El miedo es lo único que el régimen cubano despilfarra en la isla y distribuye sin libreta de racionamiento.
Llega a todas partes, desde las casas de los ciudadanos desamparados y bajo la fusta de la policía hasta los salones inmunes y elegantes de algunas de las embajadas de países en los que han sido electos gobiernos que son emblemas de la democracia.
Hasta esos puntos, supuestamente a salvo de la ira de la dictadura, llega de refilón el temor para que los representantes extranjeros trabajen con la cautela necesaria para evitar que los jefes del socialismo real tomen medidas radicales en contra de las empresas que han invertido capital y funcionan en aquellas tierras.
Esa prevención, que no aparece o no debe de aparecer en ningún reglamento diplomático, abarca, en el caso cubano, dos asuntos fundamentales. Uno es el debate franco de la situación de los derechos humanos. El otro, la atención y las relaciones con los opositores, la incipiente sociedad civil y el periodismo independiente.
Ningún país de América Latina abre sus puertas a la oposición y la mayoría de embajadas de la Unión Europea le han puesto a sus puertas el mismo llavín o uno que se entreabre y deja pasar, de manera discreta, a dos o tres personas previamente seleccionadas.
Acaba de celebrarse en La Habana la tercera ronda de conversaciones entre la UE y Cuba destinadas a conseguir un Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación.
El proceso comenzó en abril de 2014. Ahora hablaron y avanzaron en materia de cooperación, pero en el momento de entrar al problema de los derecho humanos, los europeos hicieron sólo «una presentación y comentarios» del asunto, según el negociador europeo Christian Leffler. «Son temas sensibles, nosotros no imponemos un modelo, no podemos, no queremos», dijo.
Por lo tanto, lo del dinero y las inversiones camina sin problemas y la impunidad de la dictadura -que en el mes de febrero realizó 392 detenciones arbitrarias por motivos políticos y agredió con violencia a casi un centenar de activistas-, queda en suspenso para otra ronda que se debe celebrar en verano en Bruselas.
Allí, en la cuarta ronda, el tema de los derechos humanos seguirá siendo muy sensible como ha captado el enviado de Europa a La Habana. Y se mantendrá fuera de la mesa porque los demócratas de 28 países de la UE temen molestar a los que meten miedo.
Raúl Rivero
El Mundo, 8 de marzo de 2015.
Foto: Christian Leffler en La Habana. Tomada de El Mercurio.