En las fiestas del 4 de diciembre en la casa de la cantante de punto guajiro Celina González (Jovellanos, Matanzas, marzo 16 de 1928-La Habana, febrero 4 de 2015), la única que tenía garantizadas unas cervezas frías era Santa Bárbara, Changó para los santeros cubanos.
Ella presidía su fiesta en el medio de la sala pequeña y los invitados que iban a saludarla la reverenciaban y miraban con envidia el sudor de las botellas. Su ahijada, la anfitriona, se las había conseguido por vías secretas y peligrosas entre los vericuetos de la escasez del socialismo.
Los invitados, creyentes o no, brindaban con deleite con ron peleón y tibio porque se sabía que, en algún momento de la noche la reina de la música campesina, la señora absoluta del punto cubano, cantaría Viva Santa Bárbara, la pieza que ella y su marido Reutilio Domínguez escribieron en 1948 y que a la cultura del campo llevó el mundo de las divinidades afrocubanas y sus historias llenas de poesía y de magia.
Con Celina y Reutilio la música de los guajiros, llegada directamente de España con sus décimas y sus guitarras, asimiló la presencia de África, que ya había puesto unos tambores en sus conjuntos de cuerdas, maracas y güiros.
Los 4 de diciembre, ahora que Celina murió tranquila y cerca de sus santos, habrá que escuchar la pieza que ella escribió la mañana en que Santa Bárbara se le apareció con una hopalanda punzó en la cocina de su casa habanera y le pidió una canción a cambio de la gloria en el arte.
Los versos finales son estos: «Yo también de corazón/ te daré mi murmurío/ Con orgullo y poderío/ haré que tu nombre suba/ Y en el nombre de mi Cuba/ este saludo te envío/. ¡Que viva Changó!/ ¡Que viva Changó, señores!».
Raúl Rivero
El Mundo, 10 de febrero de 2015.