En casi una hora, de sol tibio de primavera y brisa agradable, Ochoa repasó su repertorio de arriba abajo. Calentó la pista. Un audio deficiente que apenas se escuchaba a más de 350 metros del escenario, no fue óbice para que la gente gozara, saltara y bailara, como sólo saben hacerlo los nacidos en este rincón del mundo.
Con sus botellones de ron de caña, o sus latas de cerveza Cristal, la juventud que en masa se dió cita, disfrutó el concierto. Pasada las 6 de la tarde rompió la música del grupo boricua Calle 13.
Los músicos puertorriqueños, quienes ostentan varios premios Grammy, tienen numerosos seguidores en la isla. Y desde el primer hit, estalló el Protestódromo. Ante una fuerte presencia policial, miles de turistas se sumaron al baile desenfrenado y la fiesta del hip hop tropical.
Lo bueno sucedió después que Calle 13 pusiera el punto y final a las dos horas de ritmo contagioso y textos incendiarios. Miles de personas, deseosas de seguir la movida, se juntaron en los parques del Vedado, para pasándose la caneta de aguardiente de mano en mano, y acompañados de Mp3 o una desarmada y vieja guitarra, cantar hasta quedar afónicos toda la madrugada.
Otros hacían largas colas en la heladería Coppelia, para mitigar el calor con un helado de discreta calidad en moneda nacional. Nada más había un par de sabores. Que no eran ni fresa ni chocolate.
Frente a la heladería capitalina, había extensas filas para comprar perros calientes a diez pesos. Los sitios en divisas también estaban repletos.
Sucede que en La Habana la gente está sedienta de buenos conciertos y actividades culturales de calibre. Y cuando ocurren algunos, como el concierto de Juanes y Miguel Bosé, el 20 de septiembre de 2009 en la Plaza de la Revolución, o éste de Calle 13, al borde del Malecón, las personas van a como dé lugar.
Se olvidaron del pésimo transporte y la poca comida. Incluso dejaron de lado el béisbol, cuando se decidía el título nacional, y donde jugaba Industriales, el equipo de la ciudad.
“El béisbol puede esperar, pero conciertos como el de Calle 13 son una vez cada cierto tiempo”, comentó Yuri, joven negro de 23 años, vestido de forma estrafalaria y con gruesas cadenas de oro de 14 quilates. Sin embargo, Yuri y sus amigos a cada rato miraban la hora. Y no esperaron el final y se apresuran a tomar un ómnibus atiborrado rumbo a sus casas.
Querían llegar a tiempo, para ver por la tele el partido final del entre Industriales y Villa Clara en pos del campeonato. Si lo consiguieron, mataron dos pájaros de un tiro. Disfrutaron de buena música y por la televisión pudieron ver el fin de un torneo candente.
Y en una Habana cara y con pocas opciones recreativas, poder divertirse con dos eventos de nivel un mismo día es un lujo. Y gratis.
Iván García
Foto: AP