Desde La Habana

Crecen protestas ciudadanas en Cuba

Crecen protestas ciudadanas en Cuba

Protesta pacífica el 6 de mayo de 2023 en Caimanera

Ni siquiera la brisa que llega del mar mitiga el soporífero calor. Un señor imperturbable, con una desteñida gorra de los Marlins y enguatada zurcida, desafía la canícula sentado en el muro del malecón con su vara de pescar. En el costado derecho del pescador, hay un pomo plástico de agua y al otro lado una caneca de ron casero.

Tres chicas, probablemente después de trasnochar en algún bar privado, previsoras, sacan de sus bolsos chancletas hawaianas y con los tacones al hombro caminan rumbo a casa. Ya para esa hora los rayos del sol derriten el asfalto. Muy cerca, en una gasolinera conocida como el Tángana, ubicada en el Vedado habanero, una larga fila de automóviles esperan para repostar.

La algarabía en la cola sube de tono. “Yo me pregunto hasta cuándo los cubanos vamos a aguantar tantas mariconadas. Esta gente (el régimen) no tienen ni la más puñetera idea de cómo solucionar la crisis. No es solo que falte el combustible, es que no hay ni pinga. Así no se puede vivir. La culpa la tenemos nosotros, por no ir hasta el Palacio de la Revolución a protestar”, grita un conductor sentado en el capot de su auto.

Algunos asienten. Otro chofer se suma y acusa a la policía y empleados de la gasolinera de prácticas corruptas. “Se inventan aplicaciones y mensajes por WhatsApp con el pretexto de eliminar las colas. Y así aprovechan para robar y vender gasolina por la izquierda. Aquí todo el mundo está prestado (sobornado), desde los pisteros y el delegado del municipio hasta la policía. Luego te dicen que no alcanzó o no ha llegado el camión del combustible. Como si fuéramos comemierdas”.

Dos policías parados en la esquina miran nerviosos el conato de protesta, pero no intervienen. La escena ya es habitual en cualquier sitio público de Cuba, sea en la cola de una panadería o farmacia, en el cuerpo de guardia de un hospital o en la parada del transporte urbano.

El descontento y la frustración ciudadana es un auténtico volcán en erupción. La revolución de Fidel Castro, que alguna vez deslumbró a la izquierda europea y latinoamericana, se fue a pique. El barco se hunde y las autoridades intentan maniobrar para no encallar.

Ha pasado mucho tiempo de mayo de 1968 en París, cuando los jóvenes que protestaban tenían pancartas del Che Guevara y una legión de renombrados intelectuales de medio mundo mendigaban una cita para charlar con el ‘comandante’ en La Habana.

De aquella ‘gloriosa revolución más verde que las palmas’, que prometía justicia social, viviendas dignas para todos los cubanos y un sistema social ‘de los humildes, por los humildes y para los humildes’ solo quedan viejos discursos y promesas incumplidas.

Ya muy pocos cubanos se tragan ese relato. La casta militar gobierna sin escuchar las demandas del pueblo. Se ha trasformado en una oligarquía, que junto con sus familias residen en las antiguas mansiones confiscadas a la burguesía nacional, en repartos exclusivos de La Habana. No tienen carencias materiales y han trazado un esquema de corrupción que beneficia a sus parientes y compadres.

La revolución cubana, que según prometía Fidel Castro sería un proceso democrático con elecciones libres y libertades políticas, apenas dos años después de su llegada al poder, se transformó en una dictadura comunista. Cerraron los periódicos, se demonizaron las creencias religiosas y se expropiaron los grandes, medianos y pequeños negocios particulares.

Sesenta y cuatro años después, a pesar del notorio fracaso económico y la pérdida de credibilidad política entre la ciudadanía, el gobernante Miguel Díaz-Canel, elegido a dedo por Raúl Castro para administrar el país, alardea orgulloso de continuar con el disparate.

Cada año que pasa aumentan las deserciones en las otroras filas revolucionarias. Ni siquiera quienes en apariencia lo apoyan creen en la narrativa oficial. Es un juego de espejo. El modelo político que rige en Cuba beneficia, mientras aplaudan y cumplan las reglas de juego decretadas por el gobierno, a un segmento de burócratas, enchufados y directivos de empresas importantes.

Incluso muchos que no creen en la parasitaria estructura económica, se han enriquecido gracias al descontrol y la proliferación de carteles mafiosos en las instituciones del país. Ocupar un cargo político intermedio representa conseguir cajas de pollo y comida gratis o a precio de saldo; dólares de dieta en los viajes al extranjero, automóvil con chofer y dar un salto cualitativo en el nivel de vida.

Es un trato fácil y beneficioso. A cambio de vivir sin sobresaltos, los dirigentes aprenden de carretilla tres o cuatro frases de Fidel Castro, memorizan consignas partidistas y repiten arengas sobre conquistas sociales. No se necesita tener un alto nivel cultural ni académico.

Muchos ni siquiera se han leído los manuales del marxismo ni conocen a fondo la historia de Cuba. No hace falta. Lo esencial es estar dentro o muy cerca del equipo que detenta el poder. Vestir guayaberas blancas en actos oficiales. En su vida privada, calzan zapatillas Nike de última generación y navegan por internet con un iPhone 14 Pro Max.

Definitivamente a la casta política en Cuba le fascinan los últimos adelantos tecnológicos de Estados Unidos y el ‘brutal capitalismo occidental’. Por eso ya no cuela entre los cubanos de a pie la desgastada narrativa del régimen.

La oposición en la Isla, hostigada y forzada a emigrar, es mínima y no cuenta con poder de convocatoria. La nueva disidencia son los cubanos de a pie que han perdido el miedo y quejan en voz alta.

Protestar contra el gobierno dejó de ser un hobby en las redes sociales. En un día cualquiera, se pueden contabilizar decenas de protestas y quejas ciudadanas, en cualquier provincia. Según el último informe mensual del Observatorio Cubano de Conflictos, 711 protestas públicas fueron documentadas en la Isla. 423, más de la mitad, estuvieron basadas en motivaciones económicas y sociales.

La protesta en Caimanera es un alerta para los operadores políticos del castrismo. Caimanera no es un municipio cualquiera. Es un pueblo cautivo con férreo control militar y el lugar con una gran cantidad de minas terrestres y acuáticas.

El argumento de las autoridades que ‘tres personas pasadas de tragos’ comenzaron la protesta es un insulto a la inteligencia. Y ha provocado una ola suspicacias y memes en las redes sociales. Hablando en serio. Si tres tipos borrachos en una esquina son capaces de movilizar a cientos de personas, entonces el régimen debería tomar nots e implementar una ley seca. Porque beber ron o cerveza en Cuba es casi un deporte nacional.

Iván García

Foto: Protesta pacífica el 6 de mayo de 2023 en Caimanera, el territorio de Cuba más cerca de la Base Naval de Guantánamo. Tomada de Diario de Cuba.

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