Después de seis horas de cavar fosas comunes, colocar flores en jarrones de barros y limpiar con una frazada deshilachada los magníficos panteones emplazados en la Necrópolis de Colón, Arsenio, 58 años, se sienta a un costado de la Capilla del cementerio y se empina un trago de ron casero de un pomo plástico que guarda en el bolsillo trasero de su sucio overol.
Hace cuatro décadas, Arsenio combatió en la selva angolana contra las guerrillas de Jonas Savimbi. Le gusta trabajar en el cementerio por “el silencio que hay. Es el único lugar de La Habana donde no se escuchan escándalos ni reguetón a todo volumen. Y puedo ganar un dinerito por la izquierda, de personas que te pagan por mantener limpias los tumbas de sus familiares. Cuido el panteón donde está enterrada la cantante Farah María. Un dinero que gano sin tener que caer en el vandalismo o robar osamentas de difuntos para vendérselas a algún palero”, cuenta a Diario Las Américas.
Arsenio, quien al regresar de Angola estuvo preso un par de veces por sacrificio ilegal de ganado, asegura que perdió la casa y su matrimonio por la adicción al alcohol. Come poco y mal y bebe mucho. Vive como un gitano. “Por las noches, en combinación con los sepultureros, entran individuos a robarse las lápidas de mármol, ropas, zapatos y otros artículos de los difuntos. Es un negociazo. El personal que trabaja en el cementerio no tiene escrúpulos. Yo tengo tanta necesidad como ellos, pero respeto a los muertos”.
La Necrópolis de Colón, ubicada en Zapata y Calle 12, en la barriada habanera de El Vedado, es uno de los 21 cementerios de la ciudad y está declarado Monumento Nacional. Con sus 57 hectáreas, es el camposanto más importante del país. Posee un gran número de obras escultóricas y arquitectónicas, razón por la cual muchos especialistas lo consideran como el segundo de importancia mundial, precedido por el de Staglieno, en Génova, Italia.
Inaugurada el 2 de julio de 1886, es una de las necrópolis más valiosas de América, aunque a partir de 1959 comenzó a ser vandalizada reiteradamente. En la puerta de entrada del cementerio hay un monumento de mármol de Carrara de 34 metros de largo y 21 de alto donde están representadas las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad. Al traspasar la gigantesca portada de estilo bizantino, dos amplias avenidas, llamadas de norte a sur Cristóbal Colón y Obispo de Espada y de este a oeste Fray Jacinto, sirven de marcador principal para la división del cementerio en cuatro áreas. Su estructura es rectangular en forma de campamento romano y está compuesto por un laberinto de calles, manzanas y lotes.
Cuenta con numerosos panteones que son una recreación a pequeña escala de las mansiones coloniales de sus dueños originales en otras épocas. Los arcos, las cúpulas, y los característicos vitrales de su magnificente arquitectura decoran las construcciones funerarias artísticamente.
Según Arsenio, “la mayoría de los trabajadores del cementerio lo han desvalijado. Se han robado tumbas, farolas, tarjas de bronce. Algunos de esos ladrones son del sindicato o el partido. Pero cuando se trata de dinero no creen ni en su madre. Lo que yo he visto hacer aquí es digno de una película de terror. Ya no hay valores, ni en los colectivos laborales ni en muchas familias. Estando preso, mi madre y mi hermano vendieron la casa sin contar conmigo. Duermo en el cementerio o en un parque cercano. Este gobierno ha engendrado una lacra de sinvergüenzas que se pisotean unos a otros sin escrúpulos. No respetamos ni a nuestros muertos. Cuba está maldecida”.
La pérdida de valores en la sociedad cubana es alarmante. Con el ascenso al poder de Fidel Castro en enero de 1959, comenzó el declive de los buenos modales, el respeto al prójimo y la decencia. En nombre de una ideología se dividió a la familia y a los amigos. Era más importante la lealtad al castrismo que los nexos familiares y la amistad. Los creyentes fueron expulsados de las universidades. Homosexuales, testigos de Jehová y amantes del rock fueron demonizados por Fidel Castro porque en su opinión eran nocivos para la sociedad.
Los adversarios al régimen tenía dos caminos: el exilio o la cárcel. Castro no respetó la propiedad privada ni el patrimonio familiar. Decomisó empresas y bienes a ciudadanos cubanos o extranjeros que generaban riquezas. Confiscó la prensa libre y prohibió el pensamiento liberal.
El castrismo transformó a Cuba en un gigantesco campo de concentración a cielo abierto. Al desaparecer la sociedad civil y los mecanismos democráticos, ‘Papá Estado’ premiaba o castigaba a la gente de acuerdo a su escala de valores. El régimen decidía el día que los niños debían comprar juguetes y era el encargado de repartir entre los trabajadores, radios, cafeteras, ventiladores y televisores si eran fieles al proceso revolucionario.
Para Carlos, sociólogo, la «Fidel y la revolución estaban por encima de la familia, los afectos y las creencias. Las personas se debían al Estado. Se erradicaron las buenas costumbres porque eran valores pequeños burgueses. No era bien visto decir señor y señora. El termino correcto, dictado por el marxismo, era llamarlo compañero y compañera. El adoctrinamiento fue feroz desde el circulo infantil hasta la universidad. Castro transformó a los cubanos en una especie de bonsáis. Se les extirpó la capacidad de disentir públicamente y reclamar derechos considerados universales».
«Para entender la obediencia y el miedo todavía existente en la población, hay que conocer los mecanismos de coacción a los que ha sido sometido el pueblo cubano durante 65 años. El experimento social de Fidel Castro y Ernesto Guevara de diseñar un hombre nuevo, alejado de las costumbres occidentales y que fuera una máquina de matar para enfrentar al imperialismo yanqui, fracasó porque el ser humano no puede ser programado por ingeniería política. Lo que ha quedado de ese ensayo es un tipo simulador, inescrupuloso y mal educado”, concluye el sociólogo.
Para escapar del manicomio socialista beben alcohol a pulso o se enganchan a las drogas. Robar cualquier cosa es una forma de cobrar el peaje al adoctrinamiento que han sido sometidos por el Estado. En los barios son bien las jóvenes que se prostituyen y luego se casan con un extranjero que puede ser su abuelo. Incluso las consideran heroínas, porque les pueden comprar una casa a sus padres y cuando viajan a la Isla, a su familia pueden pagarle una estancia en hoteles todo incluido.
“Mi sobrina no quiere estudiar en la universidad. Su meta es largarse del país. Mientras, prefiere trabajar en un bar de mesera, vendiendo plátanos en un agromercado o jinetear con un ‘yuma’ (extranjero). Cualquiera de esas tres opciones le permite ganar más dinero que como profesional. Es una muestra de la depauperación social que estamos viviendo”, confiesa Mirta, profesora de secundaria.
Cuba hace agua por todas partes. No se vislumbra la puerta de salida a la profunda y larga crisis económica que vive el país. Los servicios básicos no funcionan. Y las infraestructuras han colapsado. Si algún día la democracia aterriza en la otrora Llave del Caribe, revertir el desastre económico es posible. Lo preocupante es recuperar los valores cívicos en una sociedad que ya ni siquiera respeta la paz de los sepulcros.
Iván García
Foto: Muchas tumbas han sido profanadas y vandalizadas en el Cementerio de Colón de La Habana. Tomada del blog de Alberto Arego.