Cuando cae la noche en el barrio de Atarés, municipio Cerro, a diez minutos del centro de La Habana, Leticia, 55 años, peluquera, cierra una reja de barrotes y pone tres pestillos de acero niquelado detrás de la puerta.
Luego activa la alarma y una cámara de vigilancia instalada en la entrada de su casa. “Como está la delincuencia en Cuba, cualquier medida de seguridad que tomes para proteger tu propiedad es poca”, dice, mientras sazona un trozo de pechuga de pollo antes de introducir en el horno.
A lo lejos se escucha un toque de tambor en una fiesta de santería, el bullicio de varios jóvenes que juegan dominó y los pregones grabados de un vendedor de tamales que, cansado de dar pedales, se sienta en el portal de un antiguo cine en la Calzada de Monte.
Atarés parece una zona de guerra. Calles destrozadas y chorros de agua que brotan de las cañerías rotas. Es un barrio esencialmente de casas bajas construida entre los años veinte y treinta del siglo pasado. Abundan las cuarterías y la mayoría de sus residentes son negros y mestizos.
Las broncas son habituales. Los agravios se dirimen a golpes, navajas o pistolas, de acuerdo a su gravedad. Y el ron se bebe como si fuera agua. Existen códigos no escritos sobre el comportamiento en la comunidad. Los vecinos llaman a la policía solo cuando hay un muerto de por medio. Los trapos sucios se lavan en casa y la justicia se suele gestionar de manera personal.
Leticia, quien nació y se crió en Atarés, cuenta que «antes los delincuentes no robaban ni agredían a la gente del barrio. Ahora un día sí y otro también te enteras de un atraco o un asalto para quitarle el dinero o el teléfono móvil a alguien. Los jóvenes no quieren trabajar. Muchos varones se inician en el ñañiguimos y muechas hembras se prostituyen”.
El mercado ilegal funciona a todo gas. Y las ventas de drogas y sicotrópicos son el negocio más lucrativo de la zona. “Se vende marihuana, melca, pastillas, en fin, cualquier cosa pa’ponerte rico”, señala Emilio, un tipo de pinta patibularia que ha estado la mitad de su vida preso.
Yoislen, dueña de una pequeña cafetería, apunta que nadie “quiere comprar o permutar para barrios como Atarés, El Pilar o Carraguao. La gente dice: ‘Solavaya, esos guetos son calcañal de indígena’. En estas barriadas, aunque una casa esté bien conservada, difícilmente puedas venderla en más de 10 mil dólares”.
Amaury, conocido como en el barrio como Matute, dice que si “en la prensa cubana existiera crónica roja, los robos, hechos de sangre y asaltos que pasan en Atarés llenarían la página de un periódico. En la última semana hubo cuatro robos en viviendas, media docena de fachos en tenderas, dos asaltos para arrebatar una cadena de oro y un tipo que le cayó a machetazo a su jevita porque le estaba pegando los tarros. Y no te cuento las broncas por tipos que estaban disparando-masturbándose-o por estafas para no cansarte”.
El desabastecimiento generalizado y la creciente violencia son los temas que más preocupan a la población en Cuba. La revista oficial Bohemia realizó una encuesta y el 92% de las personas coinciden en admitir que perciben un incremento de los delitos violentos en los dos últimos años en el país, una realidad que las autoridades se resisten a aceptar, pese a la evidencia y abundantes testimonios en las redes sociales al respecto.
La impunidad contra la delincuencia también alarma a los ciudadanos. El 48,9% de los participantes en el sondeo fueron victima de delitos. Y un 73,4% de los afectados dijeron que no han encontrado solución alguna por parte de las autoridades.
La Habana es la provincia que registra mayor aumento de delitos violentos. En los diez meses que han transcurrido de 2023 se han conocido 76 feminicidios y “los decesos por eventos de intención no determinada, que pudiera incluir algunos asesinatos sin esclarecer, sí ha sufrido un aumento significativo, (de 185 defunciones en2011 a 544 en 2021 y 495 en 2022)”, precisa la publicación estatal.
Las familias blindan sus propiedades cómo si fueran búnkers. Jaime, herrero, explica que “el negocio de hacer rejas para ventanas y puertas es bastante lucrativo. La gente que tiene mucho dinero paga cientos de miles pesos. Y los que tienen poco también refuerzan sus casas, porque los ladrones les roban a ricos y pobres. He realizado trabajos a dueños de MIPYMES que en una habitación de su vivienda construyem una especie de caja de caudales para guardar los billetes, pues nadie en Cuba confía en los bancos”.
A menos de dos kilómetros del domicilio de Leticia, en el barrio de Atarés, en el hospital La Covadonga, en la Calzada del Cerro, el domingo 19 de noviembre falleció el preso político del 11-J Luis Barrios Díaz, de 37 años. Carlos Hernández, cuñado de Barrios, denunció que “los directivos de la prisión 1580, enclavada en el municipio San Miguel del Padrón, al sureste de La Habana, han cometido un asesinato”.
Según Hernández, el pasado 14 noviembre “su cuñado Luis tuvo visita y unos amigos fueron a visitarlo. Cuando llegaron, vieron que estaba deteriorado de salud, que estaba muy mal. Él le dijo a esos amigos que lo habían llevado al hospital Miguel Enríquez y que le habían dado orden de ingreso, pero que los guardias que lo llevaron dijeron que ellos no tenían gasolina para llevarlo y que en el hospital no había antibióticos para tratarlo”. Supuestamente por esas razones, los guardias devolvieron a Barrios a la prisión.
La violencia del régimen contra los disidentes es de vieja data. Desde enero de 1959 a la fecha, más de 300 opositores al castrismo han sido fusilados y otros miles encarcelados sufriendo malos tratos y golpizas.
Leticia supo de la muerte de Luis Barrios Díaz mientras cocinaba. “Estaba navegando por las redes sociales cuando leí la noticia. Qué horror, machucan a los disidentes y tienen al pueblo pidiendo el agua por señas. Lo de esta gente (el régimen) no tiene perdón de Dios”.
Dos días antes del jueves 23 de noviembre, Día de Acción de Gracias (Thanksgiving Day) en Estados Unidos, Cosme, 67 años, hablaba por video llamada con sus hijos en Miami. “Me mostraban por el teléfono el mercado abarrotado de comida y un pavo grandísimo que compraron. También me comentaron de las rebajas de precios el Black Friday. Y aquí las tiendas vacías y la comida cada vez más cara”.
El Día de Acción de Gracias no se celebra en la Isla. Lo que se celebra es la Navidad, que este año pasará inadvertida para cientos de miles de cubanos.
Iván García
Foto: Luis Barrios Díaz. Tomada de «La muerte evitable de Luis Barrios. Un análisis de la custodia estatal en Cuba», texto del abogado Eloy Viera Cañive publicado el 21 de noviembre de 2023 en El Toque.