La dictadura cubana ha enseñado al mundo un gesto peculiar y único de cortesía al recibir en La Habana a dos importantes figuras femeninas de la democracia occidental, la canciller de la Unión Europea, Federica Mogherini y la presidenta de Chile, Michelle Bachelet.
La policía metió en la cárcel por dos días consecutivos a Berta Soler, la representante de las Damas de Blanco, y arrestó, tras propinarle una brutal paliza, a su esposo, el ex preso político Ángel Moya.
Esos dos episodios fueron momentos señeros en la atmósfera general de represión y acoso que se vive en la Isla, por lo que las visitas de las señoras Mogherini y Bachelet también tienen lo suyo a la hora de examinar la originalidad de sus viajes y el respaldo que significan para el castrismo agotado, con recursos exclusivos y lujos destinados a los gobernantes, 140 presos políticos y el hambre y la escasez más presentes que la libertad y el progreso.
El caso de la lideresa chilena, que combatió y fue víctima directa de la tiranía de Augusto Pinochet, alcanza un relieve especial porque parece que se propone establecer diferencias entre el dolor y el agobio que provocan en un país las dictaduras de izquierda y las de derecha.
Así es que va a Cuba, firma convenios de colaboración, asiste a tertulias literarias y se reúne con Raúl Castro cuya familia está en el poder desde hace 60 años, poco antes de tener que abandonar ella la presidencia porque los chilenos, en unos comicios democráticos, decidieron un cambio de gobierno. La comitiva de empresarios que acompañó a Bachelet gestionará nuevas inversiones en la Isla. El intercambio actual es de 52 millones de dólares.
El otro cuarto se alquila. Hace unos días, llena de orgullo, la italiana Federica Mogherini anunció que la Unión Europa “ya es el primero socio comercial de Cuba. Ya es el primero inversor y el primero socio de cooperación para el desarrollo de Cuba.” El programa suscrito por Europa con la dictadura es de unos 59 millones de dólares.
Dinero, respaldo y propaganda para la dictadura militar y ni un solo gesto, un saludo discreto, de apoyo para los cubanos que la padecen todos los días. Ninguna de las dos mujeres, ni la Bachelet ni la Mogherini, representantes de la democracia y la libertad en el mundo occidental, tuvieron una mención, un mensaje hacia la encarcelada Berta Soler encarcelada o su esposo, Ángel Moya, víctima de una paliza policial.
No. Las visitantes brindaban, intercambiaban discursos y lisonjas con sus anfitriones. Los que imponen en Cuba la cárcel y los golpes que duelen igual en todas las dictaduras.
Raúl Rivero
Blog de la Fundación Nacional Cubano-Americana, 8 de enero de 2018.
Foto: Michelle Bachelet y Raúl Castro, antes del inicio del encuentro bilateral, el 9 de enero de 2018 en el Palacio de la Revolución de La Habana. Tomada de La Tercera de Chile.