Desde La Habana

El deporte cubano se desvanece

Las deserciones de atletas cubanos han dejado de ser noticia. Los cintillos en primera plana anunciando victorias épicas y campeonatos mundiales han desaparecido.

Las arcas del Estado están secas. Ya no salen de escuelas deportivas campeones en serie como si fuesen morcillas. En los últimos Juegos Olímpicos, en Londres 2012,  ocupamos el lugar 16.

Guárdese con tinta esa actuación. Es probable que a partir de ahora, el desempeño sea peor. El problema no es que la población sea sedentaria u obesa. O que al cubano le haya dejado de gustar el deporte.

No. De lo que se trata es de una revolución silenciosa dentro del movimiento deportivo en Cuba.  Ya los atletas se cansaron de ser manejados como titiriteros por la propaganda del régimen.

Ellos también quieren ganar salarios suculentos como sus pares del mundo. Ser libres para firmar en cualquier club importante y administrar sin injerencias del Estado sus ganancias.

Por eso se marchan de Cuba. Y se seguirán marchando peloteros, boxeadores, voleibolistas, atletas de campo y pista y deportistas de otras disciplinas.

Al gobierno del General Raúl Castro no le ha quedado otra que abrir el portón. A partir de ahora, es el Estado quien designa quién compite en una liga foránea y cuánto dinero se le debe pagar.

Los mandarines de verde olivo vuelven hacer cálculos errados. Piensan  diseñar una estructura parecida a la de los cooperantes cubanos en el extranjero. Gestionar contratos y embolsarse la mayor parte. Al igual que médicos y asesores civiles, los deportistas serán una mercancía. Una vía  para traer dólares a las desinfladas cuentas corrientes del gobierno.

Olvídense del otrora discurso feroz de Fidel Castro contra el profesionalismo. El deporte rentado ahora es bienvenido, siempre y cuando los deportistas sean mansos como un rebaño de ovejas.

Pero los tiempos son otros. Ya campeones olímpicos Dayron Robles se cansaron de ser manipulados por control remoto. Robles ha trazado un nuevo panorama: el de atleta independiente. Ha puesto contra las cuerdas a los intransigentes directivos del deporte nacional.

Aprovechando los resquicios de la reforma migratoria del pasado 14 de enero, Dayron intenta competir de manera libre en las Ligas de  Diamante, sin tener que marcharse de su patria o renunciar a competir en futuros torneos del orbe bajo el pabellón de las cuatro letras.

Son las autoridades cubanas las que no quieren aceptar su decisión. Ni siquiera piensan en negociar una salida. Dayron Robles marcará un antes y un después en el movimiento deportivo cubano.

Las autoridades se encuentran en una encrucijada. Si ceden ante él,  podrían sentar un mal precedente y a corto plazo dejar de controlar los salarios de los deportistas autorizados a competir en ligas extranjeras.

Ahí está la clave. El régimen sabe que varios cientos de millones de dólares se pueden ingresar anualmente por la contratación de atletas. Lo ideal sería que le situara un impuesto razonable a los salarios de los deportistas que compitan en clubes extranjeros. Y que los atletas manejen a su libre albedrío el dinero que se ganan con su sudor y talento.

Sería bueno para ambas partes. No se verían forzados a marcharse de Cuba. Pero en una autocracia, la sensatez es una mala palabra. Esa posición de fuerza del gobierno ha traído estos lodos.

Debido a políticas erradas, cerca de mil atletas se han visto obligados a desertar. Los deportistas en la isla no están ajenos al éxito de Yasser Puig, Yoennis Céspedes y Osmany Juantorena, entre otros muchos.

Ellos también quieren competir con los mejores y ganar salarios acordes a su calidad deportiva. En su país ganan salarios de obreros. Son pocos, cuando se jubilan, que como Mireya Luis, Raúl Diago o Javier Sotomayor pueden montar negocios gastronómicos.

Solo tienen dos caminos: ser entrenadores deportivos o comisionados políticos al estilo del siniestro Alberto Juantorena. La caída en barrena del deporte cubano es achacable a la testarudez del régimen, que  pretende controlar desde un buró y solo con su consentimiento, las contrataciones deportivas.

Ya en las últimas Olimpíadas, Cuba no estuvo representada en los deportes colectivos. La pálida actuación del sexteto de voly masculino en la Liga Mundial, con una victoria y 7 reveses, es el precio que se paga por esa intolerancia.

Todos los años se marchan estrellas del deporte. Los fanáticos se alegran. Pero hay otros caminos por explorar. La patria no es de los Castro. Es de todos. Cada uno de los nacidos en esta isla debemos reclamar lo que consideramos derechos inalienables.

Es una opción dura. Los amanuenses de la prensa oficial difamarán de  los deportistas que libremente decidan separarse del movimiento deportivo cubano. El COI y las federaciones internacionales pueden y deben mediar en el litigio.

Atletas como Robles están en su derecho de no ser esclavos. Enhorabuena por Dayron.

Iván García

Foto: Tomada de Últimas Noticias, Venezuela.

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