Si se analizan los 56 años de autocracia verde olivo, utilizando estadísticas o resultados palpables que demuestren progreso, la respuesta puede ser desconcertante.
Un inventario de la economía cubana en los últimos 25 años y un análisis serio de las estadísticas comparativas, confirmarían la tesis que el régimen verde olivo nos ha vendido humo.
Si damos crédito a los datos oficiales sobre el crecimiento del PIB, como los obtenidos durante tres años seguidos (11,8% en 2005, 12,5% en 2006 y 7,3% en 2008), los índices económicos de Cuba estarían al nivel de los tigres asiáticos. Los supuestos logros solo los ve el diario Granma y EcuRed, la Wikipedia criolla, de donde tomamos esas cifras.
La vida real nos dice todo lo contrario. Repartos-dormitorios sin un trazado urbanístico coherente, con edificios feos y de baja calidad constructiva. Una autopista que lleva 40 años sin terminarse. Y una capital que es el retrato perfecto de la destrucción de una ciudad.
Los tres logros de Fidel Castro, educación ideologizada, salud universal y deportes, andan en franco retroceso.
«En la Cuba del siglo XXI no se produce ni un cepillo de dientes. Hay que invertir más de 2 mil millones de dólares en exportar alimentos, a pesar de tener amplias franjas de hectáreas de tierras sin cultivar», dice Anselmo, viejo torcedor de tabaco.
Pero si la economía es un manicomio, con frenos arbitrarios del Estado y un cártel casi mafioso que la utiliza para su provecho, en materia política los hermanos Castro tienden un doctorado.
Ninguna nación pequeña y pobre en el mundo, con un ejército armado de ripios y antiguallas desfasadas, ha logrado conquistar otro país en la historia de la humanidad. En su tiempo, Inglaterra, Bélgica, Holanda y Portugal tenían poderosas flotas y economías sólidas.
Cuba ni lo uno ni lo otro. Pero ha sido capaz de conquistar a Venezuela sin disparar un tiro. A pesar que el país sudamericano tiene el triple de habitantes que la Isla y posee grandes reservas de petróleo.
Ideológicamente hablando, el gobierno de Nicolás Maduro está atado umbilicalmente al Palacio de la Revolución en La Habana. El régimen cubano siempre ha sido más político que económico.
Ha sabido tejer una red de alianzas con naciones del Tercer Mundo vendiendo una narrativa de soberanía y prestando servicios médicos y asesoría en ramas científicas, deportivas, técnicas y militares.
Según, Luis Manuel, graduado de una universidad soviética, «las reglas de juego económicas aprendidas por nuestros dirigentes en la URSS eran anacrónicas y nunca funcionaron. Pero el legado de la KGB y de la STASI del maestro de espías Marcus Wolf, sirvió para apuntalar la inoperante economía. En particular a los servicios especiales, expertos en manipular, colonizar espacios democráticos y el arte de reprimir».
Las estructuras del Estado, con un Parlamento uniforme que jamás ha tenido un voto en contra de alguna propuesta del ejecutivo, sin elecciones libres para elegir presidente, con un solo partido y sin tribunales ni sindicatos independientes, están diseñadas para impedir las discrepancias.
En opinión de Tamara, profesora jubilada, «esa sociedad civil de la que ahora se está hablando en Cuba es puro cantinfleo». Y tiene razón.
Todos los intelectuales, religiosos y académicos están integrados en asociaciones aupadas por el Estado. Y se han convertido en una herramienta útil que el gobierno utiliza como vector propagandístico o en solidaridad con sus aliados, como es el caso ahora de Venezuela.
Después de recibir el visto bueno gubernamental, lanzan iniciativas, firman declaraciones públicas u organizan pachangas y movilizaciones en “apoyo a la revolución”. Sus sedes pertenecen al Estado y sus revistas, congresos o reuniones dependen del erario público.
Los dos únicos sectores con voz propia en Cuba, aunque de escasa repercusión dentro del país, son la disidencia y el periodismo independiente. Para estar a la moda, Raúl Castro colonizó el término ‘sociedad civil’ y le dio luz verde a decenas de organizaciones ‘independientes’, que ya se alistan para asistir al foro social previo a la VII Cumbre de las Américas, el 10 y 11 de abril en Panamá.
Con apoyo financiero del Estado y de otros países, que pagarán el billete aéreo y el hospedaje, un sector de esa ‘sociedad civil’ controlada por el castrismo, se dará cita en la capital panameña.
Será una batalla interesante. En la otra acera, pagados por fundaciones privadas o el gobierno de Estados Unidos, acorde a la hoja de ruta implementada por Obama el 17 de diciembre, acudirán también opositores, quienes pretenden dar a conocer la represión y falta de libertades políticas desde hace más de cinco décadas en Cuba.
Siempre resulta sano que bandos discrepantes se sienten a charlar sin insultarse. Es un signo de cultura, tolerancia y modernidad. Pero estos debates debieran celebrarse en La Habana y no en otra nación.
Cuando los cubanos de cualquier tendencia política, divididos por el discurso del miedo tan bien administrado por los Castro, se decidan a escuchar a su adversario, podremos entonces negociar civilizadamente el futuro de nuestra patria.
Si esa ‘sociedad civil’ patrocinada por el régimen, recurriera a las descalificaciones y oídos sordos contra los disidentes que asistan a Panamá, sería una señal de que el gobierno de Cuba va a seguir apostando por anular al contrario e hipotecar el futuro.
Piensen como piensen y residan donde residan, los cubanos debemos aprender a convivir en armonía. Y dejar de una vez y por todas, de ser extranjeros en nuestra propia tierra.
Iván García
Foto: El Centro de Convenciones de Atlapa, sede de la VII Cumbre de las Américas, el 10 y 11 de abril de 2015, está ubicado en el corazón de la ciudad de Panamá, a solo ocho minutos del Aeropuerto Internacional. Tiene 19 salones de reuniones a prueba de ruidos, con múltiples entradas, paredes móviles y mobiliario intercambiable. El alma artesanal panameña está presente en su decoración: coloridas chaquiras elaboradas por los indios guaymíes; tambores, flautas rituales, originales molas de los indios kuna y esculturas, trenzados de yute y cestos de las regiones montañosas, contribuyen a embellecer los interiores del centro principal de convenciones de Panamá. Cuenta, además, con salones de prensa, oficinas para organizadores de eventos y centro de reproducción Offset. Un área de servicios turísticos sirve de apoyo a reuniones, recepciones y registro de delegados, entre otras labores. La Plaza de las Banderas, adornada con una exhuberante vegetación tropical, puede ser utilizada para exhibiciones, presentaciones folclóricas y otros eventos al aire libre (TQ).