GAESA es un misterio. Un gobierno a la sombra administrado por militares que mantiene en secreto sus finanzas y solo rinde cuentas a Raúl Castro. Tiene su sede en un edificio con marcado estilo ecléctico construido en 1914 por la concesionaria Port of Havana, ubicado al frente de la terminal de cruceros del puerto capitalino.
Existen indicios de que sus negocios se extienden al menos a once países. Y según datos rastreados por los periodistas disidentes Laura Roque y Henry Pérez, para el sitio digital El Toque, al menos 42 compañías que han sido creadas en las últimas décadas están representadas o dirigidas por funcionarios cubanos (o familiares de éstos) con cargos o vínculos con el opaco conglomerado empresarial militar.
Aunque se desconoce con exactitud la cantidad de dinero que controla GAESA y cuál ha sido su impacto en el desarrollo económico de la Isla, se presume que el porcentaje de su participación en la economía nacional podría llegar al 40% del PIB.
Rafael, un funcionario jubilado de GAESA, relata a Diario Las Américas, que el holding se creó a mediados de “los años 90. cuando Fidel Castro autorizó a su hermano Raúl para que Gaviota dirigiera un grupo hotelero enfocado en el turismo. Se quería conocer con precisión la rentabilidad en los negocios hoteleros. Existían empresas fundadas por Fidel, como Cubalse o Palco, que el propio Castro llevaba la contabilidad como si fuera un bodeguero. Recuerden que él gestionaba personalmente cientos de almacenes de víveres, materiales de la construcción, transporte, combustible y otras logísticas que se conocían como la Reserva del Comandante y estaban valoradas en cientos de millones de dólares”.
“Además, Fidel contaba con un gobierno paralelo, denominado Grupo de Apoyo, y al cual pertenecían Carlos Valenciaga, Felipe Pérez Roque y Carlos Lage, entre otros que tenían más poder que un ministro por la potestad y recursos que manejaban fuera del presupuesto nacional. Con el pretexto de burlar el embargo, los operadores de la inteligencia cubana habían diseñado una complicada y turbia red financiera en paraísos fiscales gracias a la anuencia del entonces presidente panameño Manuel Antonio Noriega, amigo de Fidel”.
“La construcción del Centro de Biotecnología, al oeste de La Habana, se hizo con divisas fuera del presupuesto estatal. El negocio de cambiar joyas de oro, obras de arte y reliquias familiares valiosas por pacotilla en la década de 1980 fue ordenado por Fidel para recaudar dólares para la guerra de Angola, ya que la entonces URSS, se negaba a financiar las locuras del barbudo. La guerra y la subversión es muy cara. También se necesitaba dólares extras para comprar tecnología punta en Occidente. Hubo disimiles formas de buscar financiación, desde robar bancos por grupos procastrista, traficar drogas, marfil y la reventa en el mercado mundial del petróleo que nos regalaban los soviéticos”.
“Luego del Caso Ochoa en 1989 y la desaparición de la URSS en 1991, las FAR se adueñaron de esos esquemas de negocios. Con la llegada del Período Especial se priorizó el turismo que aportaba divisas frescas. Pero el robo de recursos y la pésima gestión generaban pérdidas millonarias. Fidel decidió autorizar a Raúl para que fundara la empresa Gaviota y poder conocer exactamente la rentabilidad hotelera. Los militares también comenzaron a gestionar las remesas y crearon una infraestructura comercial y de ocio que fomentaba los gastos con los dólares que transferían los antiguos ‘gusanos’”, asegura Rafael y concluye:
“Ése fue el origen de GAESA. Posteriormente, con esa infraestructura logística y financiera se creó un banco cubano en Londres. GAESA fue expandiendo sus empresas hasta convertirse en el monopolio actual, que controla entre un 80 y un 90 por ciento de los negocios que ingresan divisas (turismo, telecomunicaciones, exportación del níquel y las remesas). GAESA es un gobierno paralelo que dirige Raúl Castro, con participación de los comandantes históricos y gente de su confianza. Díaz-Canel y los ministros son meros capataces que cumplen órdenes”.
El gobierno nunca ha publicado estadísticas sobre la cantidad de dólares que por concepto de remesas anualmente ingresa al país. Según analistas y expertos, la emigración cubana transfiere a sus parientes pobres de la Isla entre 2,500 y 3,000 millones de dólares anuales.
Gustavo, economista, considera que “con la llegada de la pandemia en 2020, la perenne crisis económica, el desastre en la implementación de la Tarea Ordenamiento, la disminución en la exportación de servicios médicos y las medidas restrictivas aprobadas por Trump contra GAESA provocaron que el flujo de dólares se contrajera en más de un 40 por ciento”.
En opinión de Gustavo, las reformas cosméticas en la economía, la creación de MIPYMES y los viajes de Díaz-Canel zancajeando dólares en varias naciones, «son consecuencia del recrudecimiento de la crisis económica. En siete años, a pesar de que el 80 por ciento de la deuda cubana fue condonada, debido a los problemas estructurales de la economía, ineficiencia y baja productividad, la deuda actual se calcula en más de 12 mil millones de dólares. Los impagos a inversionistas y empresarios extranjeros radicados en Cuba rondan los 600 millones. Y la economía sigue en punto muerto debido a la crisis energética. El régimen está atrapado en su propio despropósito”.
Cualquier análisis imparcial de la realidad económica, política y social en Cuba suscita una pregunta clave: ¿hasta cuándo la añeja dictadura caribeña puede soportar? La credibilidad de los ciudadanos en el gobierno y sus instituciones es nula. Ocho de cada diez cubanos se opone abierta o veladamente al régimen verde olivo. Entonces, ¿por qué se sostiene la dictadura?
No hay una respuesta simple. Las circunstancias son diversas. Todavía el miedo es un factor importante. El temor es una aberración social. Una degradación que paraliza al ciudadano. Nacimos y crecimos en una sociedad sin derechos a manifestarnos y donde la libertad de expresión es considerada un delito. La complicidad de un segmento de empleados que laboran en instituciones públicas, se traduce en un espaldarazo, consciente o inconsciente, al castrismo.
En Cuba existe un sector que puede rondar los dos millones de personas al cual la miseria socializada les ha resultado un lucrativo negocio. No me refiero a la casta militar y política que apoya al sistema porque forma parte del mismo. Me refiero a los bolsones mafiosos insertados en las estructuras institucionales de la Isla, bien en el sector de la vivienda, turismo, gastronomía y comercio interior, con dirigentes y funcionarios que lucran con los recursos del Estado y ganan mucho dinero con las carencias materiales del pueblo.
Un jefe de almacén de un centro nocturno habanero, perteneciente a la cadena Recreatur, cuenta que “en turismo, gastronomía y vivienda el 90 por ciento de los funcionarios son corruptos y reciben dinero por debajo del tapete. Es una cadena de compromisos desde arriba hasta abajo. En esas corruptelas están implicados militares, oficiales de la Seguridad del Estado y funcionarios municipales y provinciales del partido. Todos se mojan con el billete. ¿Si no de dónde sacan el dinero que les permite tener casas con piscina y apartamentos para sus amantes?. De vez en cuando hacen operativos y meten preso a los que se salen del aro y quieren ganar más dinero del permitido».
«Existen leyes no escritas. Es como la omertá de la mafia. Tienes que saber cuál es el límite. Cuando un funcionario del partido o el MININT te pide participar en un acto de repudio o que le garantices la bebida y comida en alguna francachela, no se le puede decir que no. Ya muchos se acostumbraron a vivir del robo y el invento. ¿Tú crees que el administrador de un restaurante estatal quiere que privaticen la gastronomía? ¿A quién le va a robar? Además, gracias a esa corrupción sistémica, se mantiene funcionando la economía informal, que da de comer a la mayoría de las familias en Cuba. Es un círculo vicioso que posibilita que miles de personas lucren y vivan por encima de sus posibilidades. Si esto (el gobierno) se cae, ¿de qué vamos a vivir?”, se pregunta el jefe de almacén.
Sus ganancias las obtienen malversando. Las autoridades lo saben. Y lo consienten. Mientras apoyen al régimen.
Iván García
Foto: Según una nota publicada el 9 de diciembre en Cubita Now, la Dirección de Inspección Provincial de La Habana multó a trabajadores del centro cultural El Sauce, perteneciente a la empresa estatal Artex, situado en el municipio Playa, tras comprobar alteraciones en los precios del termo de cerveza Cristal y en la venta de queso, que se debían despachar 460 gramos y se servían solo 150 gramos. Entre otras violaciones, también detectaron la existencia de 429.95 kg de cerdo que fueron decomisados al desconocer su procedencia. Imagen tomada de Cubita Now.