Terminado el ajetreo hogareño cotidiano, Aleida, ama de casa, sale a la calle en busca de viandas, hortalizas o frutas en el agromercado. A la hora de la comida, gracias a su creatividad culinaria, tres muslos de pollo los convierte en seis bistecitos. Después de fregar, se sienta a ver la telenovela brasileña y cuando termina, sintoniza Telesur, canal de noticias fundado con los petrodólares del difunto Hugo Chávez y gestionado por el ala propagandística del PSUV venezolano y el Departamento de Orientación Revolucionaria del Partido Comunista cubano.
En ese momento, el impresentable Nicolás Maduro, con el ceño fruncido, está arremetiendo contra Trump y el ‘imperialismo yanqui’. “¿Y ahora qué pasó en Venezuela?”, pregunta Aleida al esposo, sentado a su lado.
“No sé, en la radio escuché que quieren darle un golpe de Estado. Qué raro, sin tanques ni tiros. Un tipo llamado Juan Guaidó dice que él es presidente. No entiendo nada. Quita eso y pon un serial del Paquete”, responde el marido.
Tampoco Rubén, bodeguero, entiende la situación venezolana. “Maduro siempre está gritando y mandando al carajo a cualquiera. ¿A quién se le ocurre poner un guagüero de presidente? En Venezuela los escándalos y problemas se suceden y no tienen fin”.
Denise, estudiante universitaria, está más informada. Su padre es médico y cumple misión en Maracaibo. “Aquello está en candela. No hay comida, una libra de carne de puerco tiene un precio hoy y a los tres días cuesta el doble. Según mi padre, a Maduro no lo quiere la mayoría de la población, pero también existe cierta desconfianza hacia los opositores. Sin embargo, Guaidó ha caido bien, es joven y cuando habla parece un venezolano común y corriente”.
Con excepción de analistas políticos, periodistas, disidentes y personas muy informadas, los cubanos desconocen lo que está sucediendo en Venezuela. Norge, licenciado en ciencias políticas, considera que “la manipulación de la información en los medios nacionales y en Telesur es atroz. En la prensa no encuentras estadísticas sobre la híper inflación, depreciación del Bolívar, disminución de la producción de petróleo y mucho menos puedes leer una crónica o un reportaje sobre las penurias, hambre y falta de medicamentos en Venezuela».
Alicia, diseñadora particular, expresa que en Cuba de las dificultades económicas en Venezuela, culpan a Estados Unidos, a la oposición y a los empresarios privados. «La situación política donde Guaidó se proclamó presidente y señaló a Maduro como usurpador, no la explican en Granma ni en Juventud Rebelde. No puedes leer un análisis serio que aporte elementos para entender el estado de cosas actual en Venezuela. Entonces dicen que la culpa la tienen los americanos”.
El contexto venezolano tiene los ingredientes de un thriller de Hollywood. Espionaje, corrupción a granel, violación de los derechos humanos, torturas, tratos degradantes a los prisioneros políticos y hasta supuestos suicidios.
Desde la Isla, la Venezuela de Maduro se percibe acorralada entre los chanchullos ideológicos del régimen cubano y la asesoría de los eficaces servicios especiales del castrismo. La falta de liquidez, crisis económica y aislamiento con Occidente ha provocado que el chavismo se haya convertido en un monigote de Rusia, China y Turquía.
«El 24 y 25 de enero me desperté temprano, con el mando del televisor en la mano. Desde la cama esperaba ver la noticia de la partida de Maduro, casi seguro a Cuba, pero desgraciadamente no ocurrió. Es una verdadera pena que los mandos militares venezolanos no hayan dado el salto, pero esa reacción es normal, porque están corruptos hasta la médula. Viven de prebendas igual que los generales aquí. Y en el caso de Venezuela hay que sumar el tráfico de influencias y el narcotráfico», cuenta Rolando, profesor de secundaria.
Recientemente, en el periódico ABC salió una crónica titulada Así viven la noche madrileña los hijos del chavismo. Se centra en Mitchell Padrino Betancourt, hijo mayor del ministro de Defensa Vladimir Padrino López. «Mitchell conoce bien los entresijos de la noche madrileña y encadena largas juergas sin importar el día de la semana. Sabe bien cómo exprimir la madrugada a golpe de champán caro, cachimbas y mucho reguetón». Mitchell y su hermana Yarazetd cursan estudios universitarios en Madrid. Los dos nacieron del matrimonio de Padrino con Yarazetd Betancourt, hija de un coronel. Una fuente dijo a ABC que «los hijos de Padrino se mudan frecuentemente de casa por motivos de seguridad, viajan mucho a Venezuela, pero ahora mismo nadie sabe dónde están».
Para el profesor Rolando, «todo eso y más ocurre con el visto bueno y la asesoría especial y exprés del desgobierno cubano. Es tan evidente la penetración, que ahora se aparece Maduro con Oficinas de Intereses, calcadas de las que abrieton en La Habana y Washington antes de restablecerse las relaciones con Estados Unidos, en diciembre de 2014. Más evidencia de la presencia de las manos de Cuba en Venezuela no puede haber».
Hace tiempo que Venezuela dejó de ser soberana. Silenciosamente, sin disparar un tiro, Fidel Castro, con autorización de Hugo Chávez, comenzó a controlar puntos claves de las estructuras de poder en la nación sudamericana. Asesores militares y de la contrainteligencia cubana tienen acceso a información privilegiada, sea el control de cédulas y pasaportes y aduanas o estrategias militares en caso de una agresión de Estados Unidos.
Fidel Castro logró una hazaña política inédita. Con una población tres veces menor, un PIB miserable y un ejército con armamento obsoleto, logró colonizar a Venezuela a golpe de ingredientes ideológicos. Como Rasputines tropicales, los asesores cubanos se pasean por Miraflores aconsejando a la crema y nata del ejecutivo chavista.
En la vasta operación de manejar a un país a distancia, el régimen isleño ha distorsionado las reglas del juego económico y productivo de Venezuela. El castrismo tiene una cuota importante de culpa en la bestial crisis venezolana. Además de petróleo a precio de saldo, Cuba obtuvo miles de millones de dólares en concepto de subsidios.
Como una sanguijuela, la autocracia verde olivo ha succionado recursos, manejado operaciones para comprar alimentos con elevados sobrecostos y reexportado combustible venezolano a precios del mercado internacional. Si damos crédito a estudiosos internacionales, en estos veinte años del chavismo, Cuba ha obtenido beneficios equivalentes a cien mil millones de dólares. Tal vez más.
El ALBA, una especie de Unión Europea de países latinoamericanos y caribeños, diseñada por Fidel Castro y Hugo Chávez y con la participación de gobiernos de izquierdas o dependientes del petróleo venezolano, jamás funcionó. “Fidel decía que gracias al ALBA, en Cuba se venderían bombones, juguetes y latas de sardinas a precios módicos y los cubanos podríamos hacer turismo en Isla Margarita. Todo fue mentira”, recuerda Ignacio, tabaquero jubilado.
En las oficinas del Palacio de la Revolución se delineó un espacio y una moneda común, el Sucre. Medio en broma, medio en serio, los camaradas del PCC y el PSUV a esa alianza la denominaban Cubazuela.
Cuando se acentuó la crisis económica en Venezuela, debido a la caída de los precios del petróleo, el sustituto de Chávez apostó por nuevas líneas de créditos con Rusia y China. Creció entonces la deuda entre Cuba y Venezuela. En la actualidad, Estados Unidos es de los pocos países que paga con dinero sus compras de combustible venezolano. Las exportaciones de petróleo a China son para pagar la deuda. Rusia ha invertido diez mil millones dólares en el sector petrolero y Turquía ha recibido concesiones para la explotación minera y extracción de oro.
Con sus erráticas políticas económicas y concesiones a grandes potencias, en busca de apoyo y equilibrio geoestratégico, Maduro ha hundido a Venezuela y transformado al rico país en una nación pobre y rehén del ajedrez político externo.
Por su gran irresponsabilidad y ceguera ideológica, y por el bien de Venezuela y los venezolanos, Nicolás Maduro debiera renunciar ya.
Iván García
Foto: Siempre que viajaba a La Habana, Nicolás Maduro se reunía con Fidel Castro. La imagen es de marzo de 2016 y fue tomada de La Razón.