Desde La Habana

«El balserito» y sus catorce intentos

A Pedro Luis García, 28 años, en su barrio lo llaman «el balserito», por la cantidad de intentos de fuga del país que ha realizado, siempre por vía marítima. Aún no ha logrado llegar a su meta, pero afirma no que cesará en su empeño, y que la única manera de detenerlo es meterlo preso.

«El balserito» recita de memoria el artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos a ritmo del rap: «Toda persona tiene el derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado, a salir de cualquier Estado, incluso del propio, y a regresar a su país».

En Cuba, la salida o entrada al territorio nacional está sometida a requisitos legales. De ser incumplidos, constituyen un delito castigado con multas de 300pesos a 500 mil pesos, o penas de hasta 3 años de privación de libertad, pudiendo llegar hasta 8 años si se emplea violencia o intimidación en las personas, o fuerza en las cosas.

Nadie creería que «el balserito», con poco más de metro y medio de estatura y menos de 100 libras de peso, haya resistido catorce intentos de salida ilegal de la isla. Nueve de sus aventuras, ocurridas entre 1998 y 2004, fueron frustradas por las autoridades estadounidenses.

Fue devuelto en cumplimiento de los acuerdos migratorios vigentes entre Cuba y Estados Unidos desde 1994, suscritos después del éxodo masivo que tuvo lugar por distintos sitios costeros en agosto del 94. Entonces, Pedro Luis era un adolescente de 12 años.

A pesar de ser un delito, nunca fue sancionado. El Estado, en cumplimiento del tratado bilateral, se comprometió a suspender la aplicación de sanciones judiciales contra los balseros que fueran repatriados a la isla.

En cuatro de sus últimos intentos, «el balserito» tuvo que regresar voluntariamente, dado el mal estado técnico de su balsa, como en Cuba denominan a esas rústicas embarcaciones. En el más reciente intento, hace menos de ocho meses, fue atrapado in fraganti por Tropas Guardafronteras cubanas, a nueve millas de la costa.

Sucedió lo mismo que las veces anteriores. Pero esta vez, cuando lo regresaban a su casa, ocurrió algo diferente. Un mes más tarde, de la Capitanía del Puerto de La Habana le notificaron una resolución mediante la cual, a él y a cada uno de sus compañeros de viaje, imponían una multa de 8 mil pesos, por incumplir las regulaciones sobre posesión y manipulación de embarcaciones.

Pedro Luis y los otros, habían incurrido en cuatro de las 14 infracciones que tipifica el Decreto-ley 194 «De las infracciones sobre la tenencia y operación de embarcaciones en el territorio nacional», calificadas de ‘muy graves’ por el propio decreto.

Los multaron por construir embarcaciones sin autorización, por utilizar medios de procedencia ilícita, por operarlas sin estar inscritos en la Capitanía del Puerto y por navegar sin permiso por aguas territoriales.

El decreto, emitido por el Consejo de Estado, faculta a la Capitanía del Puerto a aplicar el decomiso y multas administrativas, cuya cuantía van desde 500 pesos hasta 10 mil pesos, en dependencia de la calificación que reciban las infracciones: leves, graves y muy graves. También se castiga la reincidencia o la comisión de varias contravenciones.

Pedro Luis no lo esperaba. De hecho, ni siquiera sabía que existía tal norma. Tampoco entiende por qué la resolución del Capitán de Puerto no hizo referencia a la salida ilegal del país. «Bueno, si no es por una, es por otra, ellos siempre guardan un as bajo la manga», comenta.

De todas formas, «el balserito» no tiene ingresos ni bienes para enfrentar el pago de la contravención. En cambio, está convencido que debe seguir intentando huir del país. «Es mejor morir en el intento que deseando haberlo hecho, incluso es mucho mejor que terminar en prisión por no haber pagado una multa».

Laritza Diversent

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