Desde hace cuatro años, durante la Feria Internacional del Libro, Santiago y un par de amigos, se llegan al otro lado de la Bahía de La Habana para intentar ligar un intelectual extranjero que les pague unas cervezas, charlar naderías e iniciar un romance duradero que podría propiciarles una visa a Europa o Canadá.
Una semana antes de que arrancara la 24 Feria del Libro, Santiago, bisexual inveterado, dedicó sesiones extras en un gimnasio privado en la barriada del Mónaco, en el municipio 10 de Octubre, a 30 minutos en auto del centro de la ciudad.
“El mercado gay está en alza. Si eres joven, musculoso y bien dotado tienes 99 papeletas para ligar un ‘yuma’. Llevo cuatro años enganchando extranjeros en la Feria. En el medio intelectual pululan los homosexuales, pero tienes que prepararte. A esos tipos les gusta hablar de arte, arquitectura o la cultura cubana”, cuenta Santiago.
Sentado en un bar portátil de tubos de aluminios y una lona de rojo intenso, en el otrora tenebroso Foso de los Laureles, donde en los primeros años de la llegada al poder de Fidel Castro eran habituales las descargas de fusilería ejecutando a opositores al régimen, Santiago, vestido con un jean de marca y gafas Ray Ban que le dan un toque intelectual, a la espera de un cliente, bebe una cerveza Bavaria.
La edición de 2015 de la Feria del Libro ha sido dedicada a la India, y como en años anteriores, muchos capitalinos suelen ir a comprar libros, pasar el rato y no pocos pícaros y marginales aprovechan el evento a ver qué se les pega.
No hay dudas que este evento anual es una fiesta. Los organizadores han montado un negocio donde confluyen literatura, esparcimiento, aparatos inflables infantiles y tenderetes portátiles que ofertan comida, perros calientes, golosinas y bebidas alcohólicas.
El viernes 13 de febrero el gentío era monumental. Pasada las dos de la tarde, a pesar de ser día laborable, miles de habaneros y alumnos con sus uniformes escolares, desandaban por las antiguas galeras de convictos de la Fortaleza de La Cabaña en busca de libros, revistas o plegables de CR7 y Messi a precios módicos.
Cosa difícil. En un sector al aire libre, al pie de viejos cañones del siglo 18 pintados de negro, se ofertan libros en moneda nacional. Son más asequibles. Su precio oscila entre 10 y 40 pesos, pero la variedad y calidad no invita a la muchedumbre a formar largas colas.
“Son libros de temas políticos. Recopilación de discursos de Fidel o sobre Hugo Chávez y el socialismo del siglo XXI. La gente no está para leer unos ‘ladrillos’ que todo el año los encuentras en las librerías. Estoy buscando libros de cocina y revistas de modas”, señala Lourdes, estudiante de enfermería.
En los pabellones destinados a editoriales extranjeros se encuentran amplias colecciones de libros. Desde anuarios y diccionarios hasta best sellers de escritores famosos.
Para niños, adolescentes y jóvenes la oferta es variada. Las estrellas de seriales juveniles de Argentina, España o Estados Unidos abarrotan los anaqueles. “Mi hija es fan de Demi Lovato y las series juveniles estadounidenses. Los precios son prohibitivos para el cubano promedio, pero tengo un taller particular de reparación de automóviles y gano buen dinero”, apunta Roger.
Los libros en pesos convertibles dedicados a niños y adolescentes fluctúan entre uno y 5 pesos convertibles. Los libros y diccionarios para adultos pueden costar más de 20 cuc.
Aprovechando la desinformación rampante en la Isla y la voracidad de muchos cubanos por leer algo diferente a los aburridos textos repletos de simbolismos políticos, algunas editoriales foráneas viajan a La Habana con anuarios y revistas editadas hace un lustro.
“Son textos viejos, pero para nosotros es como si fueran recientes”, dice Solangel, ingeniera, quien por 10 cuc compró un diccionario Larousse de 2010.
En una plaza interior de La Cabaña, un señor reparte periódicos gratis en inglés del pasado año. La gente se los arrebata de las manos. “Es tremendo. Cualquier papel con letras impresas le resulta de interés a los cubanos. Esto no pasa en otras ferias del libro. Suelo asistir a la de Miami y es muy concurrida los fines de semana, entre semana no va demasiado público y en general las ventas son flojas”, comenta un librero mexicano.
Escritores e investigadores locales se dan un salto a La Cabaña en busca de libros específicos. “Encontré una bibliografía de la generación de poetas españoles de 1927 que va ser muy importante para mi trabajo”, subraya un académico habanero. La demanda de textos en inglés o libros para estudiar esa lengua ha ido en aumento.
Mientras cientos de personas recorren los stands y le siguen la pista a determinada literatura, otros asisten a la Feria a pasar un buen rato, beber cerveza o ron bajo un tibio sol invernal, una suave brisa y una impresionante vista de La Habana.
Y están los marginales, quienes en sus mochilas cargan cajas de tabacos para vendérselas a turistas extranjeros. Un hombre canoso y bien vestido, en voz baja a buen precio propone libros de Lydia Cabrera y textos prohibidos del poeta Raúl Rivero o de Zoé Valdés, escritora cubana exiliada en París. «También tengo ejemplares del maestro de Gibara, fallecido en Londres el 21 de febrero de 2005», dice, sin mencionar su nombre. No hace falta: los buenos lectores de la Isla saben que se trata de Guillermo Cabrera Infante.
La Feria del Libro es una babel. Santiago, jinetero de la barriada del Mónaco, espera ligar un extranjero con la billetera abultada antes que de concluya. Aún tiene tiempo hasta el 22 de febrero.
Ivan Garcia