Incluso uando cae la tarde, el sol sigue castigando con fuerza una pequeña playa ubicada en la zona posterior del Hotel Comodoro, en la barriada habanera de Miramar, donde una decena de turistas se bañan en las quietas aguas del Océano Atlántico o descansan relajados en tumbonas azules y blancas.
El centro comercial del hotel capitalino está concurrido. No importa los más de 30 grados a la sombra, una humedad relativa anestesiante y la horrible sensación térmica de que la canícula abrasa. Ni siquiera los precios de infarto detienen a la gente en sus compras. Beberse un mojito en el boulevard del Comodoro es el equivalente a dos días de trabajo de un médico especializado. Pero el verano es el verano.
Diana, una dependiente amable, cuenta que una hora antes de iniciar la jornada laboral, tuvieron una reunión para debatir el anteproyecto de la futura Constitución. Aunque la propaganda del régimen no se cansa de divulgar sobre la próxima Carta Magna, Diana confiesa que “ni siquiera se había leído el mamotreto, que antes de empezar el análisis lo repartieron en un folleto. Algunos compañeros se leyeron a la carrera los primeros artículos. Otros, la mayoría, fueron a la reunión a cumplir con una rutina”, dice y añade:
“A mí esas cosas no me importan. De la otra Constitución no sabía nada y de la nueva, lo que sé es el chisme que hay en la calle por el tema del matrimonio homosexual y la aceptación por parte del gobierno del trabajo privado. La novedad es que en nuestro debate estuvo presente la televisión. Hicieron numerosas tomas del encuentro y después entrevistaron a varios de los presentes. Todos dijeron lo que el gobierno quiere escuchar. La cosa no se calentó. La gente no quería demorarse y comenzar a trabajar cuanto antes, pa’ buscarse una calderilla que ayude mantener a la familia. La Constitución la aprobarán, gústenos o no. No vale la pena marcarse de conflictivo criticándola”.
El 13 de agosto, día simbólico para el neo castrismo, pues ese día, en 1926, nació Fidel Castro, fundador del proyecto autocrático más antiguo del continente americano, comenzaron «los análisis de la futura Carta Magna entre los colectivos laborales, estudiantiles, intelectuales y campesinos de todo el país”, destacaba orgulloso el aburrido periódico Granma. Los debates se efectuarán hasta el 15 de noviembre, fecha que este año coincide con el 499 aniversario de la fundación de La Habana.
Aunque en el exterior se tiene la percepción de que en la Isla la indiferencia política y el miedo mantienen a los cubanos con la boca cerrada ante hechos represivos del régimen, el contexto actual de Cuba no se puede delinear en blanco y negro. Existen matices. Ya no vivimos en la década de 1970, cuando al ritmo de consignas partidistas y una disciplina social al estilo norcoreano, un 98 por ciento del pueblo votó a favor del engendro jurídico instaurado en 1976, un calco de la Constitución soviética de 1936.
Desde luego, todavía hay recelos. Automatismos creados después de 60 años de un gobierno de ordeno y mando. Y un alto porcentaje de los ciudadanos no quieren ser tildados de ‘contrarrevolucionarios’, un poderoso cuño estatal que te borra como persona. Pero la gente ya no se calla.
Delante de los micrófonos del régimen repiten de carretilla la narrativa oficial. Pero en el asiento trasero de un taxi colectivo, la cola de una bodega o en la esquina del barrio, sueltan la lengua y expresan francamente sus opiniones.
Esa franqueza no se ha traspolado al escenario público. En las redes sociales, por ejemplo, donde los internautas nacionales aumentan por día, el debate sobre la Constitución es de altura.
Roger, estudiante universitario, reconoce que “a pesar de que la polémica virtual no llega a todos los cubanos, resulta muy interesante. En Facebook y otros foros, el intercambio de opiniones y las críticas suelen estar subidas de tono. Se dicen las cosas por su nombre. No se ve ese culto a la personalidad hacia Fidel Castro que a diario sufrimos quienes vivimos en Cuba. Es cuestión de tiempo que esos debates se trasladen a nuestra vida cotidiana”.
Según Roger, muchos internautas muestran sus desacuerdos con varios acápites de la nueva Constitución. Y como ejemplos menciona que «el partido comunista se encuentre por encima de la Carta Magna, el artículo 349 que amordaza a los intelectuales, no poder discutir entre la población el sistema que deseamos y su perpetuidad. O algo que parece terrible, el apartado sobre la traición a la patria y la autorización a los ciudadanos a luchar incluso con armas para defender el sistema. Eso es altamente preocupante, porque legaliza una futura confrontación entre fuerzas leales y aquéllas que se opongan al gobierno. Una carta blanca para desatar una guerra civil”.
Mientras en colectivos laborales como el del Hotel Comodoro, las reuniones han sido puro formalismo, “la gente ha venido con el látigo en la mano. En el encuentro efectuado en mi centro, varios trabajadores hablaron al duro y sin guante. Dijeron que el matrimonio gay está lejos de ser la prioridad principal de los cubanos, que los cubanos queremos mejores salarios, que bajen los precios en las tiendas por divisas, que reunifiquen la moneda, tener servicios públicos de calidad, acceso a viviendas decorosas y sí, instaurar reglas democráticas en la sociedad, pero de verdad, no una pantomima”, señala Mario, ingeniero de ETECSA.
Aunque las penurias materiales, el alto costo de la vida y los deseos de emigrar siguen prevaleciendo entre los cubanos, un segmento considerable de la ciudadanía no descarta un debate honesto sobre las limitaciones y contradicciones de la futura Constitución. Es que hoy en Cuba los descontentos se cuentan por miles.
Iván García
Foto: Tomada de Isla local.