Pedro Poul habla con dificultad el creole. Aún así, cierra los ojos y susurra una oración religiosa. Se la enseñó su padre cuando era pequeño. Pensó que lo había olvidado luego de haberse sumado en 1958 a las guerrillas en la Sierra Maestra y haber profesado los dogmas del Partido Comunista de Cuba.
Su cántico religioso estuvo dormido en su subconsciente durante más de 50 años. Le pide a Papa Legbá (el Eleguá del panteón Yoruba en el Vudú haitiano) por la tierra que vio nacer a su padre, arrasada por un terremoto, y «ocupada por los yanquis». Pedro Poul repite lo que escucha. Los cubanos, dice, están afligidos por los sucesos en Haití y «molestos por la intervención de tropas americanas» en la pequeña nación.
A pie juntillas cree lo que dicen los medios cubanos, que los estadounidenses se quieren apoderar de las minas de oro haitianas. Por Telesur, vio a Chávez hablando sobre la «invasión» y en la televisión cubana, al escritor de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, Heriberto Feraudy, acusar al «monstruoso imperio, de no perdonarle a ese pueblo, haber sido la primera república negra en el continente».
La prensa oficial no explica que Haití que el terremoto casi acabó con el gobierno y todas sus instituciones. Y que sus insuficientes infraestructuras estatales y sociales se acabaron de desmoronar con el sismo. Tampoco mencionan que fue su presidente, René Préval, quien solicitó a Obama ayuda urgente de los Estados Unidos. Ni dicen que la devastación y el caos, impiden que la ayuda internacional pueda ser con urgencia. Y que la desesperanción y el hambre han provocado escenas de violencia.
Los cubanos no saben que la principal cárcel de Puerto Príncipe quedó destruída ni que por las calles andan sueltos ladrones, violadores y asesinos, que con pistolas, machetes o palos, tratan de saquear lo poco que quedó en pie en casas y comercios e intentan cogerla por la fuerza en los locales donde se ha ido almacenando la ayuda humanitaria.
Ni siquiera por una vez, los gobernantes cubanos dejan de lado las diferencias políticas. Y son incapaces de sumarse a los esfuerzos de otras naciones, Estados Unidos incluido, por ayudar a cientos de miles de haitianos, quienes aguardan espera los beneficios de una operación global, que puede duplicar la cifra aportada cuando en 2004 un tsunami devastó varios países asiáticos.
Es más fácil hacer campañas de descrédito, que con modestia sumarse a un empeño humanitario, junto a naciones con diferentes ideologías y sistemas sociales. Ante una urgencia como la de Haití, no importa cuál sea el color de la bandera ni cómo se llame la persona o la ong con la cual vas a tratar de salvar vidas y reconstruir un país devastado. Tampoco importa quién o quiénes dirijan todas esas labores urgentes ni quién aporta más o menos.
Actitudes y sentimientos que no necesitan ahora los haitianos. Lo que ellos necesitan es que se unan esfuerzos y lo antes posible se envíen brigadas y materiales que en tiempo récord edifiquen viviendas antes de que lleguen las lluvias y la temporada ciclónica, el próximo mes de junio. Fenómenos naturales que acabarían de devastar la destrozada tierra y su gente.
Pedro Poul hizo hizo suyo el mensaje de los medios oficiales y a otros trasmite el odio durante 51 años inculcado hacia Estados Unidos, el enemigo número uno de la Revolución Cubana. Sin embargo, no se cuestiona que una vez el Partido Comunista le exigiera dejar atrás sus raíces y su religión. Ni que sus nietos no conozcan la vida y tradiciones de su abuelo haitiano.
Tampoco se detiene a meditar, si es la hora de buscar culpables. Y si los miles de desamparados, heridos y enterrados bajos los escombros, en estos momentos necesitan que salgan a la luz disputas ideológicas. Todo lo contrario.
La opinión pública cubana sólo conoce un punto de vista de la tragedia haitiana. El punto de vista difundido por los medios de comunicación, que en el caso de Cuba equivale a decir el mismo de los gobernantes. ¿Qué más puede esperarse de un gobierno que por orgullo y discrepancias políticas, cuando varias regiones de la Isla fueron arrasadas por dos potentes huracanes, en septiembre de 2008, rechazó la ayuda humanitaria?
Actualmente, la posibilidad de cooperación entre Cuba y Estados Unidos es nula. Y no sucederá mientras el gobierno cubano siga echándole la culpa de todos los males de la humanidad a su eterno enemigo. Aunque para lograrlo, tergiverse y manipule los hechos, según sus intereses.
Gracias a la sistemática desinformación, en el alma de algunos cubanos anida el resentimiento. Es el caso de Pedro Poul. No por aquéllos que una vez le exigieron renunciar a la herencia cultural de su padre haitiano. Si no por aquéllos que hacen todo lo posible por levantar a un pueblo en desgracia.
Laritza Diversent
Foto: American Red Cross, Flickr