Desde La Habana

Cuba, mi patria desconocida

Vivo en una isla que todos dicen que es bella, yo también lo afirmaría si la conociera. Es raro. Nací en Cuba, siempre he estado aquí, nunca he salido de aquí y apenas la conozco. A no ser el cielo azul intenso. El sol que raja las piedras. El  mar contenido por un muro que, a veces se muestra quieto, otras, iracundo. Una brisa perfumada de salitre que limpia los pulmones. Una ciudad que a gritos pide que no la olviden.

Dicen que en Pinar del Río se encuentran hermosos paisajes: el Valle de Viñales, la Cueva de los Portales y ¡se me olvidaba, Soroa! Una amiga me contó que allí había un orquideario. No recuerdo si me dijo que había más de mil especies de orquideas. Me describió la cascada el Castillo de las Nubes y la montaña El Mirador.

Dice que llegó a la cima con la lengua afuera. Entonces comprendió que estaba «falta de caldero» (de comida). Ella iba sin ningún bulto y los pies le pesaban como plomo. Los extranjeros pasaban por su lado con mochilas que hacían la mitad de su tamaño y llenas hasta el tope. Y como plumas de gallina en el viento, se movían por toda la falda de la montaña.

Así y todo, la escalada valió la pena. Mi amiga hinchó sus pulmones de aire puro, recobró fuerzas y quedó perpleja con aquella llanura sólo interrumpida por desgastados mogotes. Pero su viaje no fue color de rosa, le tomó media mañana subir y bajar. Llegó al pie de la montaña sedienta, pero… el agua era embotellada y en divisas!

¿Comprar un pomito de agua por pesos cubanos convertibles? Un verdadero lujo. Y desechó la idea. Mi amiga pudo visitar la espléndida localidad turística porque allí radica una villa militar. Su padre, mayor de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), recibió como estímulo una estancia de nueve días en aquel paraíso.

La abuela de mi esposo tuvo oportunidad de conocer Topes de Collantes, en la zona montañosa del Escambray, cerca de Trinidad, en la provincia de Sancti Spiritus. Ella es trabajadora civil de las FAR y resultó vanguardia en su centro de trabajo. Como premio, le dieron una semana con todos los gastos pagados en un hotel administrado por militares.

Es así como conozco Cuba, por referencias. Intento imaginarme sus bellezas por la emoción con que mis conocidos describen Varadero, Cayo Coco, Cayo Largo, Guardalavaca…

A veces siento una sana envidia, otras, no siento nada. ¿Cómo sentirme parte de algo que sólo conozco por referencias, que sólo he «visto» en mi imaginación? Es como los cuentos de hadas, pura fantasía.

No quiere decir esto que no me sienta cubana. Pero no por sentirme cubana puedo decir que conozco a Cuba, mi patria. Y eso me da tristeza.

Laritza Diversent

Fotos: nyon45, fabri’s photo, Alessandro Di Francesco y Mykr, Flickr.

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