Para Ricardo, 32 años, el peor negocio que se puede hacer en Cuba es tener hijos. “Tengo dos y sé de lo que hablo. Si mi jeva (mujer) no los tiró para afuera (se hizo un aborto) es porque el ginecólogo nos dijo que si se hacía un nuevo legrado quedaría estéril. Luego de halarnos los pelos decidimos tenerlo. Y Dios nos castigó. Tuvimos jimaguas”.
Muchas parejas piensan como Ricardo. El aborto en Cuba se ha convertido en otro método anticonceptivo. Se practica irresponsablemente.
Heidi, 27 años, va por la quinta interrupción. “El doctor no quería hacérmelo, pero más fuerte que la ética médica resultaron los 20 chavitos (25 dólares) que le introduje en el bolsillo de su bata. Es una locura tener un hijo en estos momentos. Vivo en el cuarto de un solar (cuartería) con una familia tan numerosa que varios duermen en el piso. Trabajo en una farmacia y gano 290 pesos (12 dólares). Mi novio no trabaja. Cada vez que salgo embarazada, me hago un aborto”.
El aborto es casi un deporte para algunas cubanas. La doctora Raisa lo achaca al descuido en las parejas a la hora del sexo. “A los jóvenes no les gusta protegerse con condón. Y las muchachas no suelen tener ningún tratamiento anticonceptivo. La salud pública cubana debiera ser más rigurosa con los abortos. Ya la situación pasa de castaño a oscuro”.
Las interrupciones del embarazo son gratuitas en la isla, igual que el resto de la atención sanitaria. Aunque hay médicos que por debajo de la mesa hacen dinero practicando abortos. Según un ginecólogo habanero, al mes se embolsa unos cien dólares. “Además, recibo buenos regalos, hasta una pierna de jamón me han regalado”.
Pero la danza de los billetes ocurre cuándo los médicos cumplen misiones de ayuda en el extranjero. Un reportaje del Wall Street Journal publicado en enero de 2011 por Joel Millman, daba una pista sobre el negocio entre bambalinas que resulta para los galenos cubanos practicar el aborto en naciones africanas y del Medio Oriente. José, un médico que estuvo 3 años en Sudáfrica, afirmaba que hacer legrados en esos países es una manera de regresar con bastante dinero de a la isla. “Si las cosas van bien incluso pues desertar”.
Instituciones como la iglesia católica han abordado con preocupación el tema del aborto a granel. El médico disidente Oscar Elías Biscet, recientemente liberado bajo licencia extrapenal, ha sido una voz líder contra la interrupción indiscriminada del embarazo. La doctora Hilda Molina, en la actualidad viviendo en Argentina, durante años realizó una cruzada contra el uso de fetos en la producción de medicamentos por parte de instituciones científicas nacionales.
A no dudar, Cuba es el país del continente americano que más facilidades brinda para la práctica del aborto. Una de las modas nocivas generadas por la revolución. Las precarias condiciones de vida y la falta de viviendas, han sido causantes de que un alto número de mujeres decidan abortar, en ocasiones con más de doce semanas de gestación. Los medios oficiales no tocan públicamente el asunto. Como si no existiera.
La práctica masiva del aborto y los pocos deseos de tener hijos por las parejas, están contribuyendo al envejecimiento acelerado de la población. Si es difícil la vida para los jóvenes, imagínense los ancianos. Cuba no es un buen país para viejos. Para el 2020, habrá más personas de la tercera edad que niños en edades comprendidas entre 0 y 14 años. A esto súmele que anualmente 20 mil personas emigran por vía legal hacia Estados Unidos, cientos de ellas aún en edades de procrear.
El ginecólogo habanero opina que esa gran cantidad de abortos también es una respuesta de inconformidad con el estado de cosas. “No les apetece tener un hijo en un país cargado de carencias. Hay mujeres que se los sacan porque están esperando irse y quieren parir fuera, con más recursos. Es lamentable, pero eso viene sucediendo”.
La revolución de Fidel Castro ha sido una fábrica eficiente a la hora de producir escasez. Todo lo contrario en el caso del aborto. Se pueden colgar una medalla de oro.
Iván García
Foto: redeyesatdawn, Flickr