Desde La Habana

De la Cuba profunda

De la Cuba profunda

Cuarenta y siete años después de liderar un batallón del ejército cubano en la región angoleña de Kuando Kubango, fronteriza con Namibia y Zambia, enfrentándose a guerrilleros de la UNITA de Jonás Savimbi, Julián, capitán retirado de la fuerzas armadas, sentado en un taburete de madera a la entrada de la cuartería donde reside en el barrio de Luyanó, al sur de La Habana, espera a que entre el agua.

Fuma un tabaco barato y en el cuello le cuelgan collares de cuentas verdes y blancas. Confiesa Julián que cuando leyó Metamorfosis, del escritor checo Frank Kafka, fue que comprendió de golpe la abrumadora capacidad de manipulación de las instituciones en Cuba. Hasta ese momento, Fidel Castro era su Dios. Y la antigua URSS el Espíritu Santo. La primera vez que visitó Moscú, sin deshacer su maleta, tomó el metro y con otros ‘compañeros’ fue a visitar el mausoleo de Lenin en el Kremlin. He aquí su historia.

«Mi familia era muy pobre. Mi madre lavaba ropa pa’la calle y mi papá era un hombre orquesta. Un día vendía periódicos y al siguiente era peón de albañilería. Cuando triunfó la revolución, muchos negros, mestizos y gente humilde nos sentimos apoderados por el nuevo gobierno. Pasamos a ser dueños de la vivienda, aunque fuera un cuchitril en un solar, y nadie se preguntó por qué les quitaban las propiedades y negocios a familias que habían invertido su dinero para progresar. De un plumazo la burguesía pasó a ser enemigo de clase”-

“Para entender el proceso revolucionario y el magnetismo de Fidel hay que conocer cómo manipuló al pueblo. Repartió lo que le quitó a los otros y dio visibilidad y sentido de pertenencia al sector más humilde de la sociedad. De la noche a la mañana, yo estaba estudiando artillería en una escuela militar en la URSS y dispuesto a dar mi vida en cualquier batalla de la geopolítica internacional sin conocer sus causas”

“Fui a Angola de manera voluntaria, como todos. A participar en una guerra que no entendía. Años después fue que supe que la UNITA de Savimbi y el FNLA de Holden Roberto los financiaban los chinos, que eran tan comunistas, supuestamente, como nosotros. Lo peor de vivir engañado es lo que se sufre cuando te das cuentas. A la inversa de Gregor Samsa, me convertí de cucaracha a persona”

En el verano de 2024, Julián siente que ha vivido lo suficiente “como para afirmar que el proceso revolucionario fue una auténtica estafa. La única duda que tengo es si fue planificado al detalle por Fidel o el contexto se le presentó de esa forma y aprovechó para apalancarse en el trono y manipular al pueblo, a las instituciones internacionales y diseñar un relato poderoso que todavía es un imán para el sector progresista mundial. La revolución cubana es algo etéreo. La economía funcionó de regular a mal, dilapidando recursos y dinero, mientras fue subsidiada por la URSS o Venezuela. El sistema no es sostenible económicamente. Su único poder radica en el control de la sociedad y la intimidación”.

El recurso de la violencia a los opositores políticos y a los que piensan diferente es una de las armas socorridas del régimen castrista. Utilizó a destajo la pena de muerte, largos años de cárcel y los linchamientos verbales en contra de sus adversarios. El ‘enemigo’ lo mismo era el dueño de un central azucarero que un guerrillero anticomunista alzado en el macizo montañoso del Escambray, un opositor político pacífico, una persona que deseaba emigrar o un religioso. Cualquiera que intentara tener una voz independiente era un contrincante.

A partir de la década de 1960 y hasta finales de los 80, asevera el sociólogo Carlos, “la base popular para enfrentar a los supuestos enemigos de la revolución o simplemente al quien se saliera del guión escrito por los estamentos del poder, eran las personas negras, mestizas o blancas de procedencia muy humilde. En los primeros años de la revolución fueron permisivos con robos y saqueos en propiedades privadas. Y en los actos de repudio a los cubanos que emigraron por el Mariel se les permitió, además de insultos, dar golpizas, lanzarles huevos y destrozar el inmueble de los que se marchaban”.

En opinión de Carlos, “la violencia en la Isla contempla un amplio abanico. Va desde la intimidación abierta al miedo sutil. La gente lo capta al instante. Existe una frontera invisible que los cubanos sabemos que no podemos traspasar. La censura funcionó como un reloj suizo en el país. Hace cinco o seis años el miedo se ha ido perdiendo. Es precisamente en las barriadas más pobres de la Cuba profunda donde primero comenzaron a saltarse las reglas”.

Raquel, trabajadora social, considera que por diversos factores, que “van desde el acomodamiento y el divorcio de las instituciones del Estado con los sectores emprobecidos, se consintieron ciertas ilegalidades en barrios marginales, como la venta ilegal de cerveza, drogas y casas de juegos de apuesta. El gobierno pensaba que mientras no se entrometieran en asuntos políticos, no eran un problema y los dejaba hacer. La revolución nunca pudo erradicar los barrios marginales. Al contrario, aumentaron. Si antes de 1959 existían en La Habana dos o tres bolsones de pobreza extrema, ahora hay más de 70 comunidades y decenas de barrios donde impera la violencia familiar y de género.”

La reyerta ocurrida el sábado 8 de junio en la Finca de los Monos, en el municipio Cerro, no es un evento aislado en el país. Cada vez que hay un bailable público en la Plaza Roja de La Víbora, en el municipio Diez de Ocrubre, en Menocal en el municipio Arroyo Naranjo o en la Tutelar de Guanabacoa, ocurren broncas entre pandillas, hay heridos con armas blanca e incluso muertos.

En esas localidades, la mayoría de sus pobladores son negros, mestizos o proceden de familias de bajos ingresos que por lo general no reciben remesas y tienen menos oportunidades de ascender en la escala social.

“Los negros siempre hemos sido los más jodidos en Cuba. Los que peores vivimos y los que pasamos más hambre. Crecimos con el discurso adoctrinador que en Estados Unidos a los negros los linchaba el Ku Klux Klan con perros. Los negros también hemos sido los que menos hemos emigrado y son excepción los negros que son dueños de negocios. No fue hasta los años la crisis terminal del modelo económico, en los años 90, cuando los negros y mestizos comenzaron a emigrar de forma masiva”, expresa Julián, capitán jubilado.

Al tener menos dinero, sus posibilidades de ocio son limitadas. “No pueden alquilar un fin de semana en un hotel en Varadero. Ni tienen dólares para ir a un bar de calibre, comer en un paladar o comprarse un par de tenis Air Jordan. Desgraciadamente, la violencia a veces es una respuesta a sus necesidades materiales no cubiertas”, asegura Raquel.

Esos barrios pobres, mayoritariamente negros y mestizos, son la cuna del jineterismo, el imparable consumo de drogas y el mercado informal. Julián tiene un sobrino preso por las protestas contra el régimen el 11 de julio de 2021 y por eso afirma que esas comunidades marginales «son las mismas que arman una bronca en la Finca de los Monos o salen a gritar Díaz-Canel singao y Patria y Vida. Los más jóvenes no tienen para donde coger. No tienen parientes en Estados Unidos ni un familiar con dinero que les ponga el parole. Saben que tienen que batirse aquí en la caliente. Si, muchos tienen actitudes delincuenciales o están enganchados con las drogas. Se enrolan en la masonería, santería o ñañiguismo como un modo de exaltar su hombría. Pero estoy convencido que serán los jóvenes de esos barrios los que van generar el cambio en Cuba”. ¿Por qué lo cree?, le pregunto. Su respuesta es breve: «Son una mayoría».

Iván García

Foto: Juan Ramón Moret nació en Santiago de Cuba hace 70 años. Después de cuatro décadas de trabajo no recibe ninguna pensión. Desde hace tiempo, sus ingresos dependen de remendar zapatos y arreglas sombrillas, oficios con los cuales ahora sobrevive en La Habana. Tomada de Diario de Cuba.

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