El régimen verde olivo intenta ser original. Instaura una Carta Magna con guiños democráticos para camuflar las anacrónicas estructuras dictatoriales. Elabora la ley a su conveniencia, al igual que las trampas.
Busca controlar las nuevas tecnologías a golpe de decretos. Los métodos han cambiado. Los opositores, abiertos o encubiertos, no serán ejecutados en un paredón de fusilamiento. Tampoco encarcelados con juicios amañados al estilo soviético donde las victimas se autoinculpaban.
Para otro escenario se guardan los accidentes fortuitos de tránsito, infartos del miocardio y suicidios montados por los servicios especiales. Se permutan muchos años de cárcel por detenciones breves y torturas sicológicas.
Ahora se pretende anular al contrario con un disparo directo al bolsillo. El nuevo método es la represión financiera. Ya se probó en Venezuela. La dictadura chavista fue cercenando la democracia y la libertad de expresión a golpe de talonarios. Multas millonarias a los medios o inutilizándolos al no poder comprar papel para las ediciones impresas.
En Cuba, el presidente designado Miguel Díaz-Canel la tiene más fácil, al no existir espacios legales para la oposición y el periodismo independiente. Y, además, el Estado controla toda la prensa escrita, radial y televisiva.
Pero llegó internet. Un corcel furiosamente democrático y complejo de domesticar, pero indispensable para el desarrollo de cualquier nación, Cuba incluida.
Sin contar con la opinión ciudadana, el régimen de La Habana ha diseñado su entramado restrictivo. A la misma hora que Díaz-Canel y el Consejo de Estado diseccionaban las mejoras salariales en un programa televisivo, sin fanfarrias, la Gaceta Oficial emitía el Decreto-Ley 370 de 2018 que busca poner freno al único espacio democrático que tenían los cubanos: el virtual.
El mamotreto fue aprobado por Díaz-Canel y el Consejo de Estado sin que el proyecto fuera publicado como proyecto y debatido por la Asamblea Nacional del Poder Popular.
El neocastrismo que administrará el país en los próximos cinco años tiene dos modos de actuar diferentes. Uno visible, populista, de cara al exterior, donde intenta mostrar a un presidente esforzado, que de un extremo a otro recorre la Isla, buscando mejorar la precaria calidad de vida de los cubanos. Y otro oculto, donde a espaldas del pueblo se legisla para controlar a los emprendedores privados, periodistas, intelectuales, artistas y librepensadores.
Se venía venir. En agosto de 2017, un video difundido en internet mostraba la cara dictatorial de Díaz-Canel. En un encuentro con oficiales de la Seguridad del Estado, el entonces futuro presidente, desafiante, amenazaba con cerrar y censurar a medios digitales independientes.
Un ex oficial de la inteligencia manifestó a Diario Las Américas que no hay nada nuevo bajo el sol. “Ahora es diferente el esquema represivo y otra la metodología, pero el final es el mismo: atornillarse en el poder, tener bajo control al sector disidente y fiscalizar con lupa las innumerables brechas que deja internet. Antes que internet se comercializara en Cuba, analistas y especialistas de inteligencia y contrainteligencia pasaron cursos en China y Rusia».
En su opinión, el gobierno cubano dispone de las mismas herramientas de censura utilizadas en Vietnam y China. «Se han creado versiones locales de Facebook y WhatsApp, diseñadas en la UCI (Universidad de Ciencias Informáticas). Según el momento y la circunstancia, pueden cortar las redes sociales y suplantarlas por esas versiones locales. En Cuba no funciona nada, excepto los servicios especiales, los cuales no están chupándose el dedo. Ellos estudian todas las estructuras de protestas y revoluciones que ocurren en el planeta. Saben del poder de convocatoria de las nuevas tecnologías. Por tanto, tienen diseñados planes de contingencia en el caso de manifestaciones populares en el país. Uno de esos planes sería cortar internet. Otro, detener a quienes a toda costa intenten difundir noticias. Mientras, de manera preventiva, implementan nuevas normas para tener a internet controlado”.
La movida del régimen generará cintillos de prensa y denuncias en foros internacionales. Porque crear un blog, tener un muro en Facebook, ser activo en las redes sociales, publicar tus opiniones y criticar al gobierno es un derecho en el mundo actual. Pero la autocracia cubana nunca ha sido moderna. Gradualmente, continuarán censurando e impidiendo que los cubanos puedan acceder a sitios no estatales con visiones críticas hacia el régimen.
A los reporteros y blogueros libres tratarán de reprimirlos y acosarlos con elevadas multas de 1,000 a 3,000 pesos o de 10,000 pesos convertibles en caso de administrar un sitio web. La estrategia es simple. Deberán pagar tanta cantidad de dinero que será insostenible mantener un medio independiente. Si la persona persiste, quedaría la celebración de un juicio sumario y una condena de veinte años por ‘divulgar noticias falsas y desestabilizar la paz mundial’.
La única opción que tienen los periodistas independientes y alternativos es unirse. Y gritar, todo lo alto que puedan, en busca de apoyo internacional. No queda otra. Es una pelea de león a mono.
Iván García
Foto: Tomada de The Cuban Economy.