En la tarde del jueves 2 de junio, al escuchar el aviso meteorológico que pronosticaba intensas lluvias el fin de semana en la región occidental de Cuba, Antonio, 71 años, jubilado, fue a gestionar con el delegado del Poder Popular algunas tejas o una lona impermeable para taponar las goteras en el techo de su vivienda.
Antonio, quien trabajó cuatro décadas como soldador en los astilleros de Casablanca, al este de La Habana, cuenta que el delegado le dijo, extrañado: “¿Lluvias el fin de semana? A mí de la Defensa Civil ni del gobierno me han avisado. No te preocupes Tony, a veces los meteorólogos exageran. Con la crisis económica que está cayendo resolver tejas está complicado. Veré que puedo hacer”.
Junto a varias familias, Antonio reside en una zona baja de la ciudad sin alcantarillados ni desagües. “Cada vez que cae un chubasco el lugar se inunda. Los vecinos estamos cansados de escribir cartas al gobierno y denunciar la situación en las redes sociales. La respuesta de las autoridades siempre es la misma: se va hacer un estudio de factibilidad y construir una red pluvial. Pero al final nunca hacen nada”.
Ante esa realidad, no queda más remedio que improvisar. Ayudado por sus hijos y nietos, Antonio trasladó el refrigerador, el televisor y los muebles a un lugar seguro. Luego intentó taponar con trozos de chapa las goteras del techo. Pero las fuertes lluvias acompañadas con rachas de vientos destrozaron los remiendos y la mitad del techo se vino abajo.
“Funcionarios del partido en el municipio Habana Vieja me prometieron otorgar un crédito para comprar materiales de la construcción y levantar una casa de mampostería. Ya ese perro me ha mordido otras veces. Si mis hijos y yo no gestionamos las tejas con nuestro dinero, tendremos que dormir a la intemperie. El gobierno vive del cuento y falsas promesas. La gente está cansada de tantas mentiras. No aguanta más”, expresa el jubilado Antonio.
Hasta el 4 de junio, según cifras oficiales, las intensas lluvias habían provocado la muerte de cuatro ciudadanos, dos en La Habana y dos en Pinar del Río. 290 derrumbes parciales o totales se habían producido en La Habana, Pinar del Río, Mayabeque y Artemisa, las cuatro provincias más afectadas. El total de viviendas dañadas en esos territorios era de 750, al menos 158 mil personas no tuvieron electricidad y más de 8 mil fueron evacuadas.
Dunia, residente en el barrio marginal del Fanguito, al borde del río Almendares, comenta que en el agua subió un metro. “El río se desbordó, imagínate, toda la mierda que la gente tira al Almendares, las aguas albañales y los desechos de las industrias se metieron en mi casa que está a pocos metros. Los vecinos que vivimos en las márgenes del río fuimos evacuados. Cuando regresé a casa las paredes y el piso estaban cubiertos de lodo y porquería”.
¿Las autoridades les van a entregar ayuda?, le pregunto. Dunia hace un gesto de reproche con sus labios. “¿Ayuda? ¿Qué ayuda? Es el mismo cuento de otras veces. A los que perdieron sus pertenencias les entregan una colchoneta de medio pelo y una olla arrocera que se paga a plazos. Si tienes suertes, te venden unas cuantas tejas. Y para de contar. Lo de esta gente (el régimen) es pura fanfarronería. Si uno no resuelve los problemas por su cuenta, nadie te va ayudar”.
René, ingeniero civil, valora de pésima la gestión del gobierno durante los desastres naturales. “Año tras año es lo mismo. Da igual que sea un aguacero que un ciclón. Las redes de drenajes no tragan el agua, tienen más de cien años y no se renuevan. Arabia Saudita y Qatar, entre otros países, han donado millones de dólares para modernizar el alcantarillado y el acueducto. ¿Qué hizo el gobierno con ese dinero? Nadie sabe. No podemos culpar al bloqueo de que el país esté ubicado en una zona de huracanes y abundantes lluvias. Eso lo saben las autoridades. Pero el gobierno insiste en poner parches a un sistema de drenaje obsoleto, no asfaltan las calles ni construyen aceras y tampoco reparan las miles de edificaciones de la ciudad en peligro de derrumbe”.
Selma, ama de casa, se queja de la mala suerte de los cubanos. “No creo que este pueblo se merezca a esos dirigentes corruptos y sinvergüenzas. Hace tiempo que dejaron de ser revolucionarios para transformarse en lumpen. Viven como potentados de la burguesía. A ninguno de ellos se les cayó el techo o se le inundó la casa. Ninguno de ellos hace cola y todos desayunan, meriendan, almuerzan y cenan. Basta ver lo gordo que están. El problema de Cuba no es el bloqueo ni los yanquis. Son los gobernantes que hacen lo que les da la gana, sin rendir cuentas al pueblo y viven con total impunidad. Cuba va a cambiar cuando todos ellos se larguen”.
La indignación ciudadana está en su apogeo. La población se queja abiertamente de la desastrosa administración por parte del régimen, de no encontrar soluciones a la crisis económica que padece el país y la falta de futuro. Emigrar sigue siendo una prioridad para muchos cubanos.
Leticia, licenciada en historia, siente que no puede controlar su frustración. “El país es una caricatura. Un despropósito. Hace agua por donde quiera. La corrupción institucional es alarmante. La nación se desmorona y Miguel Díaz-Canel y el resto de mandamases siguen viviendo en otra dimensión, con discursos desfasados, consignas y palabrerías huecas. Para el pueblo es el sacrificio sin fin. Conseguir comida es un verdadero calvario, los salarios no alcanzan y trasladarse de un lugar a otro dentro de la capital es una aventura. Cualquier evento meteorológico arrasa con cientos de casas y ahonda nuestro sufrimiento. Cuba necesita refundarse”.
Excepto la represión, para una inmensa mayoría de cubanos, casi nada funciona en la Isla.
Iván García
Foto: Indaya y La Escalera, fueron dos de los asentamientos ilegales habaneros más afectados por las intensas lluvias que a principios del mes de junio cayeron en el occidente de Cuba. Tomada de CubaNet.