Nicolás Maquiavelo planteaba una pregunta: ¿es mejor para un gobernante ser temido o amado? La respuesta del florentino era irrefutable. Debes confiar en el miedo. Cuando las personas te temen, el gobierno los controla.
Al dictador soviético Stalin jamás le tembló el pulso para eliminar a sus oponentes. En el período conocido como el Gran Terror, entre 1936 y 1939, la peor represión nunca antes conocida en un país en tiempo de paz, se ejecutaron a seis millones 800 mil personas y deportaron a los gulag de la Siberia a centenares de miles de ciudadanos.
El siniestro tirano ugandés Idi Amin encontró la fórmula de no dejar rastros de sus enemigos. Guardaba en nevera las vísceras humanas que luego se almorzaba.
En 119 años de república, Cuba ha sufrido 73 años de autocracia, dividida en tres etapas. Gerardo Machado, violentando la Constitución, fue reelecto presidente en 1929. Fulgencio Batista, el único presidente mestizo de la Isla, que tras un gobierno elegido en las urnas en 1940, en connivencia con los comunistas, provocó una asonada golpista el 10 de marzo de 1952. Fidel Castro ha sido el dictador del continente americano con más tiempo en el poder: 47 años (1959-2006).
Llegó al gobierno a punta de fusil y prometiendo democracia. No supo, o no quiso, aprovechar el apoyo popular que le concedió un cheque en blanco para erigir una república democrática y funcional. Mintió descaradamente al pueblo al negar que fuera comunista. Prometió elecciones presidenciales que nunca llevó a cabo. Sus adversarios políticos tenían tres opciones: fusilamiento, cárcel o exilio.
Después de enfermarse en el verano de 2006, le traspasó el poder a su hermano Raúl Castro, quien gobernó hasta 2018 (aunque sigue controlando el poder tras bambalinas). Antes de jubilarse, para dirigir el país eligió a Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, un funcionario del partido comunista que garantizaba el continuismo.
En enero de 2022, el castrismo cumple 63 años en el poder. Demasiados años. Sus partidarios se enorgullecen de contar con salud pública y educación gratuitas. Pero luego de perder los subsidios soviético y venezolano, la economía cubana, incapaz de generar riquezas, ha visto cómo sus dos vitrinas publicitarias están en franco retroceso.
Cuba es el único país del hemisferio occidental dónde la oposición política y la libertad de expresión es un delito punible. No se permiten las huelgas obreras ni las manifestaciones. Las protestas del domingo 11 de julio de 2021 prendieron las alarmas en el régimen. Por efecto dominó, en más de cincuenta poblados, miles de personas se lanzaron a las calles gritanto Libertad y Patria y Vida.
A la Seguridad del Estado y los gobernantes los cogió de sorpresa. También pilló descolocada a la oposición pacífica cubana. La posterior represión fue inmediata y el uso de la violencia física fue excesiva. Soldados de tropas élites vestidos de civil golpearon con troncos de madera a los que protestaban. Tropas antimotines reprimieron con dureza y ultimaron a un joven en La Güinera, barrio al sur de La Habana. A muchos de los detenidos se les obligó a corear Viva Fidel y consignas a favor del gobierno.
Después del 11 J la narrativa de la dictadura se ha radicalizado aún más. Todo lo que huele a diferencia de criterios es imputable a la Casa Blanca o financiada por Estados Unidos. El régimen castrista quemó las naves. Se niega a dialogar con quienes disienten, incluso, con activistas de la plataforma Archipiélago, que reconocen al gobierno y algunos apuestan por un socialismo democrático.
La dictadura juega con fuego. La violencia engendra mayor violencia. Insuflar el odio contra los opositores es activar una bomba de tiempo. Preparar a miles de trabajadores con estacas de maderas y fusiles AKM para enfrentar a un sector que legítimamente discrepa del statu quo es sumamente peligroso.
Apostar por los linchamientos verbales, la brutalidad y el enfrentamiento entre ciudadanos es una irresponsabilidad criminal del Estado. La historia muestra con suficientes evidencias hasta dónde puede llevar la violencia. En Ruanda, en 1994, espoleados por el gobierno de Juvenal Habyarimana, en solo cien días se cometieron más de 800 mil asesinatos con palos y machetes entre las etnias Tutsi y Hutu.
El régimen todavía está a tiempo de parar la ola de violencia que se nos viene encima. Se gobierna para todos. No solo para sus partidarios. Gusten o no las demandas del dramaturgo Yunior García y su grupo Archipiélago, mientras utilicen métodos pacíficos, debieran ser autorizados a marchar el lunes 15 de noviembre.
Inculcando terror, el régimen aspira a que la población se quede en sus casas el 15 de noviembre. La brutal represión planificada para ese día, más que intimidar a los activistas y a los disidentes, es un mensaje de ida y vuelta para espantar a los miles de cubanos descontentos por la pésima gestión gubernamental.
La revolución de Fidel Castro siempre fue más ideológica que económica. Ahora, apresuradamente, pretenden ganar adeptos profundizando en el ‘trabajo político-ideológico con las masas’, según han expresado algunos funcionarios. Pero los cubanos están hartos de discursos y consignas. Quieren poder comer todos los días sin tener que hacer colas, vivir en casas en buenas condiciones y tener un futuro próspero. En más de 60 años el castrismo ha sido incapaz de darle una exisencia digna a la gente.
Los dictadores suelen ser soberbios. En su afán de mantener el poder y no permitir espacios políticos a otras ideas, creen que la violencia es la solución.
Repasemos de nuevo la historia nacional. Las porras del dictador Machado y los asesinatos de la policía de Batista contra sus oponentes no pudieron impedir sus caídas. En la Cuba del siglo XXI, más tarde o temprano, los cambios ocurrirán. Ni los actos de repudio, asesinatos mediáticos de la reputación y las turbas violentas, acallarán las voces demócratas.
La estrategia en la Polonia comunista del General Jaruzelski fue la más sensata. Se sentaron a negociar con la oposición que lideraba Lech Walesa. Todo lo contrario en Rumanía. Nicolás Ceaucescu optó por la represión. Poco después fue ejecutado junto a su esposa.
Al final, las dictaduras siempre terminan destronadas. El régimen cubano debiera tomar nota.
Iván García
Foto: Yanovy Hondares, cubano oriundo de Cienfuegos, que actualmente vive en Pembroke, New Hampshire, Estados Unidos. Tomada de NH Journal.