El apagón llegó sin avisar. La familia de Daniel había planificado un día de playa. Desde bien temprano en la mañana prepararon comida ligera y varios pomos de jugo de mango y agua congelada.
Previendo que en el mes de agosto les van a subir el salario, Daniel y su esposa Sheila, profesores los dos, abrieron la billetera y empezaron a hacer planes. “Como nuestros dos hijos sacaron notas sobresalientes en la escuela, planificamos varias salidas. Los gastos extras saldrían del incremento salarial. El domingo fuimos a la playa. Hicimos el viaje en un almendrón, que hasta Guanabo el chofer cobraba dos cuc por persona”, comenta Daniel y añade:
“Pa’ que te cuento. La arena sucia, tremenda matazón si querías alquilar tumbonas y sombrillas. Broncas en la cola para comprar comida y cerveza. Al regreso tuvimos que pagar 10 cuc a un particular, porque las colas en la guaguas y en los taxis colectivos eran larguísimas. Los boteros se aprovechaban y te pedían cualquier cantidad de dinero. Lo peor no fue la jornada playera. Llegamos cansados, llenos de arena y locos por bañarnos, comer y descansar. Al llegar a la casa no había luz y no habían podido poner el motor del agua. Al filo de las once de la noche llegó la luz. De truco, brother. Tener un día feliz es muy difícil en este país”.
En Luyanó, barriada al sur de La Habana, en los días de apagones algunos vecinos sacan bancos, sillas o sillones a la acera y comienza abanicarse con cualquier cosa. Los niños corretean por las calles agujereadas a medio asfaltar.
Lucía, jubilada, le grita a sus nietos que no se alejen. Gorda, hipertensa y diabética, el calor sofocante le provocan sudores que le corren por todo el cuerpo. “Muchachos, jueguen a los escondidos por aquí cerca. No se vaya tan lejos, que se los va a llevar el hombre del saco”, grita de nuevo, tratando de intimidar a los niños.
Varios vecinos se agrupan a oscuras a la entrada de una cuartería. Los hombres practican el deporte nacional: beber ron barato de una botella, rotándosela entre ellos. Las mujeres hacen el recuento de sus penurias. “Sacaron una piñas buenísimas en el agro. Cada una costaba 12 pesos, pero estaban dulces y frescas”, dice una mujer.
Otra se queja constantemente. “Lo de esta gente (el gobierno) es una falta de respeto. Son unos mentirosos. Se comprometieron a que no habrían apagones en el verano y casi todos los días se va la luz tres o cuatro horas. Cuando tú llamas a la empresa te dicen que es una avería. En el noticiero el mismo cuento, que si el mantenimiento, que si una rotura imprevista, en fin, siempre con una historia distinta. Están en bancarrota y no quieren reconocerlo”, afirma una señora que trabaja en Hijas de Galicia, hospital materno-infantil.
Tamara, empleada en la Terminal de Ómnibus La Coubre, cuenta que aunque ya empezaron a funcionar los trenes con coches chinos destinados a las provincias orientales, «eso no ha impedido que exista impuntualidad en los viajes, lo mismo los trenes de Santiago de Cuba, Holguín o Bayamo. Llegan con dos y tres horas de retraso y en algunos no funcionaban los baños. Y eso que son nuevos, cuando pase un año será un desastre”.
Las críticas suben de tono. “Estos apagones son un abuso. Si ahora mismo aparecen las Damas de Blanco protestando en la esquina, verás que rápido ponen la luz”, comenta un señor. Una vecina propone organizar una protesta popular. “Caballeros, si sacamos los muebles pa’ la Calzada de Luyanó seguro nos ponen la luz”.
Lucía pone freno a la rebeldía invocando el miedo y la indiferencia de siempre entre los cubanos. “Señores pa’ qué quejarse. Esto no hay quien lo arregle, pero tampoco quien lo tumbe. Recuerden que las paredes tienen oídos”, señala, mientras abre los ojos y se lleva un dedo a la boca. Los vecinos deciden cambiar de tema de conversación y comienzan a hablar de colas para comprar comida y del calor asfixiante que provoca el polvo del Sahara.
Si por estos días usted recorre cualquier ciudad o batey de Cuba, notará que han regresado los apagones de larga duración. Los cubanos han comenzado a denunciar en las redes sociales los apagones que están teniendo lugar en la Isla, sobre todo fuera de La Habana. A través de las etiquetas #ReportoApagonCuba, #ApagonesProgramados y #ApagonesCuba, los ciudadanos reportan los apagones que el régimen niega.
La prensa oficial, nerviosa ante los reportes de la prensa independiente y las denuncias en las redes sociales, se vio obligada a informar. En el noticiero nocturno de la televisión, el ministro de Energía y Minas, Raúl García Barreiro, explicó que coincidió el mantenimiento programado de una central eléctrica en Cienfuegos, con averías imprevistas en las termoeléctricas de Nuevitas, Mariel y Matanzas. Al final, como siempre, la nota periodística era optimista y anunciaba que para el fin de semana se normalizaría el servicio eléctrico. Habrá que esperar.
Dylan, obrero de la empresa eléctrica, opina que la actual situación es un poco de todo. «Y va desde la ausencia de mantenimiento riguroso y de calidad en las centrales eléctricas hasta la falta de equipamientos de repuesto suficientes, malas condiciones de trabajo y escasez de combustible, que no alcanza para generar el aumento eléctrico que debido al intenso calor y las vacaciones escolares se suceden en el verano”, subraya y agrega:
“La generación eléctrica en Cuba se hace con combustible nacional. Su producción cubre solo un 60 o 70 por ciento y la otra parte se importa. Normalmente viene de Venezuela, pero en estos momentos, con el gardeo existente por las medidas impuestas por Trump, a los barcos que importan petróleo venezolano el panaorama se complican”.
Nuria, ama de casa, afirma que “hay apagones desde marzo, pero eran intermitentes. El gobierno tiene que dar la cara y decir la verdad. Y comenzar a programar e informar de los apagones, para que las familias sepan los horarios en los cuales deben tratar de realizar sus labores domésticas”.
Varias personas informaron a Diario Las Américas que fuera de la capital los apagones son más extensos y frecuentes. Luis, residente en Mayarí, manifestó que “desde abril en su pueblo vienen ocurriendo apagones. Como promedio duraban una hora, pero en junio comenzaron a extenderse y pueden durar de tres a seis horas”.
Un funcionario de la empresa eléctrica reconoce que ha habido apagones en “casi todos los municipios y zonas del país. Tratamos de no afectar las zonas donde hay centros de producción y hospitales”.
Mientras, los cubanos afrontan un verano extremadamente caluroso. “Estos calores no hay quien los soporte. Debieran darnos un permiso especial para pasarnos esta época del año en Finlandia, Suecia, Noruega o Dinamarca. No es traición a la patria, es un problema climático”, dice risueño Oscar, estudiante universitario.
Al calor se suman las colas bajo el sol en busca de comida y la burocracia. “Hace una semana, en una tienda los estantes estaban desabordados de aceite y no había nadie. Quise comprar cuatro botellas y la cajera empecinada me decía que eran dos por persona a pesar que no había un alma en la tienda», recuerda Sergio, jubilado.
Las opciones recreativas para este verano siguen siendo pocas. Mucha tele, alquilar seriales y novelas o hablar con los vecinos en la esquina del barrio. “Si vas a un teatro o al cine, el aire acondicionado está roto. Y si quieres tomarte una cerveza en una cafetería estatal está caliente. Lo mejor es quedarse en casa”, aconseja Josuan, barbero.
Y es que en Cuba las cosas nunca son fáciles.
Iván García
Foto: Apagón en La Habana en julio de 2019. Tomada de El Toque.