Cuando aborda el tema de la demoracia, el presidente del Parlamento cubano, Ricardo Alarcón, infla el pecho. Repetidas veces ha afirmado que “Cuba es el país más democrático del mundo.
Olvídense que en Noruega los policías andan sin pistolas. O que en Suiza mediante referendo se resuelve si estás de acuerdo en clausurar o dejar funcionando las centrales nucleares.
Según los líderes de la isla, esas democracias directas no son superiores a la cubana. Ahora, les digo, ‘nuestra democracia’ es rarita. Vamos a apartar las cuestiones políticas.
Ya se sabe que hay un solo partido. Y si eres muy recalcitrante a la hora de exponer tu disidencia, puedes ir a la cárcel por 20 años. Está contemplado en una ley de la República. Los opositores en Cuba vienen a ser lo que los esclavos en la antigua Roma: no tienen derechos.
También se les niegan a esforzados ciudadanos, que se parten el lomo en un surco de tabaco, un cañaveral, reparando vías férreas bajo 35 grados de sol o llenando formularios en una oficina sin aire acondicionado, que debe ser apagado de 11 de la mañana a 3 de la tarde para ahorrar electricidad.
En la ‘perfecta democracia cubana’ todavía debemos convivir con innumerables regulaciones absurdas.
Saltamos contentos porque si tenemos moneda dura, podemos reservar en un hotel, rentar un auto, comprar un ordenador y tener una línea de teléfono móvil. Bingo.
Hasta 2008 eso era ilegal. Pero nuestra ‘democracia pura’ funcionaba desde antes, a pesar de esas prohibiciones. Ahora, en pleno verano, Castro II autoriza a vender artículos eléctricos de cocina y los siempre necesarios aires acondicionados.
Las aspiraciones son como una golosina. La gente siempre quiere más. Y los disciplinados súbditos no se conforman y desean que el régimen abra la puerta. De salida y entrada.
Abajo los trámites para viajar. Echar al cesto las normas que prohíbe a los cubanos salir. Y que nuestros compatriotas en el exilio no tengan que pedir permiso para visitar su patria.
Pero quienes residimos en «la democracia más eficiente del planeta», también queremos tener acceso a la televisión por cable. Y si el General fuese generoso, no estaría mal, tener internet en casa y poder abrir cuentas en Facebook, Twitter o Linkedin.
Faltan pocos meses para que las autoridades permitan vender o comprar casas y autos. Quizás el Estado también inaugure flamantes agencias y vendan Hyundai, Audi o Peugeot.
Ahora que el Estado cubano está en liquidación se han invertido los papeles. Ya no habrá Papá Estado. En el futuro no existirán gratuidades. Los precios serán regidos por la oferta y la demanda. Y los súbditos, estatales o privados, con nuestros impuestos elevados sacaremos a flote al Estado.
Veremos si funciona. Y sobre todo, si sus tecnócratas verde olivo lo administran eficientemente. De golpe, los cubanos hemos subido de categoría.
De súbditos de tercera clase a ciudadanos de segunda. Ya podemos hacer turismo y comprar aires acondicionados. Pronto podremos vender o comprar coches y viviendas. Y a la vuelta de la esquina está la posibilidad de poder viajar al exterior.
Todavía habrá que espera por internet y la televisión por cable. Si somos optimistas, a lo mejor antes de 2015 lo tengamos.
De lo que no se habla en ‘nuestra democracia socialista’ es de reformas políticas. Cuando eso acontezca, entonces seremos ciudadanos de primera.
Aunque, según los mandamases criollos, la democracia cubana es la mejor del mundo. Será para ellos.
Iván García
Foto: Pablo de Málaga, Flickr