“Terminó la tregua”, voceaba un vendedor de periódicos en la céntrica y bulliciosa Calzada de 10 de Octubre, al sur de La Habana.
Recostado a una descorchada pared en la antesala de un viejo cine de barrio, el vendedor ofertaba el diario Juventud Rebelde a los presurosos transeúntes que leían, mientras caminaban un artículo del historiador Elier Ramírez llamando a la cautela a los cubanos sobre las oscuras intenciones de Estados Unidos.
En la puerta de un agromercado manchado de tierra rojiza y estanterías desbordadas de piñas, boniatos y yucas, Román, dependiente del agro, leía el artículo sentado en una silla de hierro.
“Es más de los mismo. Quieren frenar las expectativas generadas en los cubanos tras los acuerdos del 17 de diciembre. El otro día el periódico Granma también marcaba territorio, diciendo que nuestra soberanía no se negocia. Esta gente (el régimen) tiene un miedo que se caga. Si abren de verdad las puertas, el sistema se viene abajo. Dura lo que un merengue afuera de un colegio”, apunta Román
Pasado el mediodía, el anciano vendedor de periódicos, sentado en el portal colindante con una galería de arte, en una cajita de cartón comía una ración de arroz congrí y un trozo de tortilla.
En una jaba de saco aun tenía más de treinta diarios sin vender. “Ya a los cubanos no les importan mucho las noticias, sean buenas o malas. Hay personas que compran el periódico para botar la basura o utilizarlo como papel sanitario. La ilusión que despertó la noticia del 17 de diciembre se ha ido apagando. Ellos (los del gobierno) quieren que sea así. Y por eso están diciendo que los yanquis son el enemigo y la gente deseando irse pa’la yuma”, señala el viejo vendedor.
En El Lateral, paladar de la Avenida Acosta, un grupo de amigos beben cerveza Cristal mientras esperan sus pizzas hawaianas. Prefieren hablar de fútbol, Neymar, Cristiano Ronaldo o la pulga Messi.
“Da asco la manipulación política del gobierno al tema de las relaciones con Estados Unidos. No han escrito ni una coma para implementar algunas medidas que podrían favorecer a los dueños de negocios privados. No quieren apearse del trono. No desean que la gente viva de forma independiente y con un mejor nivel de vida. Mi consejo: marcharse de Cuba. Cuanto antes, mejor”, acota un muchacho con un peinado estrafalario.
En un parque de la barriada habanera del Sevillano, Daniel, militar retirado, cuida de su nieto montando bicicleta. “La gente no está conforme con el tratamiento que le ha dado el gobierno cubano a la política de Obama hacia Cuba. La mayoría quiere que acabe la tirantez. Estamos cansados del mismo disco rayado. Los cubanos quieren prosperar”, dice y enciende un cigarrillo Popular.
“Me pregunto si el gobierno piensa en el futuro. Para los más jóvenes, la Guerra Fría es historia antigua. Nuestras diferencias no son las suyas. La juventud cubana actual ve en Estados Unidos un referente estético y un modelo de vida”, comenta el ex militar.
Cuando se le pregunta por el tema de la democracia y los derechos humanos, hace un silencio profundo. “No creo que se pueda presionar a Raúl Castro con ese tema. ¿Que en Cuba no se respetan ciertos derechos políticos? Es verdad. Pero en el mundo, excepto en unas decenas de naciones, de una u otra forma también se violan los derechos humanos. Hay que esperar a que esta generación de gobernantes fallezca para que en este terreno haya una apertura. El gobierno tiene una última opción: subirse al tren y normalizar las relaciones. De no hacerlo, quedarán en evidencia con su pueblo, que ya está hastiado de todo”, afirma Daniel.
En una sala de navegación de internet en la parte antigua de La Habana, una empleada veinteañera que vende tarjetas para teléfonos móviles tiene su propia terapia para escapar de los vaivenes políticos.
“Por higiene mental no leo los periódicos. Prefiero alquilar ‘paquetes’ con novelas, seriales y películas. Mi meta personal es a corto plazo. Esta noche voy a salir con un ‘mango’ (chico) riquísimo que tiene carro y dinero, a disfrutar en una discoteca. Es mi presente y futuro. En Cuba no se puede coger luchar. Si no estos viejos (los Castro) te matan de un infarto”, apunta risueña.
Las buenas vibraciones que en muchos cubanos de a pie provocaron las noticias del 17 de diciembre, están siendo desplazadas por la indiferencia de siempre del régimen verde olivo. El deseo de un cambio radical que pudiera transformar sus vidas fue solo eso: una ilusión.
Iván García
Foto: Tomada de Cubanet.