La sesión del Consejo de Ministros donde el gobierno analizó proyecciones para “corregir distorsiones y reimpulsar la economía tenía un aire de corte marcial, pero nadie pensó que posteriormente depondrían a tres ministros y al primer secretario del partido comunista en Santiago de Cuba” reveló un funcionario estatal.
Según la fuente “la reunión se celebró el miércoles 28 de enero”, aunque la información apareció en los medio la mañana siguiente. Se efectuó en un amplio local de puntal alto con las paredes revestidas de mármol ubicado en el Palacio de la Revolución, antigua sede del Tribunal de Cuentas.
En el centro del escenario una enorme mesa ovalada con 31 ministros y pesos pesados del régimen sentados en butacas giratorias de color blanco. Presidían la reunión Miguel Díaz-Canel y el primer ministro Manuel Marrero. A sus espaldas, una pantalla LED y el escudo nacional. En el lateral derecho del salón otra mesa con nueve dirigentes del gobierno.
En ambos lados del recinto, dos televisores de alta definición con más de cien pulgadas donde los primeros secretarios y gobernadores de las quince provincias y el municipio especial Isla de la Juventud seguían por teleconferencia el encuentro. Al fondo del hemiciclo, sentados en butacas rojas, casi un centenar de invitados. El piso estaba alfombrado también de color rojo. No podía ser de otra forma: es la tonalidad que representa a la ideología comunista.
El funcionario estatal reconoce que el lugar por “su solemnidad y ambiente impersonal da un poco de miedo. El diseño interior tiene un toque soviético. En la antesala había varias mesitas con termos de café recién colado y refrigerios. No se percibía el nerviosismo típico antes de tronar a un cuadro. Era una reunión informativa sobre cómo y cuándo comenzar aplicar las nuevas medidas económicas que han generado mucho descontento en el pueblo, pero que el gobierno considera que son impostergables”.
En esa sesión no fue cuando destituyeron al ministro de Economía y Planificación Alejandro Gil, que Incluso tuvo protagonismo en la reunión. “Compareció varias veces y se le veía sereno y confiado. Fue una sorpresa que 72 horas después lo destituyeran. Algo pasó en ese tiempo que provocó su caída”, indica la fuente.
Una empleada de ese ministerio asegura que “no existían indicios de que a Gil lo iban a destronar. Era un aliado incondicional de Díaz-Canel y un tipo importante en el diseño del programa económico. No era mala persona. Bastante engreído, se comportaba como un perrito faldero cuando estaba delante de los jefes. Pero tenía buenos modales y aunque muchos lo consideraban un improvisado, por no ser economista de formación, on acierto durante años dirigió una firma estatal de seguro marítimo con sede en Inglaterra. En los pasillos todos se preguntaban qué lo impulsó a cambiar la vaca por la chiva. Dejar Londres para asumir una candela en La Habana parecía un suicidio profesional. Como al final ocurrió”.
La mayoría de los economistas y analistas locales coinciden que el complejo panorama económico que atraviesa la Isla no es atribuible a una persona, un colectivo o una institución. “La culpa de la severa crisis económica que vive el país es estructural y multi sistémica. El modelo no funciona. Es obsolescencia programada, como cuando un equipo ese rompe y no tiene arreglo. De nada valen las reparaciones ni los parches para que eche andar. Hay que demoler las actuales estructuras y hacerlo todo nuevo. No es un problema de nombres con más o menos talento profesional. Puede llamarse Marino Murillo, Alejandro Gil o un premio Nobel de economía como Paul Krugman. Si mantienes intacto el ineficaz sistema, es imposible que funcione”, señala Gustavo, profesor de economía jubilado.
Héctor, contable de una empresa estatal, considera que “el modelo económico que aplica el gobierno es un sinsentido. Está muerto. Hay que cambiarlo. Más de un tercio de las empresas del Estado generan pérdidas al presupuesto. Otras obtienen algún beneficio porque son monopolios que no tienen competencia y a golpe de precios inflados cumplen sus planes anuales. Pero la calidad de sus producciones es pésima».
«Y están descapitalizadas, pues el 70 por ciento de las ganancias las controlan Organizaciones Superiores de Dirección Empresarial (OSDE), estructuras parásitas creadas por el gobierno que frenan la productividad, la autonomía y la competitividad. No es serio hablar de empresarios cuando nos referimos a las agrupaciones estatales. Son simples administradores que ejecutan las directrices de un ministerio que a su vez recibe órdenes de alguien del gobierno. El sector privado, a pesar de las trabas y limitaciones absurdas, tiene mucho más margen de maniobra. Y cuando constatan que la injerencia política les afecta, cierran el negocio y punto”, explica y añade:
«La solución para salir de las crisis económicas ciclicas que afectan al país es apostar por la economía de mercado y darle autonomía a las empresas. Crear cooperativas de trabajadores y que ellos sean los dueños reales. Permitir inversiones extranjeras directas negociadas por la empresa sin la intervención del gobierno. Eliminar las OSDE, reducir los exagerados impuestos para permitir que florezcan, y privatiza o vender con licitaciones transparentes aquellas empresas que provocan pérdidas. Solo así podremos diseñar una economía sostenible, moderna y funcional”.
En la calle, la destitución de tres ministros y del primer secretario del partido comunista en Santiago de Cuba ha generado un mayor descontento. “Es lo de siempre. Quitan a uno y ponen a otro de la misma camada. Eso no va a resolver nada ni va apaciguar el disgusto de la población. Los cubanos queremos acceder a comida, medicinas, salarios decentes y un transporte público que funcione. Me da igual que quiten a Gil o Sobrino y pongan a Joaquín Alonso en el ministerio de economía o Alberto López en la industria alimentaria. Deberían botarlos a todos. Empezando por Raúl Castro y terminando por Díaz-Canel. Es la única forma de que el país salga de la crisis”, dice Mireya, ama de casa.
Eduardo, ingeniero, opina que “necesitaban a esos conejillos de india para que pagaran por los contínuos disparates del gobierno. Díaz-Canel no pone una. Lleva seis años en el trono y la isla se cae a pedazos. Dentro de un tiempo a los destituidos los ponen al frente de una firma extranjera donde corre el dinero. Como a Murillo, que después de destrozar la economía y vaciar los bolsillos de los cubanos con la Tarea Ordenamiento, sin tanta algarabía lo quitaron y lo pusieron al frente de una empresa exportadora de tabaco. En Cuba los ‘cuadros’, mientras se mantengan callados, caen pa’ arriba”.
Una empleada en el Capitolio, actual sede del monocorde parlamento nacional, cuenta que “esas destituciones son una cortina de humo para intentar aplacar el descontento de la gente. Pero el paquetazo sigue en pie. Han hecho una pausa para atiborrar al pueblo con ‘teques’ y adoctrinamiento político. Pretenden convencernos que si nos apretamos más el cinturón, viviremos mejor. No creo en esta gente (los del régimen). Trabajo en una institución del Estado y sé de la soberbia de los dirigentes, cómo viven y los buenos alimentos que comen. A ellos no les faltan divisas en sus billeteras ni gasolina en sus autos. Es una élite burguesa de color verde olivo que quiere venderse como proletaria”.
Javier, taxista privado, no entiende por qué “a los que salieron a protestar el 11-J lo sancionaron con diez o quince de años de cárcel y a esos ministros que han empobrecido a los cubanos y desbaratado las industrias y las producciones agrícolas y que, además, ha provocado que en poco más de un año medio millón de personas se marchen de su patria, no los sancionan penalmente”.
Niurka, estudiante universitaria, concuerda que muchos de los actuales dirigentes “han hundido a Cuba sin darle explicaciones al pueblo. Y eso un delito. Deberían estar en la cárcel”.
Iván García
Caricatura tomada del suplemento Matraca de la web El Toque.