Si Iván García hubiera tenido Twitter, BlackBerry, Iphone, Ipod Touch o Ipad, los lectores de El Mundo hubieran conocido con más inmediatez esa noticia de la citación oficial que militares cubanos le hicieron, y después lo que hablaron con él.
García tiene un móvil, sin Twitter. Y en ese momento, además, sólo le quedaba un peso cubano convertible (menos de un dólar), por lo que tuvo que reservarlo para hacer o recibir llamadas urgentes o importantes.
Bueno, tiene más que yo: nada más poseo un teléfono fijo, que por suerte funciona las 24 horas. Desde Lucerna, Suiza, donde vivo, las llamadas a La Habana cuestan un ojo de la cara. Aunque pago abonamiento internacional, las cuentas telefónicas mensuales suelen rondar los 400 francos suizos (chf). A veces más, como en julio, 572.05 chf.
Pese a ese atraso tecnológico, los trabajos que Iván me envía para que se los revise, le ponga fotos y los remita a El Mundo/América o al administrador de su blog, salen enseguida de mi desfasado ordenador.
Todo depende de que uno tengas ganas de trabajar y no dejar que te ahogue toda esa parafernalia tecnológica, con la cual, está demostrado, se puede vivir. Sin estar pendiente de un aparatico con una pantallita lumínica y unas palabras abreviadas.
Si nos comparamos con esos reporteros que andan con lo último de Microsoft, Apple encima, entonces los dos somos unos comunicadores pobrísimos.
Pero si nos comparamos con quince años atrás, cuando los dos comenzamos a escribir como periodistas independientes, hemos mejorado muchísimo. Al menos, ya no tenemos que escribir las noticias a mano y dictarlas por teléfono.
Tania Quintero