Home / Las Cartas de Tania / Descansa en paz, Myriam Acevedo

Descansa en paz, Myriam Acevedo

La mítica actriz cubana Myriam Acevedo acaba de fallecer en Roma, la ciudad que le ofreció asilo y dignidad cuando en 1968 decidió abandonar Cuba. En Italia siguió consagrada al arte y también a la lucha por los derechos humanos en su patria.

Una de sus actuaciones más recordadas tuvo lugar durante el VI Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami, en 1991, cuando presentó un espectáculo unipersonal titulado A quien pueda interesar, con textos suyos, de Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas y Virgilio Piñera, entre otros autores cubanos.

Tuve el privilegio de entrevistar a Myriam Acevedo en 2009. Por su edad y su salud, se encontraba retirada, aprovechando el tiempo para terminar un libro y dejar todo ordenado antes del viaje final. Unos meses antes, ella había leído la conversación digital que yo había mantenido con una vieja amiga suya, la compositora Ela O’Farrill, publicada primero en Penúltimos Días y después en mi blog.

Myriam me envió un email: quería saber la dirección electrónica de Ela, de quien hacía muchos años no tenía noticias. A las dos les tocó vivir la intolerancia y falta de libertades existentes en la isla a fines de los 60, cuando el régimen, que ya había eliminado la prensa libre y la libertad de expresión, pretendió controlar también todas las manifestaciones artísticas.

Fueron años terribles, donde se perseguía a quienes les gustaba escuchar jazz, a los seguidores de los Beatles, a quienes llevaban el pelo largo y pantalones estrechos o fueran católicos o gays. Fueron los años de las tristemente célebres Unidades Miliares de Ayuda a la Producción (UMAP). En 2009, con esta anécdota Myriam daba fe aquellos años terribles:

-Pablo Milanés junto con Ricardo Barber, un actor de teatro, ambos amigos míos, fueron llevados a la UMAP y encarcelados en aquel campo de concentración. Ricardo me escribió un telegrama que decía: «Si no me sacas de aquí me suicido».  Di la voz de alarma, y en la Unión de Escritores y Artistas se formó una comisión de diez intelectuales, entre ellos yo, para discutir el problema de la UMAP con el ministro de Cultura. Ni ese primer intento ni ninguno de los posteriores dieron resultado. Entonces Ricardo y Pablito arquitectan la fuga y se escapan de la UMAP, en Camagüey.

-Recuerdo que estaba cantando en El Gato Tuerto cuando veo aparecer el «fantasma» de Pablo Milanés, a quien yo hacía en la UMAP. Pero no, Pablito estaba allí, mientras yo estaba cantando su número «Ya ves, yo sigo pensando en ti…»  A Ricardo lo tuve escondido tres días en mi casa. Pero tanto Pablito como Ricardo tuvieron que entregarse y volver a la UMAP.

En 1968 Myriam aprovechó un permiso para trabajar  en Italia y decidió quedarse. Nunca más regresó a La Habana de sus éxitos teatrales y musicales, tampoco a Güines, su patria chica. En 1969, luego de haber estado una semana detenida, Ela O’Farrill se marchó a México, donde aún reside.

El Gato Tuerto fue uno de los clubes habaneros con mayor presencia de artistas e intelectuales   innovadores después de la llegada de Fidel Castro al poder. En aquella entrevista Myriam Acevedo contaba:

-Yo convierto El Gato Tuerto en un teatro-cabaret, y cada semana tenía lugar un espectáculo distinto. Mi marido Jorge Carruana y yo, creábamos y dirigíamos esos espectáculos. Jorge era pintor y cineasta. Y se  nos ocurrió hacer un programa con Virgilio Piñera, donde yo cantaba y Virgilio decía sus versos. Este programa con Virgilio duró dos semanas, fue una verdadera revolución. Todo esto lo explico en mi libro, en un capítulo que he titulado «La conjura contrarevolucionaria del Gato Tuerto… y Virgilio se puso verde».

Entre los muchos compatriotas olvidados a quienes un día los cubanos de las dos orillas tendremos que rendir el homenaje que merecen, se encuentra Myriam Acevedo. Termino estas líneas con la respuesta que en 2009 me dio cuando le pregunté por qué se fue.

-Una revolución es siempre un cambio radical, y todos recibimos a aquellos barbudos con collares al cuello con un entusiasmo unánime. Al  fin veíamos realizado un sueño. Desde el principio se comenzaron a ver desmanes e injusticias, pero decíamos: obedece a errores propios de una revolución incipiente.

-Una de las cosas que más me tocó fue la introducción de los campos  de trabajos, camuflageados como «ayuda a la producción», que eran verdaderos campos  de concentración. Los casos de injusticia que podían considerarse aislados fueron convirtiéndose en masivos a todos los niveles. Pero yo siempre pensé que las cosas podrían cambiar, que hombres iluminados podrían cambiar el curso de la historia. Lo esperaba siempre.

-Y así decidí salir del país en 1968, con un permiso de cultura para actuar en el extranjero. Si las cosas cambiaban, yo volvería. Hoy, no solamente no han cambiado, sino que Cuba es una ruina, como dice el  rey Ubu: «No destruiremos todo hasta que no hayamos destruído también las ruinas».

Tania Quintero

Sobre admin

Periodista oficial primero (1974-94) e independiente a partir de 1995. Desde noviembre de 2003 vive en Lucerna, Suiza. Todos los días, a primera hora, lee la prensa online. No se pierde los telediarios ni las grandes coberturas informativas por TVE, CNN International y BBC World. Se mantiene al tanto de la actualidad suiza a través de Swissinfo, el canal SF-1 y la Radio Svizzera, que trasmite en italiano las 24 horas. Le gusta escuchar música cubana, brasileña y americana. Lo último leído han sido los dos libros de Barack Obama. Email: taniaquintero3@hotmail.com

Comentar

Su dirección de correo electrónico no será publicada.Los campos necesarios están marcados *

*

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

x

Check Also

No fui fan de Juana Bacallao

No fui fan de Juana Bacallao

Aunque no fui fan de Juana Bacallao, nombre artístico de Neris Amelia Martínez Salazar (La Habana, 1925-2024), una mujer alegre que desde los escenarios divertía al público con sus chistes y ocurrencias, pensé que hasta su lecho final sería acompañada, como mínimo, por un centenar de seguidores, casi todos mayores, porque los jóvenes no la conocieron.