le dije baboso y acosador. El tipo se asustó y me dejo ir. ‘Chusma, eres una chusma’ recuerdo que me dijo antes de irme. Años después supe por varias amigas que el hombre se dedicaba a engañar a jóvenes con el pretexto de la religión para luego masturbarse o violarlas. Es increíble la desprotección que tenemos las mujeres en Cuba. Hasta que apareció ese artículo en El Estornudo, nadie lo había denunciado a la policía. Hasta sus amigos trovadores sabían que Bécquer era un pervertido sexual”, afirma Laritza.
La acusación pública se inició con el reportaje Cinco denuncias de abusos sexuales contra Fernando Bécquer, publicado el 8 de diciembre de 2021 en El Estornudo por el periodista independiente Mario Luis Reyes. Posteriormente sería denunciado por más de treinta mujeres, entre ellas la escritora cubana Elaine Vilar Madruga y algunas extranjeras.
Aunque Bécquer fue instruido de cargos y llevado a juicio por haber abusado de al menos seis mujeres, el proceso, según un ex instructor del DTI, “ha sido una puesta en escena para tranquilizar a la opinión pública y las redes sociales, pues el caso había alarmado incluso a instituciones gubernamentales”.
El ex instructor asevera que existe un doble rasero en la justicia cubana. “No importa que los delitos sean corrupción, de cuello blanco o acoso sexual. Si el acusado tiene una trayectoria revolucionaria y tiene ‘padrinos’ dentro del sistema, la sanción es mínima. Y en caso de ser sancionados suelen cumplir un tercio o menos de la misma con beneficios que no le corresponden a otros procesados por igual delito. Los sancionados con nexos en el gobierno, si el delito no es político, suelen cumplir sus sanciones en el domicilio o en cárceles especiales. Fernando Bécquer es de esos casos. Su sanción es leve porque es un pervertido sexual revolucionario”.
Las leyes en la Isla están inclinadas descaradamente a favor de quienes, por oportunismo, simulación, lealtad o parentesco familiar apoyan al régimen. Las protestas del 11J fueron un buen ejemplo. Como denunció Diario de Cuba, el policía que ultimó a balazos por la espalda a Diubis Laurencio Tejeda en la barriada de La Güinera, municipio Arroyo Naranjo, al sur de La Habana, ni siquiera ha sido sancionado y fue reubicado como jefe de sector en la localidad de Mantilla, en el mismo municipio.
Los que participaron en las marchas del 11J y tenían parentesco con miembros del partido comunista y oficiales de la FAR o el MININT, en la mayoría de los casos ni siquiera fueron procesados o recibieron una sanción benévola sin internamiento en prisión.
M.F.N, condenado a diez años de cárcel por abuso lascivo, que actualmente cumple la sanción en la prisión de Quivicán, municipio de la provincia Mayabeque, al sureste de la capital, dijo que “mi delito es el mismo por el cual juzgaron a Bécquer. Tuve una relación extramatrimonial con una joven que luego su familia me acusó por ser menor de edad, algo que desconocía. Me acusaron de seducirla mediante engaños, regalos y dinero. La muchacha se prestó para ‘empapelarme’, a pesar de que se pudo probar que la relación fue consensuada”.
“Pero entre los agravantes salieron a relucir en el juicio que yo era un elemento antisocial y me reunía con personas desafectas al proceso revolucionario. Cuando un órgano policial de instrucción o un jurado pronuncian esas palabras estás condenado a la máxima sanción posible. Mi familia está destrozada. No puedo entender que a tipos que se masturban abiertamente en la calle les impongan multas de 60 pesos y que al trovador Fernando Bécquer lo sancionen a cinco años sin internamiento después de abusar de más de treinta mujeres”, señala M.F.N
El destacado periodista independiente Jorge Enrique Rodríguez estuvo presente en el juicio de Bécquer celebrado el 19 de octubre, en el Tribunal Municipal de Centro Habana, en Zanja y San Francisco. “Cuando llegué a quien primero veo es a Fernando Bécquer, a unos metros de la puerta de entrada. Ni siquiera tuvieron el tino de habilitar una sala para cuando este señor llegara lo confinarán en la habitación, porque es el acusado, y no estar parado en la puerta del tribunal y que lo primero que vieran las víctimas fuera la cara de su agresor”.
“Eso me pareció contraproducente. Pienso que el régimen intentó maniobrar de manera que no se le fuese de las manos esa situación. Se sabe que ahora mismo el problema que tiene la dictadura es que tiene muchos catalizadores. Cualquier grupo de la sociedad civil le puede hacer una demanda. Lo mismo pueden ser los animalistas, organizaciones feministas o periodistas independientes y opositores. Las autoridades saben que deben operar con prudencia. Están en un terreno minado. Hay demasiado descontento social, se han disparado los feminicidios y un mal manejo de un caso como este puede disparar las protestas de muchas mujeres más allá de las redes sociales”.
“Me llamó la atención que la Seguridad del Estado no desplegara ningún operativo policial para detener o impedir que acudieran periodistas independientes. Por cierto fui el único periodista libre que estuvo presente. Tampoco asistió ninguna persona o grupo del gobierno para apoyar a Bécquer, como sí sucedió en las redes sociales. Eso dice mucho de la baja catadura moral de ese personaje. Pues si yo creo en la inocencia de un amigo mío, acudo para apoyarlo. Un hecho interesante es que las muchachas que acudieron al juicio, se sintieron respaldada por las fiscales y funcionarios del tribunal. Es evidente que quisieron marcar una pauta. Estamos hablando de un tema sensible que se volvió político».
«Las juezas se vistieron de dignidad y confrontaron al abogado defensor de Bécquer, que dicho sea de paso, es el mismo que salió en la televisión cubana diciendo que los juicios del 11 de julio habían sido totalmente transparente. Me contaron las víctimas que las fiscales se posicionaron en contra del pervertido y de su abogado. Sin embargo, al final cedieron en la presión de conmutarle la pena a Fernando Bécquer de cinco años de privación de libertad por cinco años de privación de derecho. Una señal de que hubo coerción por parte de ciertas instancias del gobierno para que la sanción fuera más blanda”, subraya Jorge Enrique.
En Cuba la justicia es administrada por el Estado. Suele ser juez y parte. Y sus compañeros de viajes son juzgados de manera parcial. No importa, incluso, que sea un delincuente sexual como Fernando Bécquer.
Iván García
Foto: Al no encontrarse una foto del tribunal de Centro Habana donde se celebró el juicio al pervertido sexual Fernando Bécquer, se puso una del Tribunal Supremo Popular, el órgano superior de justicia de Cuba, radicado en Aguiar entre Obispo y Obrapía, Habana Vieja. Tomada de IPS.