Quizás no sea yo el más indicado para escribir esta crónica. O tal vez sí. Sé de colegas que conocieron personalmente a Silvio Rodríguez en esa primera etapa de la revolución, ingenua y difícil, cruda y contradictoria, donde los niños como por arte de magia se convertían en hombres.
Mas yo vengo a contar el hechizo que Silvio provocó en mi generación, por muchos considerada «perdida». Todos los menores de 50 años encontramos una rara similitud en la forma de acceder a sus canciones.
Quizás en la escuela, en el tema interpretado para una aventura infantil o en la voz de un amigo, no recuerdo ahora con exactitud, pero cuando descubrí a Silvio hacía rato que él componía canciones y había sido uno de los fundadores del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, junto a los imprescindibles Pablo Milanés, Noel Nicola y Vicente Feliú, entre otros, todos dirigidos por Leo Brouwer, que ya era un maestro.
Un año después, en 1973, se había creado el Movimiento de la Nueva Trova, del cual Silvio era parte principal. Los Beatles, con su mito tejido alrededor del mundo, se habían desintegrado en 1970 y para nadie fue un secreto que los genios de Liverpool, con sus baladas-rock habían dejado un irremediable vacío después de su disolución, a pesar de la psicosis que con ellos cogieron las autoridades culturales y políticas cubanas.
Entonces, pienso, los estrategas de la cultura vieron un filón de oro y por eso apoyaron al grupo aquel de desaliñados que cantaban cosas raras, pero que al fin y al cabo eran «revolucionarios».
Se acordó una tregua. Los medios de difusión, poco a poco, se fueron poniendo al servicio de Silvio y la Nueva Trova. Con su reserva, claro. Al principio, para disgusto de los trovadores, sólo fueron escuchados en actos políticos, conmemoraciones patrióticas o días de duelo nacional.
La propaganda oficial hacía hincapié en que se conocieran temas de Silvio Rodríguez, como La era está pariendo un corazón, Fusil contra fusil, Canción al elegido y El Mayor, canciones que con su lenguaje metafórico y poético demostraban apoyo a la revolución. Silvio también le cantaba a lo cotidiano y al desamor pero, de momento, hasta que no demostrara su completa lealtad, esos textos navegaron en la semiclandestinidad.
El cantautor de San Antonio de los Baños era una especie de luna en cuarto menguante: sólo podíamos apreciar una parte de su rostro. Así, de esa forma, llegó a nuestra generación.
Tarareábamos las letras en los aniversarios patrios o en recordación a los mártires. Silvio fue creciendo con nosotros. Al arribar a la década de los 80 ya no se censuraba al probado compositor de Cuba va. Había sido un parto doloroso y traumático, pero ahí estaba este Rodríguez, en su justo lugar. Uno de los mejores compositores cubanos del siglo XX.
Las letras de Resumen de noticias y Ojalá dejaron de levantar sospechas. Por el contrario, era profeta en su tierra y también en América Latina y España. Muchos, al igual que yo, lo perseguimos y acosamos, de recital en recital. De memoria sabíamos casi todo su repertorio.
El ser humano necesita mitos, líderes, elegidos… Y para nosotros, Silvio lo era. O, por lo menos, marcó a un por ciento valioso de la juventud cubana, aunque algunos después se han convertido en críticos de su obra y de su posición ideológica. Otros dicen que se estancó, se acomodó y se acobardó.
Mi posición política actual difiere bastante de la del Silvio Rodríguez que ya cumplió 63 años. No por ello voy a dejar de admirar sus canciones: sería negar y traicionar una parte importante de mi vida.
Ahora, Silvio, te vemos claramente, despojado de aureolas cuyas luces suelen engañar. Y te agradecemos habernos enriquecido espiritualmente y apartado de la música superflúa e inútil. Miles de los de mi generación están lejos, en otras tierras, bajo el mar o han partido para siempre.
No sé otros, pero yo quiero agradecerte por habernos propuesto, no impuesto. Por habernos transmitido buenos valores, gratuitamente. Eso importa más que cualquier militancia.
Iván García
Foto: Interiano Vinicio, Flickr
Gracias por el excelente escrito y por verter en él el corazón
Muchas gracias por el excelente escrito y por verter en él el corazón