El puesto 69. Ése es el que Cuba ocupa en el Índice de Percepción de la Corrupción 2010, recientemente divulgado por Transparency International. Comparte la misma puntuación, 3.7, con Brasil, Montenegro y Rumanía. La isla descendió ocho escalones: en la medición de 2009, ocupaba el lugar 61, con 4.4 puntos.
Cuando se lo digo a Daniel, 39 años, desempleado, afirma: “Deben haber hecho ese informe sin haber puesto un pie en Cuba». Lo dice por experiencia propia. En un terreno perteneciente a su familia, construye una casa con carácter de arrendatario. Tres veces por semana por el lugar pasan inspectores del Instituto de la Vivienda.
Quizás, el organismo campeón de la corrupción en la isla. Están a la caza de cualquier irregularidad. Si te pillan, te sacan dinero. Ya Daniel ha desembolsado 1,200 pesos convertibles (1000 dólares) en una serie de trámites burocráticos.
Los funcionarios son insaciables, siempre quieren más. Se ha convertido en algo habitual. Das plata y miran a otro lado. La corrupción en Cuba no es un mal pasajero. Es un fenómeno endémico y está enraizado en el sistema socialista.
Si vas a permutar, reparar tu morada o construir una casa, prepara el bolsillo. Por los cauces legales, una simple tramitación puede demorar años. Pero si con disimulo enseñas un billete de 100 pesos convertibles, dólares o euros, enseguida todo se resuelve.
El personal que labora en las dependencias del Instituto de la Vivienda suelen durar en sus puestos de trabajo lo que un merengue a la puerta de una escuela. Genoveva, 54 años, una mulata gorda, conoce como nadie el manejo de los hilos de la corrupción. Trabajó en una oficina de la Vivienda.
“El tráfico con propiedades y terrenos es tremendo. Las personas que abandonan definitivamente el país, son objetivo el central de los inspectores. Las buenas residencias pasan a una bolsa estatal, no se les entregan a familias que perdieron su hogares por el paso de un ciclón. Por debajo de la mesa se lucra con ellas, casi siempre se las otorgan a dirigentes del partido o de algún ministerio”, cuenta Genoveva, quien perdió su empleo por un rifirrafe a la hora de entregar una de esas casonas.
“Casi todos los que trabajan en Vivienda y tienen poder de decisión, están detrás del tráfico de influencia y el dinero. Un asesor me había ofrecido una alta suma por esa mansión. Cuando el negocio parecía amarrado, se apareció un gerifalte, que la deseaba para una de sus queridas. El lío que se formó me costó el puesto”, recuerda.
De su paso por el Instituto de la Vivienda, Genoveva obtuvo una buena casa y dinero suficiente para montar una “paladar” (restaurant particular). Además de ofrecer comidas, a parejas discretas alquila habitaciones a 15 pesos convertibles la noche.
La cadena de corrupción va más allá de las viviendas. Abarca todos los niveles. Desde un policía de tránsito que te detiene para multarte, y cuando lo «tocas» (le das dinero) rompe la multa, hasta un especialista que después de hacerle un “regalo”, te consigue un turno para hacerte una tomografía axial.
Daniel no se acaba de creer que Cuba ocupe un «sitio tan alto» en ese reporte mundial. “Qué va, eso no puede ser. No hablo por hablar. Lo digo por mí». Y es que él a diario es víctima de esa sanguijuela llamada corrupción.
Iván García
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