El antiguo central azucarero Hershey, situado en Santa Cruz del Norte, a unos 35 kilómetros de La Habana, ahora mismo es un pueblo fantasma. Después de la lluvia vespertina, en la calle aún mojada, varios muchachos juegan fútbol con un balón desinflado. En una esquina, dos tipos beben aguardiente barato. Una mulata vocea que vende tamales calientes a dos por cincuenta pesos.
Reinaldo, obrero jubilado, alza la cabeza y mira al cielo encapotado. Un rayo se dibuja en la distancia. Está sentado en el portal del barracón, otrora parador de descanso de los empleados del central. “No tenía nada que envidiarle a un hotel de ciudad. El poblado de Hershey era una joya. Los bungalows donde vivían los ingenieros y los jefes eran iguales a los de cualquier barrio de clase media alta en Estados Unidos”.
Ahora el barracón es un albergue de orientales que huyen de la miseria e intentan probar suerte en la región occidental del país. Y el viejo central un amasijo de hierros oxidados cercados por la maleza. Si Milton S. Hershey, el rey del chocolate, como es conocido por haber creado en Pennsylvania The Hershey Chocolate Company reviviera, se espantaría del lamentable estado del ingenio y el pueblo que fundó en 1918 con su apellido.
El central Hershey dejó de moler en el 2000. Ese año, Fidel Castro, el padrecito de la patria para sus seguidores y la peor calamidad que ha tenido que sufrir Cuba para sus adversarios, ordenó cerrar cien centrales azucareros, en activo quedaron 56. En 2022, solo 39 están moliendo. El resto forma parte del museo de la desidia. Son un espejo, uno más, del fracaso de la revolución cubana.
Cuando cerró el central Hershey, cuenta Reinaldo, “la gente lloraba. Toda la vida trabajando en el ingenio, acostumbrados a escuchar la sirena y el olor de la melaza. Éramos 1,200 personas que de una forma u otra dependíamos del central. Muchos se fueron del batey. Los que se quedaron, tuvieron que reciclarse a la fuerza. Algunos sobreviven vendiendo ajo, cebolla y pescado. Otros beben alcohol o matan vacas y caballos y venden la carne. Ya no se elabora raspadura ni guarapo por falta de azúcar y de caña. El tren eléctrico de Hershey, que en una hora te llevaba a La Habana, hace tres años que no funciona”.
El desastre de la industria del azúcar en Cuba es dramático. Desde 1911 a 1958 la producción azucarera fluctuaba entre cuatro y siete millones de toneladas.
“Eran zafras que rara vez demoraban tres meses y medio. La productividad por hectárea estaba entre las mejores del planeta. A nivel de Hawai o cualquier potencia azucarera de entonces. Era una joya. Su eficiencia estaba entre las líderes mundiales. Con la llegada de Fidel Castro al poder en 1959 comenzó el lento declive de nuestra primera industria. Los disparates y el voluntarismo se sucedieron a granel. La falta de piezas de repuesto para las maquinarias de los ingenios y la insuficiente capacitación del personal técnico en los centrales, quienes ocupaban puestos importantes gracias su lealtad política, fue minando la industria azucarera. Fidel, en su megalomanía, se involucró en el sector a base de autoritarismo. Sus planes y delirios hicieron mucho daño. Por puro capricho, sustituyó la variedad que se sembraba en los campos cubanos, muy resistente a plagas y con alto volumen de sacarosa. La zafra de los diez millones en 1969-1970 fue el tiro de gracia. Esas secuelas aun le están pasando factura a la producción de azúcar en Cuba”, detalla un experto consultado.
De los 161 centrales que existían en Cuba en 1958, el 62% sus dueños eran cubanos y 37% pertenecía a firmas estadounidenses. Según el experto, antes de 1959, el rendimiento promedio por hectárea rondaba las 60 toneladas de cañas. “Los hacendados más productivos superaban las 80 toneladas. Los rendimientos en los últimos 21 años han caído estrepitosamente. De 44 toneladas de caña por hectáreas en 2014 a 22 y 24 toneladas de caña por hectárea en la última zafra de 2022”, indica el experto.
El rendimiento industrial antes de 1959 era 13,3% y ahora los mejores ingenios no superan el 9%. El cierre de más de cien centrales decretado por Castro se denominó Tarea Álvaro Reinoso. Más que un disparate fue una negligencia criminal. Provocó el desempleo o cambio de puesto laboral a casi cien mil obreros. Y el costo económico para el país ha sido oneroso.
Gustavo, economista, argumenta que “a precios actuales, con una tonelada de azúcar entre 561 y 595 dólares, si hubiéramos tenido una zafra de 6 millones de toneladas azúcar, la economía nacional hubiera ingresado más de tres mil millones de dólares, cifra igual o ligeramente superior al de la industria turística en sus mejores momentos. Con una ventaja: los beneficios de la zafra azucarera son muy superiores al turismo, donde la ganancia por peso invertido es de 30 centavos, o tal vez menos, ya que la mayoría de los insumos son importados. En la producción de azúcar se importan fertilizantes, combustibles y piezas de repuestos de maquinarias, pero al tener un mercado asegurado, con una producción y rendimiento promedio, sin llegar a la excelencia, las ganancias superarían los dos mil millones de dólares”, explica y añade:
“Estoy hablando de un escenario donde Cuba produjera 6 millones de toneladas, que si hubiéramos invertido en la modernización de los centrales y Fidel no hubiera tirado por la borda a nuestra principal industria, probablemente la producción actual se acercaría a los 12 millones de toneladas de azúcar. Brasil, el mayor productor de azúcar, produce 28 millones de toneladas, más de treinta mil millones litros de etanol de caña de azúcar y genera otros miles de millones de dólares en producir muebles de madera de bagazo, fertilizantes, comida animal y produce 12 mil megavatios de electricidad a partir del bagazo de la caña”.
Evelio, ex funcionario del desaparecido ministerio del azúcar, opina que la “industria azucarera es altamente rentable. No es solo la producción de azúcar, que su precio fluctúa en el mercado mundial, es que la producción de etanol, que Fidel descartó por falta de visión, y con los altos precios del petróleo en la actualidad, hubiera sido otro rublo exportable o serviría para sustituir la exportación de gasolina. Además la biomasa del bagazo de caña, junto a otras fuentes de energías renovables como la solar y la eólica, podrían estar produciendo el 60 por ciento de la generación eléctrica en Cuba. Sin contar el uso del alcohol de caña para la elaboración de ron. No había que abandonar la industria azucarera para potenciar el turismo. Al contrario. La dos industrias se complementaban y las dos podrían generar miles de millones de dólares”.
Según especialistas en el tema, el gobierno jugó mal sus cartas. La zafra que concluyó el pasado mes de mayo solo cosechó el 52% del azúcar pronosticado. De una producción prevista de 911.000 toneladas de azúcar, solamente se elaboraron 431.000 toneladas. Esa cantidad es inferior a las 700.000 toneladas de azúcar que consume el mercado interno. “Es la zafra más baja que tengo conocimiento en los últimos ciento veintisiete años. Creo que durante la guerra de independencia en 1895 se produjo una cantidad parecida. Esta zafra, desde luego, solo genera pérdidas, pues las divisas invertidas en comprar combustibles, fertilizantes y piezas para maquinarias no se van a poder recuperar. Incluso, para suplir el consumo interno, el gobierno tendrá que importar azúcar. No sería la primera vez. Ya en 2001, 2017 y 2018 se importó azúcar de Francia y pequeñas cantidades de Brasil”, subraya Evelio.
Un administrativo de Comercio Interior, institución que gestiona la longeva libreta de racionamiento, de “continuar el déficit de divisas es muy probable que la cuota de azúcar por persona se reduzca de seis libras a cuatro”. En el mercado informal, la libra de azúcar blanca se vende entre 50 y 60 pesos.
Olga, emprendedora privada que elabora dulces, expresa que “hace más de un mes estoy parada por falta de azúcar y huevos. Hay quien me vende el azúcar en 70 u 80 pesos la libra. He tenido que subir los precios tres veces en un año debido a la escasez y la inflación. Cada vez que subo los precios pierdo clientela. Ya las cuentas no me dan”.
Reinaldo, el operario jubilado del antiguo central Hershey, no puede explicar qué ha pasado con la producción azucarera en la Isla: “Esa industria era nuestro orgullo nacional. Me ofende mucho cuando escucho a las autoridades culpar del desastre al bloqueo. Hasta en el Período Especial se producían tres o cuatro millones de toneladas de azúcar”.
El 60% del azúcar que contenía el chocolate en barras y la leche condesada que consumían las tropas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial se elaboraba en algún ingenio de la Cuba profunda. Con la producción actual de azúcar, los cubanos ya no pueden beber ni guarapo frío.
Iván García
Foto: Estado en que se encuentra la que fuera la planta eléctrica del antiguo central Hershey. Tomada de CiberCuba.