Como por arte de magia, el irreverente y prosaico Donald Trump es el hombre del momento entre los cubanos que tienen planes para emigrar. “Es el tipo. No hay otro. Si el hombre quiere se vuelven abrir las puertas de la yuma”, dice con tono enfático Miguel, mientras conduce un destartalado taxi colectivo por la avenida Infanta.
Su comentario intensifica la polémica de cinco pasajeros que hablan a gritos entre el olor a diesel que se filtra por el remendado tubo de escape del añejo automóvil y la música a decibeles insoportables.
“Qué clase de hp el Obama ése. Si aquí la gente se deja meter el pie por el gobierno es porque tienen la posibilidad de ir tumbando de Cuba. ¿Dime quien acá no tiene un familiar en el State?”, se pregunta un mulato corpulento.
Todos quieren responder al unísono y ofrecer su opinión sobre el tema. Algunos análisis son pueriles, otros lindan con la ciencia ficción política, como el de Magda, maestra de primaria, quien desde el asiento trasero del taxi recomienda a Trump, “aceptar a todos los cubanos que quieran marcharse. La mayoría va a trabajar en cualquier cosa. ¿Tú crees que once millones de cubanos no tienen espacio en Estados Unidos?”, apunta, y el resto de los pasajeros sonríe.
Ahora mismo, el tema de moda en La Habana es sobre la derogación de la política de pies secos-pies mojados. Una colección de personas melancólicas y abatidas encajaron el anuncio como si recibieran un directo al mentón de un superpesado.
“Oye, brother, yo vendí la casa para irme a Guyana. Mi plan era cruzar la frontera de México y entrar en Estados Unidos. Ahora eso es imposible. Pero de cualquier manera, me voy echando. Hasta pa’ Haití, fíjate lo que te digo”, acota Jean Carlos, veterinario.
En las pasadas navidades, Diego voló a Uruguay con su esposa para por tramos, ir cruzando fronteras hasta El Paso, en Laredo. “Estoy devastado. No me fui con mucho dinero. Ahora buscaré un trabajo en Uruguay y veré luego para donde me marcho. Pero a Cuba no regreso. Allá no tengo nada. Lo vendí todo. Si voy a empezar de nuevo que sea en cualquier otro país”, señala vía internet.
Igual le sucede a Yosvani y su esposa Mildred. La pareja voló en noviembre a Roma, en un paquete turístico. Con la visa otorgada por un mes cruzaron la frontera y se asentaron en España.
“Aquí estamos junto a un grupo de cubanos ilegales. Mi mujer consiguió un trabajo cuidando un anciano. Yo trabajé una semana limpiando un bar, pero el dueño me pagaba solo cuatro euros. Ya mi madre vendió mi apartamento en La Habana y me giró el dinero, que pensaba utilizar para viajar a Cancún, México. Pero ahora con esta noticia tengo que estar quieto en base. Mi esperanza es que Trump dé marcha atrás a las medidas que aprobó Obama”, cuenta, a través de la aplicación IMO.
El nuevo panorama, presuntamente, no va a frenar los que tienen planes de emigrar. “Puede que lo cambie todo. Pero la gente entonces probará suerte en otro país o llegará a la yuma mediante matrimonio u otras triquiñuelas. Yo le tengo echado el ojo a Panamá. Me gustó la ciudad y su gente cuando estuve para comprar pacotillas que luego revendía en La Habana. Donde no se puede estar es en Cuba. No hay invento. La jugada está apretada. El último que se vaya que apague la farola del Morro”, confiesa Maikel en un parque wifi del Vedado.
Incluso los que tienen parientes en Estados Unidos, creen no poseer la suficiente paciencia para llegar a ese país por reunificación familiar. “Mi padre lleva cinco meses en Miami y ya está trabajando. Cuando tenga la residencia me va a reclamar. ¿Pero qué tiempo demorará todo ese papeleo? Tres, cuatro años, qué va, si puedo me voy antes. Aquí en Cuba no tengo futuro”, comenta Germán, estudiante universitario.
Obama ha pasado de héroe a villano. Del presidente que hace diez meses en La Habana, en un memorable discurso, dijo que Cuba debía cambiar y apostar por la democracia a persona non grata.
Donald Trump todo lo contrario. El cubano que desayuna solo café, aleccionado por la prensa internacional, siempre vio al empresario de bienes de raíces neoyorquino como un bicho raro, un extravagante. Un ricachón que por puro capricho comenzó en el mundo de la política.
“El tipo es una bomba de tiempo. Cuando estalle, no se sabe qué va a pasar. Trump cree que la política es un reality show. Sería un milagro que en los próximos cuatro años no altere el equilibrio mundial. Es a ese mal educado, ególatra y con alma de tirano, al que miles de cubano que piensan emigrar depositan su fe”, indica Norge, licenciado en ciencias políticas.
Como en una novela negra de Agatha Christie o una película de suspense, se trocaron los papeles. Adiós Barack Trump. Bienvenido Donald Obama. Es el mundo de revés. Y no solo para los emigrantes cubanos.
Iván García
Diario Las Américas, 18 de enero de 2017.
Caricatura de Pinilla tomada de Diario Las Américas.