Usted no puede imaginar la cantidad de pactos, tratos comerciales y negocios políticos que se traman entre mojitos, cubalibres y daiquirís. Quizás desconozca que una parte de quienes se arriesgaron a invertir en la isla, dieron el paso inicial cuando su corazón quedó atrapado por una mulata de insaciable apetito sexual.
A Roberto, empresario italiano de pelo engominado y vida de playboy, no le convenció la ideología de los Castro, ni las precarias garantías de las leyes sobre inversiones, para abrir la billetera y montar un negocio en Cuba. No. Fue su gente. Sobre todo sus mujeres.
«Por las mañanas, mientras tomaba café, solía conversar con la gente. El buen trato, la honradez y la pobreza material me convenció a abrir un negocio. Por la izquierda he contratado a cubanos amigos míos. Es la mejor manera de ayudarlos», comenta el italiano.
La ayuda pueblo a pueblo funciona mejor de lo que muchos piensan. Son pocos los empresarios en la isla. Casi todos casados con cubanas o cubanos, o tienen un rollo con una negra despampanante. Las alcobas locales tienen una cuota de responsabilidad en la firma de tratos comerciales con el gobierno.
Los servicios especiales lo saben. Y una de sus estrategias con empresarios, políticos y periodistas extranjeros es envolverlos en los brazos de un chico guapo o una irresistible hembra. Testigo de esa forma peculiar de concebir negocios es el Hotel Nacional. Y no de ahora, si no desde su fundación, hace 80 años.
Esta mole de ladrillos y ventanas fue inagurada en 1930. Situada en la Loma de Taganana, frente al malecón habanero, ha hospedado a cientos de famosos: Ava Gardner, Marlon Brando, Rita Hayworth, Frank Sinatra, Nat King Cole, María Félix, Libertad Lamarque, Agustín Lara, Ernest Hemingway, Rómulo Gallegos, Jean Paul Sartre, Pierre Cardin, Naomi Campbell, Steven Spielberg, Kevin Costner, Pedro Almodóvar y Juanes, entre otros. Y también a gánsters como Meyer Lansky y Lucky Luciano.
Extasiados por la magnífica vista del mar han quedado personalidades de la talla de Winston Churchill, Nelson Rockefeller, los Duques de Windsor o Alexander Fleming, descubridor de la penicilina.
En su patio estilo colonial, donde en el siglo 18 los españoles situaron la Batería de Santa Clara, que formaba parte del sistema defensivo de la ciudad, usted puede observar a políticos y empresarios de paso por La Habana, en charlas informales con asesores y ayudantes de los jerarcas criollos.
Entre vasos de cerveza, mojitos y ron collins, se cuece la política real. La que después los gobernantes o ministros le dará el visto bueno.
A los empresarios dudosos en ocasiones los convence la cama. Los políticos escapan por los pelos. Vienen por muy pocos días y suelen estar bajo lupa. «Así y todo, algunos caen en la tentación de nalgas abultadas o penes morenos», dice un empleado.
El Hotel Nacional fue declarado Monumento Nacional en 1998. Un cuarto sencillo cuesta 150 dólares la noche. Las suites, 510 dólares diarios. Modestas o lujosas, sus habitaciones guardan muchos secretos.
En Cuba, unas copas o una alcoba a veces tiene más poder que los discursos oficiales. Créalo o no.
Iván García
Foto: Salón de la Suite Presidencial del Hotel Nacional.