Un hecho aparentemente simple, como adornar los albergues estudiantiles con muñecas Barbie y propaganda de mercadería de consumo capitalista ha desatado en las autoridades de la isla una pequeña tormenta.
Agustín Alfonso, 20 años, estudiante del tercer año de Derecho en la Universidad de La Habana es el típico modelo de la ambigüedad ideológica que vive la isla en este fin de siglo.
Si se observa la forma de vestir de Agustín, a simple vista no se podría definir si es un roquero alternativo de Nueva York o un komsomol de la antigua URSS. Ni él mismo sabe. Usa una boina estilo Che Guevara, porque admira al guerrillero argentino, pero también viste jeans Levi’s y zapatillas deportivas Reebok. Completa su indumentaria con un reloj Rolex, una cadena de oro con una pequeña foto de Juan Pablo II y una camisa verde olivo, del mismo color que usa el comandante único, pero la del joven lleva la marca Benetton.
Su forma de pensar es tan ortodoxa como la de los supuestos «duros» del buró político. «Estados Unidos es el engendro del mal, pero produce cosas muy buenas», dice. Para Agustín, «Yugoslavia es una nación valiente porque resiste la invasión aérea de la OTAN, comandada por los gringos». Pero no puede precisar donde está el país balcánico y confunde el nombre del dictador Milosevic con un futbolista que juega en la liga española.
-¿Y Castro?, le pregunto.
-Es un caballo, aunque últimamente está apretando demasiado.»
Agustín Alfonso reconoce que en los medios estudiantiles se ha desatado una ofensiva ideológica en contra del consumismo capitalista. La prensa oficial se ha hecho eco de ella.
Juventud Rebelde, el diario de los jóvenes comunistas, puso en el asador el tema. Según ese periódico, en las habitaciones donde duermen estudiantes universitarios y de bachillerato las paredes están repletas de marcas de productos occidentales. La cuarentona y estilizada muñeca Barbie adorna la cama de las muchachas. Propagandas de Nestlé, Nissan, Adidas o carteles de los jonroneros estadounidenses y Ronaldo,el astro brasileño de fútbol, empapelan las paredes.
Ya el gobierno tomó cartas en el asunto. Juventud Rebelde señaló que la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) está tratando de poner coto a ese «desvío ideológico». Han sugerido que los estudiantes peguen ilustraciones de la revista universitaria Alma Mater, donde en cada edición aparecen retratos diferentes Ernesto Che Guevara, ícono del la revolución.
El periódico aprovecha para resaltar la pureza ideológica de alumnos de Historia y Marxismo, como Yoandry Ruiz, quien, a pesar de las carencias, dice que hay cosas que «no son negociables» y le muestra al periodista un armario donde aparece un collage con paisajes cubanos y al lado, la imagen omnipresente del Che.
A propósito del tema, Cuba Press sondeó a 32 estudiantes de niveles superiores y 30 dijeron que ejemplos como el de Ruiz son excepcionales. De acuerdo a esos 30, la juventud está cansada del exceso de ideología. Los dos que compartieron esas opiniones son militantes de la Unión de Jóvenes Comunistas.
Sin embargo, a los 32 les gusta ver filmes americanos clase B, que venden violencia por arrobas. 20 de los 32 encuestados se autorecetan buenas dosis de opio electrónico, asistiendo tres veces por semana al culebrón colombiano Café con aroma de mujer, con más poder de convocatoria que cualquier acto revolucionario. A 24 encuestados les encanta leer frivolidades, como le llaman las autoridades a los textos que apareen en las revistas del corazón, así como novelitas de Corín Tellado.
Los más serios también son «pecadores ideológicos» y admiten su preferencia por escritores proscritos por el régimen como Guillermo Cabrera Infante y Mario Vargas Llosa. Pese a las evidencias, el gobierno se niega a aceptar que, hace rato, la sociedad cubana dejó atrás su homogeneidad.
La fe en el comunismo ha desaparecido por una causa simple, piensa Roberto Pérez, estudiante de física. «En ningún libro de marxismo se dice que los comunistas tienen que ser pobres y vestirse como mendigos». Roberto cree que esa imagen de «pureza» es el saldo que ha dejado 70 años de propaganda comunista en la antigua URSS, y cuatro décadas de revolución castrista.
Jesús García, estudiante de medicina, dice que la campaña se evaporará tan rápido como otras. «Son otros tiempos. Además, no se puede perder de vista que los estudiantes somos rebeldes por tradición y no vamos a aceptara, así como así, que los que nos dirigen vengan con la historia trillada de que le hacemos juego al consumismo».
García añade: «Los dirigentes cubanos se visten de guayabera cuando asisten a actos públicos, tratando de esa forma de vender autoridad y sacrificio, pero están gordos y barrigones, tienen la piel rosada, andan en buenos carros y viven en casas repletas de equipos occidentales».
Muchos jóvenes estudiantes no creen en la revolución. Los que todavía confían en ella son críticos severos y reclaman cambios para mejorar y transformar la sociedad. Es el caso de Héctor Núñez, 21 años, alumno de tercer año de sistemas automatizados. «No veo nada malo en que las personas, particularmente los jóvenes, deseen una mayor calidad en sus vidas. Lo que pasa es que en Cuba esa calidad hay que comprarla con dólares.»
Héctor piensa que «no necesariamente una persona está desviada ideológicamente y se aparta de sus ideales socialistas porque se pone un Levi’s, sueña con tener algún día un Mercedes Benz o una moto Honda». Según Héctor, pueden gustarle todo esos productos capitalistas «y espiritualmente identificarse con la izquierda, tener sed de justicia y admirar al Che Guevara».
El gobierno, asentado durante 40 años en el poder, tiene otros criterios. Desea que se idolatre el mito del guerrillero heroico y se satanice a la Barbie y la Coca Cola.
Iván García
Publicado en Cubafreepress el 3 de junio de 1999.