Cuando el 11 de marzo las autoridades sanitarias locales confirmaron los tres primeros casos de Covid-19 en Cuba -tres turistas italianos que habían llegado al país el 9 de marzo y al día siguiente fueron aislados-, la incipiente sociedad civil independiente cubana se pronunció a favor del regreso a sus países de origen a los miles de turistas que se encontraban en la Isla, cierre de las fronteras aéreas y marítimas, suspensión de las clases en todos los niveles de enseñanza, cese temporal de los puestos de trabajo no esenciales y trazar una estrategia que evitara colas y aglomeraciones.
Lo que se proponía era que Cuba fuera más isla que nunca y se evitara que la epidemia, surgida en la ciudad china de Wuhan, contagiara al menor número de ciudadanos. Pero el régimen tenía otro plan. Aunque no lo ha reconocido, subestimó la situación. Continuó potenciando el turismo, advirtiendo erróneamente a los visitantes que las altas temperaturas y las playas eran una barrera natural perfecta para contener al coronavirus.
Mientras, los medios oficiales, expertos en manipular y vender humo, desplegaban la tesis de que institutos científicos cubanos estaban evaluando una supuesta vacuna y que un interferón recombinante producido en el país había sido efectivo durante el tratamiento del virus en China. Los cubanos de a pie, la mayoría desinformados, seguían teniendo como prioridad llevar comida a la mesa de sus casas.
El coronavirus aterrizaba en la Isla en medio de una tormenta perfecta. Desde hacía un año y medio el desabastecimiento de alimentos, artículos de aseo y medicinas iba en aumento y las estructuras económicas y productivas desfasadas. A ello se añadía el naufragio económico, político y social de Venezuela, principal mecenas que importa el petróleo a la Isla a precio de saldo y recrudecimiento del embargo financiero por parte de Washington e ineficacia del modelo comunista.
Cuba esperaba la primavera de 2020 entre signos de interrogación. El régimen iba a su bola, con una narrativa insoportable de jergas y el gastado lema de un socialismo próspero y sostenible, cuando llegó el coronavirus. Las redes sociales se pusieron en modo guardián. Y la inercia del primer momento por parte del gobierno desató la polémica en internet de muchos cubanos de adentro y de afuera. Precisamente, aprovechando el espacio democrático de las redes sociales, disidentes políticos, intelectuales y periodistas alternativos construyen su propio relato.
El viernes 20 de marzo, apremiado por las voces críticas y la escalada del Covid-19, el régimen se puso las pilas y cerró las fronteras. Tres días después suspendió las clases en la enseñanza primaria, secundaria, preuniversitaria, tecnológica y universitaria. Eran algunas de las demandas de la incipiente sociedad civil. El gobierno ha intentado replicar con su tropa de amanuenses amaestrados. Pero han perdido por goleada frente al sentido común y los criterios ciudadanos
Diario Las Américas le preguntó a nueve figuras conocidas del arte, el periodismo, la investigación y la disidencia en Cuba, sus puntos de vista sobre las medidas adoptadas por el gobierno para enfentar el Covid-19.
Luis Manuel Otero, artista visual, considera que “son pura política, de cara al interior del país y al exterior. En mi opinión no son medidas funcionales, debieron haber cerrado la frontera desde un principio, desde que se supo que el Covid-19 había llegado al continente americano, no ya cuando estaba adentro. Lo de cerrar las escuelas es un medida política, para nada funcional. Soy un negro nacido en un barrio pobre del Cerro. ¿Tú sabes lo que significa para una madre tener a tres hijos confinados durante un mes, metidos todo el día en la casa, sin las condiciones requeridas y sin suficiente alimentación? En Cuba es casi imposible. Lo sé por experiencia propia, porque tanto los hijos como la madre tienen que salir a diario a la calle a zapatear la comida y el dinero”, señala Otero y añade:
“Por mucha higiene que haya, que no la hay, cada vez que regreses de la calle, la cartera, el propio dinero y las ropas pueden estar infestadas. En muchas barriadas habaneras hay problemas con el agua, no hay jabón o falta el detergente. Este virus pone al descubierto la fragilidad a la que está sometido el cubano de a pie. Y ese famoso cartelito de que somos irresponsables no es cierto. Imagínate un tipo que se tenga que encerrar un mes en su casa, sin comida, sin dinero y que constantemente tiene que salir a la calle a negociar por la izquierda, vender cualquier cosa para poder alimentar a su familia. El gobierno, cínicamente, ha traspasado el problema al ciudadano común. Pero ellos son los culpables del Estado fallido y que nada funcione en el país. Si el coronavirus nos llega a afectar con fuerza, solo Dios nos puede salvar”.
Mónica Baró, brillante reportera, muy activa en las redes sociales, considera que las “medidas anunciadas por el gobierno el 20 y 23 de marzo, están en correspondencia con el contexto que estamos viviendo ahora con el coronavirus. De hecho, he estado al tanto que muchas personas han pedido medidas más estrictas, sobre todo para evitar la aglomeración en las colas para comprar alimentos, aseos o medicinas y para abordar el transporte público. Se ha hablado en las mesas redondas de llevar algunos de estos productos de mayor demanda a las bodegas para venderlos por la libreta de racionamiento. Yo creo que en el tema cubano, el principal reto es la escasez de alimentos, artículos de aseo y medicinas que impide que la gente se mantenga en sus hogares. Aparte de ese problema de la escasez, está el problema del hacinamiento, de las viviendas que se encuentran en regular o mal estado, que son el 39% del fondo habitacional en el país. Y eso implica que para muchas personas permanecer en sus casas sea complicado. No es lo mismo pasar la cuarentena en una casa segura que en una vivienda con peligro de derrumbe y encima, que residan tres o cuatros generaciones diferentse bajo el mismo techo”, subraya Mónica y concluye:
“También preocupa si en los hospitales existen suficientes equipos que garanticen la atención a todas las personas que se contagien, algo que está pasando en Italia y España, que los respiradores no dan abasto. Eso es algo que asusta mucho. Entonces tenemos por un lado un contexto de salud que pudiera tener más debilidades que otros países como Italia o España, y aun así se han visto desbordados, imagínate que la gente no pueda hacer ese confinamiento que se necesita por la escasez de productos de primer necesidad o por el fondo habitacional y eso dispare los contagios, y que el sistema de salud nuestro no pueda hacer frente a un elevado número de enfermos. Hasta ahora el gobierno ha hecho un buen trabajo, aunque podría hacer más cosas, por ejemplo debería facilitar las donaciones desde el exterior. Pero todavía es demasiado pronto para saber cómo se van desarrollar los acontecimientos”.
A Luis Cino, veterano periodista independiente, habitual columnista de CubaNet, le parece “que luego del triunfalismo inicial y de sus convocatorias a que siguieran viniendo turistas, negándose a cerrar aeropuertos y escuelas, provocaron un gran rechazo entre la población. Ahora, después que se asustaron y están haciendo lo correcto, no logran que la gente confíe en el sistema. Luego de décadas de secretismo, la gente desconfía de las cifras oficiales. Y con tanto desabastecimiento de alimentos, aseos y medicamentos, todo se puede tornar incontrolable”.
Jorge Enrique Rodríguez, reportero de Diario de Cuba y corresponsal del periódico español ABC, afirma que «el régimen debió haber adoptado las medidas desde que se notificaron los primeros casos de Covid-19 en la Isla, el 11 marzo. Hoy es imposible saber si la proliferación del contagio tuvo que ver con haber recibido al crucero británico MS Braemar. Fuentes confiables me revelaron que los médicos que abordaron el crucero no tenían el equipamiento adecuado, solo fueron vestidos con trajes verde quirúrgicos, lo que deja en sospecha cómo se manifestaron los posteriores contagios».
Finaliza Rodríguez: “Las medidas adoptadas podrían ser eficaces, pero la indisciplina social, resultado del paternalismo con el cual el régimen trata y enfrenta cada situación, no podría dar los resultados esperados. También queda demostrado que el régimen no tiene capacidad de respuesta para una pandemia, pues no ha podido satisfacer la demanda de nasobucos (mascarillas), ni las cantidades que se requieren de hipoclorito. A ello se agregan el déficit de productos de higiene y aseo personal. Con propaganda no se combaten las pandemias”.
Iliana Hernández, corresponsal de CiberCuba, coincide en que las medidas de cerrar las fronteras y escuelas debieron haberlas tomado antes. “Desde que entraron los primeros casos al país se tenían que haber cerrado puertos y aeropuertos, en vez de pedir que vinieran más turistas a infestarnos. Creo que las medidas se pueden reforzar con la ayuda del ejército entregando kits de alimentos a precios módicos o gratuitos a todas aquellas personas que no tienen una economía solvente. Yo no esperaría al brote para hacerlo, como pasó en Italia y España, debemos adelantarnos a lo que viene, pues de otra manera pudiera ser inevitable”.
Abraham Jiménez, director de la revista El Estornudo, expresa que “de manera general el gobierno cubano y las autoridades competentes han tomado medidas certeras y en el momento justo. Pero lo que no tiene nada que ver es la complicación que genera el coronavirus en los sectores más desfavorecido de la sociedad. Y durante sesenta años, Cuba no ha sabido administrar su sociedad. Por tanto los ancianos, jubilados, los más pobres y vulnerables están más desprotegidos frente a la epidemia. Creo que la expansión de esta pandemia va ser un parteaguas en el futuro de la nación, porque no todos los ciudadanos pueden acogerse a las indicaciones del gobierno, OMS y otras organizaciones internacionales internacionales que velan por la salud humana, pues Cuba es un país empobrecido donde la carestía de la vida y la precariedad está incidiendo con mucha fuerza en un segmento de la población. Para ese sector va ser una cosa de vida o muerte. Si sales a la calle sin la adecuada protección puedes coger el virus, si te quedas en casa, te muerde el hambre. En esa disyuntiva se encuentra un porciento elevado de nuestros compatriotas”.
Oscar Casanella, bioquímico quien de 2006 a 2016 fuera profesor universitario de inmunología en la Universidad de La Habana, considera que las medidas “tomadas por la dictadura comunista, han sido un poco lentas y responden más a los intereses políticos que a la necesidad de preservar la salud del pueblo. Lo ideal hubiera sido que Cuba hubiera cerrado las fronteras a los extranjeros muchos días antes, para evitar al máximo la entrada del virus SARS CoV-2. No lo hicieron porque querían aprovechar la temporada alta de turismo, y hacer propaganda política con la ayuda al crucero británico MS Braemar. El régimen también demoró cerrar los centros educativos».
Casanella sigue haciendo señalamientos: «La presión en las redes sociales, tanto de cubanos como ciudadanos de otros países, fue decisiva para que la dictadura cambiara el discurso de un día para otro. La autocracia no tomó nota de la estrategia seguida por Corea del Sur. No ha realizado pruebas diagnósticas masivas para detectar la presencia del Covid-19. El gobierno surcoreano aprendió que era más barato realizar estas pruebas y no cerrar industrias, empresas, detener la economía o aplicar una cuarentena obligatoria como hizo China. El MINSAP sigue reportando cientos de casos sospechosos, pero el número de pruebas diagnósticas por RT-PCR es bajo. Es pronto para evaluar la eficiencia de las medidas aplicada por la dictadura. El análisis final lo podremos hacer los especialistas sobrevivientes cuando tengamos los resultados en las manos”.
Borís González, colaborador de Diario de Cuba dice que tiene muchas preguntas y pocas respuestas. “El coronavirus comenzó en China y se propagó a países vecinos de Asia. Luego llegó a Europa y en estos momentos se encuentra en todo el continente americano. No era, por tanto, un afán de criticar al gobierno en redes sociales y en medios independientes y pedirle que con urgencia cerrara a fronteras y tomara medidas de aislamiento como el cierre de escuelas. A mi entender, esas medidas se demoraron en ser tomadas. La política de cuarentenas institucionales, los centros de aislamientos a los cuales llevan a los recién llegados del extranjero y a quieneslos han tenido contacto con enfermos o sospechosos de estarlos me plantea varias dudas», que a continuación detalla:
«¿Cómo se maneja la coincidencia de enfermos no detectados con sanos en esos centros? ¿Si no se hacen pruebas hasta que no haya síntomas, cómo se ataja el peligro de que un contagiado asintomático enferme a alguien sano? Son algunas de las preguntas que queremos escuchar de los periodistas y sin embargo niguno se las plantea a las autoridades en sus ruedas de prensa. También me preocupa, hasta donde he conocido, que no se ha hecho pública ninguna medida para la prevención del virus en las prisiones. Y Cuba tiene una tasa de confinamiento que se encuentra entre las mayores del mundo, según divulgó en enero de este año la ONG europea Cuba Prisioners Defenders”.
Manuel Cuesta Morúa, disidente socialdemócrata, subraya que la “arrogancia inicial con la que se presentó el gobierno frente al Covid-19, ya cuando fue declarada pandemia, mostró su falta de liderazgo en tres puntos esenciales: la visión que se requiere frente a la contingencia, la importancia de la información precedente y la responsabilidad derivada de su ‘mandato’ principal: proveer seguridad a los ciudadanos. Inicialmente hubo incluso irresponsabilidad criminal, como reflejo de cierta irresponsabilidad burocrática, cuando ofrecía a Cuba como refugio seguro para el turismo. Eso puso en peligro la seguridad nacional, que ya está en peligro crónico por la inseguridad alimentaria de Cuba».
Cuesta Morúa se pregunta: «¿En qué estaba pensando el gobierno? Ya lo sabemos: en intereses económicos de corto plazo por encima de intereses comunitarios de salud pública: un gobierno que ha construido un mito en ese tema. Sin embargo, en favor del régimen cubano, diría que pocos gobiernos han estado a la altura que necesitaba el momento durante la primera fase del coronavirus. Pero una sola medida inicial, cierre de fronteras, habría hecho innecesaria las medidas posteriores. Al mantener las fronteras abiertas, obligas a una cuarentena dura que no puedes cumplir porque la inseguridad alimentaria estructural de Cuba imposibilita el cumplimiento de la seguridad nacional en términos de salud pública”. Y aclara que todavía se observa cierta desidia social en el comportamiento de segmentos ciudadanos. «En este caso se requiere más persuasión y un cambio en el esquema de comunicación. Alguien dijo que el conflicto que tenemos es existencial, no político. Y la retórica del gobierno en torno a la pandemia sigue siendo política e ideológica”
Por último, Cuesta Morúa propone cinco medidas para poder superar la pandemia: “La primera, un cambio en las pautas comunicativas. La segunda, potenciar la producción de alimentos privadas. La tercera, responder positivamente a la rebaja de los precios en internet. La cuarta, sacar las reservas militares para confeccionar nasobucos para niños y ancianos. Y la quinta, solicitar ayuda internacional. Estados Unidos acaba de aprobar un paquete de asistencia humanitaria por 254 millones de dólares. Una oportunidad que no deberíamos desaprovechar”.
Iván García
Foto: Tomada de Periódico 26, de Las Tunas, provincia situada a unos 657 kilómetros al este de La Habana.