La mañana del sábado ocho de junio amaneció nublada en el reparto Sevillano, a veinticinco minutos en automóvil del centro de La Habana. Cuando comenzó a llover, Nadia y su esposo Maikel se preparaban para llevar a sus dos hijos de 11 y 14 años a una excursión en la playa El Mégano, al este de la capital.
“Los muchachos han sacado buenas notas en la escuela y queríamos premiarlos con una salida. Vendimos unos dólares que me envió mi hermano y pagamos cinco mil pesos por un viaje de ida y vuelta a la playa, a un vecino que alquila una guagua climatizada. Ellos suelen estar todo el tiempo trancados en la casa viendo televisión. Intentamos aislarlos de la violencia y el consumo de drogas”, dice Nadia.
Pero debido al mal tiempo, el viaje a la playa se suspendió. “Con el dinero que nos devolvieron decidimos llevar a los muchachos a la Finca de los Monos, un lugar donde hay juegos electrónicos en un ambiente agradable. O al menos eso creía”, comenta Maikel.
La Finca de los Monos es una mansión considerada entre las más exóticas de La Habana, ubicada en la misma esquina donde convergen la calle Palatino con la avenida Santa Catalina, una calzada escoltada por centenarios flamboyanes que en la primavera esparcen sus flores rojas y amarillas dibujando tapices en las aceras
Aunque su nombre era La Quinta de Las Delicias, popularmente se le conoce como la Finca de los Monos, porque en los terrenos de esa propiedad vivieron más de 200 primates de cuarenta especies. A los monos les acompañaban un tigre, un elefante, varios osos pardos, pavos reales, guacamayos, canarios, gallos japoneses, cocodrilos, caballos y ciervos. Fue el primer zoológico de Cuba bajo el cuidado de la filántropa Rosalía Abreu, que tenía predilección por los primates y estudió su comportamiento con fines científicos.
La hermosa edificación fue construida en 1906 y contó con el diseño del arquitecto francés Charles B. Brun, quien se inspiró en los estilos gótico, neogótico y neomorisco. La mansión habanera, que colinda con el reparto Casino Deportivo y queda muy cerca de la antigua embotelladora de refresco Coca-cola, tiene forma de castillo medieval y sus parcelas imitan de alguna forma a Los jardines de Versalles en París.
Debido al caótico servicio de transporte urbano, Nadia, su esposo Maikel y sus dos hijos fueron caminando con sus hijos hasta la Finca de los Monos, a un kilómetro y medio de la casa. «Cuando escampó cogimos una mochila con dos pomos de agua. Al llegar, nos enteramos que la UJC había programado una actividad por el inicio del verano. El ambiente era tenso. Estábamos en la cafetería cuando comenzó la bronca. Aquello fue una carga al machete como en el tiempo de los mambises. Cientos de adolescentes, la mayoría negros y mestizos, que según los empleados de la Finca provenían de Palatino, el Canal del Cerro y los bloques de edificios que están al frente de la Coca-cola, comenzaron a fajarse entre ellos con cuchillos, mochas, navajas, palos e inyectores artesanales que usaron como pistolas”, relata Maikel y añade:
“La muchedumbre, en estampida, fue a refugiarse en un sitio seguro. Por las ventanas tú veías los navajazos que iban y venían. Parecía una película japonesa de samuráis. La policía, como siempre, llegó cuando todo había terminado. Aquello fue lo más parecido a las masacres que narra el noticiero de la televisión cubana cuando se producen revueltas violentas en las calles de Estados Unidos. A ciencia cierta no se sabe si hubo muertos ni el número de heridos. Lo cierto es que en las calles interiores de la Finca de los Monos había sangre. Con esa experiencia quedamos puestos y convidados. No se puede salir a la calle”.
Según una nota del Gobierno de La Habana, «el incidente provocó dos lesionados, los cuales recibieron atención médica de manera inmediata sin peligro para la vida. No existen fallecidos». Pero una fuente policial dijo que «los fallecidos fueron nueve y pudieran aumentar los casos porque hay varios muchachos mal heridos que están en terapia y el pronóstico de que sobrevivan es reservado. Los heridos graves y leves fueron más de cuarenta”.
Aunque la prensa estatal lo intenta ocultar, los asesinatos, feminicidios y asaltos a mano armada van en aumento, en la capital y el resto del país.
Oscar, de 81 años ,y Marlen, de 79 años, un matrimonio de jubilados, viven en una casona amplia y enrejada que parece un búnker, en la barriada de La Víbora. Sus dos hijos emigraron en 2022, durante la estampida de más de 600.000 mil cubanos que decidieron huir del manicomio ideológico, el desabastecimiento y la falta de futuro. Los ancianos viven para comer. Sus miserables pensiones, que suman 4,500 pesos entre los dos , “solo nos alcanza para pagar la electricidad, agua, gas y comprar los mandados por la libreta. Nuestros hijos, cuando pueden, mandan algún dinerito o nos compran comida en esos negocios que tiene el gobierno”, dice Oscar.
“No le abrimos la puerta a nadie. Atendemos a las personas detrás de los barrotes de la reja. Como el dinero no nos alcanza, vendemos guanábanas, mangos y naranjas agrias de las matas que tenemos en el patio. Solo salimos a la calle cuando vamos a la bodega o al médico. En la cuadra ya le han robado a varios viejos, incluso mataron a una señora pensando que tenía dinero. Tenemos mucho miedo”, confiesa Marlén.
Uno de los motivos de auge de la violencia en Cuba, asevera Carlos, sociólogo, ha sido “el aumento notable de la pobreza. Si tomamos como válido los datos de instituciones internacionales que definen como pobreza a aquellas personas que ganan menos de un dólar y medio al día, entonces la pobreza en el país abarca al 90 por ciento de la población. Y en ese 90 por ciento hay profesionales y propietarios de casas y apartamentos. Como sus salarios o pensiones no les permiten reparar la vivienda ni comprar muebles ni electrodomésticos, su calidad de vida ha retrocedido en los últimos cinco años. Han pasado de desayunar, almorzar y comer, a hacer una sola comida diaria y a vender los objetos de valor que les quedaban.
“Esa pobreza estructural, que afecta a casi toda la sociedad, golpea incluso a los que reciben dólares, que no utilizan ese dinero para invertir ni para abrir un negocio que les permita obtener ganancias. Utilizan esos dólares para sobrevivir comprando comida, medicamentos y pagar la electricidad y otros gastos. En el ultimo circulo del infierno están los que no reciben dólares y como promedio sus sueldos fluctúan entre 2,100 pesos, el salario mínimo, y 4 mil pesos, el salario promedio mensual, equivalente a cinco o diez dólares, según el cambio en el mercado informal. La asistencia social del gobierno atiende con subsidios, que son insuficientes, a poco más de 600.000 personas. Pero los necesitados de asistencia financiera en Cuba puede alcanzar los dos millones de personas. El país está atrapado en un laberinto donde no se vislumbra una salida. Las fallas estructurales y multisistémicas son provocadas por el modelo económico, social y político. Es una crisis terminal. No hay reparación posible del desastre. Urge construir un nuevo modelo y un pacto social”, concluye el sociólogo habanero.
Igor, desde hace diez años dedicado al negocio de compra y venta de divisas, expresa que “el alto valor que ha alcanzado el dólar se puede explicar. No existen ofertas de bienes de servicios y los mercados están pelados. Yo no te puedo certificar que un dólar cueste 400 pesos. El precio lo dicta la oferta que es poca y la demanda que es mucha, de personas que desean emigrar y dueños de negocio que necesitan divisas para reaprovisionarse. Cuando existe déficit siempre habrá especulación. Se puede regatear e intentar vender un dólar diez o quince pesos más caro que lo señalado en El Toque (medio independiente que sirve de barómetro a las divisas en el mercado informal), pero jamás un dólar puede costar 280 pesos o menos como se cotizó hace una semana”.
En su opinión, esa bajada fue ocasionada por un marcado interés del gobierno y MIPYMES, aliadas al régimen o no, que “al ver como sus ventas disminuían, incluso muchos comenzaron a tener pérdidas, culparon de esa caída al alto valor del dólar. No es un cálculo desacertado completamente. Pero no se quiere ver el panorama completo. Si los bancos del gobierno vendieran divisas, si las tiendas en pesos y en divisas estuvieran bien abastecidas y si los cuatro millones cubanos, entre trabajadores estatales y pensionados, recibieran un pago justo, el dólar se cotizaría a 20 o 30 pesos como seis o siete años atrás”, explica Igor
El Toque no tiene la culpa de la devaluación del peso ni hay una campaña del ‘imperio’ para empobrecer a los cubanos y menos para que impere el crimen en la sociedad cubana. El único enemigo es el gobierno, incapaz de producir alimentos y neutralizar la violencia.
Iván García
Foto: Cartel promocionando el inicio del verano con músicos ‘reparteros’ en la Finca de los Monos. Tomado de CubaNet.