Fue un Black Friday diferente. Si la mañana después del Día de Acción de Gracias marca el inicio de las rebajas navideñas en Estados Unidos, cuando la gente hace largas filas para adquirir electrodomésticos, ordenadores y ropa, el viernes 22 de abril en Cuba, fecha señalada por el Estado verde olivo para una disminución del 20% en una lista de 71 alimentos y confituras, no hubo colas ni las ventas se dispararon.
Como es habitual, en Brimart, mercado de alimentos por divisas en el populoso municipio 10 de Octubre, al sur de La Habana, las empleadas abrieron quince minutos después de la hora de apertura.
Afuera, siete personas esperaban. Cuatro conocían de la rebaja de precios en el pollo y el picadillo de res, pero pensaban comprar lo mismo de siempre, que en el caso de Mireya, ama de casa, consistía en “un kilogramo de muslo y contramuslo de pollo, dos paquetes de picadillo de pavo, y si hay, pues está perdido, tres bolsas de yogurt natural batido. Con los 0.70 centavos que me ahorro por la rebaja del pollo y el picadillo de pavo le compraré una golosina a mi nieta”.
Arnaldo, carpintero, supo de las rebajas antes de entrar a la tienda. “Voy a comprar pollo, picadillo de res, aceite, detergente y jabones. Con lo que me sobre, incluiré uno o dos Planchao (pequeños envases de cartón con un cuarto de botella de ron). La única manera de desconectar en este país es curdeando y viendo el Paquete”.
Del listado de productos rebajados, en Brimart solo habían muslos de pollo, pollos enteros, picadillo de res y litros de aceite. El desabastecimiento era notable. Los anaqueles estaban llenos de botellas de ron, whisky, vinos, cervezas, latas de puré de tomate y pomos plásticos de aceite vegetal.
“Esperaba que hubiera un mejor surtido. Pero todo sigue pelao, como antes. Mucha gente está contenta con la rebaja, es positiva para la economía familiar, pero la realidad es que le bajan los precios a artículos que se venden en una moneda a la cual todos no tienen acceso”, comenta Olga Lidia, trabajadora estatal.
Rachel, empleada del mercado, aclara que estaban esperando el arribo de una amplia variedad de enlatados, galletas y embutidos, pero “según el gerente, no han llegado por problema de transportación”.
En la planta baja de Centro Comercial de Carlos III, había más personas comiendo hamburguesas o bebiendo cerveza dispensada, que en las áreas destinada a los alimentos. En la parte de cárnicos y quesos, un señor con el ceño fruncido, miraba los precios.
“Qué hijos de puta son (los gobernantes). Bajan unos centavos el picadillo y el pollo, la comida de los pobres, pero la carne de res, el pescado bueno y los quesos importados siguen costando un ojo de la cara”, dice enfadado.
Noel, economista, cree que esta nueva medida tiene un carácter populista. “Es más política que otra cosa. Ellos saben del disgusto de la gente en la calle. Y efectuaron una rebaja que no le hace ni cosquilla a los gravámenes entre un 240 y 400% que tienen las mercancías que se venden en pesos convertibles. Estas rebajas del 20 por ciento es para frenar el descontento”.
Susana, profesora, aunque aprueba la rebaja, afirma que no le beneficia. “Los maestros ganamos entre 500 y 600 pesos (20 a 25 dólares) y ese dinero apenas alcanza para comer. El gobierno debería pensar en subirle el salario a los educadores y bajar el precio de los electrodomésticos”, señala, mientras observa una lavadora automática que cuesta 757 cuc, el salario de tres años de una maestra de primaria.
Gilberto, jefe de almacén en una tienda del reparto Flores, en Miramar al oeste de la capital, no puede asegurar que siempre se encuentren a la venta los productos rebajados.
“Porque la demanda supera a la oferta. Y por lo general los dueños de negocios gastronómicos y de hospedajes compran por grandes cantidades. Todo hace suponer que el Estado aplicó está rebaja teniendo en cuenta el inventario de sus almacenes”, señala Gilberto.
Selma, propietaria de una cafetería, no piensa que van a bajar los precios de venta en los particulares que ofrecen comidas.
“Si se mantiene el surtido de los alimentos rebajados y gradualmente se rebajan otros artículos, entonces bajarían los precios en negocios familiares. Pero hay que esperar, pues en Cuba se aplican rebajas de cosas que después no se mantiene el suministro, como la papa, que empezaron a venderla por la libre y ahora solo se puede comer una vez al año”, subraya Selma.
En varias tiendas habaneras por moneda dura, se mantenía el desabastecimiento de los últimos diez meses. Pechuga de pollo, yogurt y queso de producción nacional escasean en casi todos los mercados.
Dariel, jefe de piso de un comercio en la zona antigua de la ciudad, ve el vaso medio lleno. “Se comenta que al puerto arribarán buques cargados con alimentos y cosas para vender en las tiendas”.
Y es que en Cuba siempre están esperando un barco.
Iván García
Foto: Tomada de El Nuevo Herald.