La oposición pacífica cubana no vive con el complejo de que padece el abandono de las fuerzas democráticas de su región y de las naciones civilizadas de la vieja Europa.
Allá en la isla no se sale a trabajar por la libertad todos los días con la amargura de ese pendón de olvido de quienes debían ser sus aliados. Ellos saben y sienten que esa es la realidad y, de todas formas, están en la calle con la ilusión y el valor que consiguieron por cuenta propia para cambiar lo que pasa en su patria.
Mientras el gobierno recibe con cenas oficiales y rondas de música y mojitos a dirigentes de todos los países vecinos y europeos electos en comicios democráticos, las Damas de Blanco y los líderes y activistas de los principales grupos opositores reciben golpizas, acosos, arrestos, allanamientos de sus viviendas y se les quita por la fuerza computadoras, radios, teléfonos, alimentos, medicinas y dinero en efectivo.
Los viajeros lo saben todo. Y más, pero no se despegan de las guayaberas de su anfitriones y, mucho menos, son capaces de hablarles o reclamarle del molesto tema de la represión.
Los asuntos principales, con el fondo de un trío que toca Bésame mucho, son las inversiones, la aperturas de nuevos hoteles, campos de golf o espacios especiales para el turismo y las fotos abundantes con los jefes del proletariado tropical para satisfacer a los negociantes y a la izquierda de sus países solidarias con la dictadura.
Ninguno de esos demócratas de cartel dedica un mensaje o una palabra, por ejemplo, a las casi 500 detenciones arbitrarias que se hicieron en Cuba en el mes de marzo o a las agresiones físicas y los actos de vandalismo que realizó la policía política contra los opositores, los periodistas independientes y sus familiares.
No tienen la delicadeza siquiera de pedirle a un vocero de la cancillería que difunda con discreción una nota sobre el centenar de presos políticos que están en las prisiones o las golpizas diarias a los activistas de derechos humanos.
No, eso no, porque temen que el grupo de poder en Cuba los deje fuera de la repartición de las ruinas del país. Lo que anuncian sus funcionarios son viajes de altos personajes de esos gobiernos y planes de inversiones en los puntos rescatables de los escombros de la economía socialista.
El porvenir no es un sitio fijo. Mañana empieza otro día.
Raúl Rivero
El Nuevo Herald, 8 de abril de 2017.
Foto: El presidente cubano Raúl Castro y el presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja, el suizo Peter Maurer, durante su encuentro en el Palacio de la Revolución de La Habana, el 25 de noviembre de 2015. Tomada de 14yMedio.