Desde La Habana

Benito Juárez y las telenovelas

Todas las noches, cuando millones de cubanos se sientan ante el televisor, a mirar embobados el último capítulo de la telenovela de turno, no puedo evitar recordar lo que en 1867 dijera el prócer mexicano Benito Juárez: «Entre individuos, como entre naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz».

Ya sabemos que todos debiéramos tener trabajo, acceso a la salud, educación, vivienda digna, libertad de culto y expresión, viajar libremente y aliarnos a la tendencia política que nos plazca.

Es bueno que se pueda votar para escoger a tus gobernantes. Decir lo que te venga en gana. Tener derecho a protestar y convocar huelgas.

Pero en esta era de internet, digitalización y audiovisuales, también se debiera prestar más atención al disfrute personal del tiempo libre.

Cada cual debería poder escoger las películas que se le antojen. No sólo las de Estados Unidos. Pero la industrialización y comercialización del cine por parte de Hollywood apenas lo permite.

El 70% de los filmes que se exhiben en Cuba vienen del norte. No tengo nada en contra. A ratos son entretenidos y desconectan. Pero estoy harto de los chicos guapos y de los finales felices.

El seguidor de filmes clase B que siga jactándose con ellos. Pero yo quiero tener la posibilidad de ver lo mejor de otras cinematografías y poder tener acceso a otras culturas.

En Cuba el respeto a la diversidad aún es una quimera. Trato de respetar lo diferente. Pongo un ejemplo. Detesto los culebrones, ese opio electrónico que se ha vuelto imprescindible en la programación de la televisión en la isla.

Es como una droga, que por igual adormece a  adultos y menores de edad. En sus conversaciones, en el recreo escolar o cuando juegan entre sí, los niños cubanos hablan de lo ocurrido en los folletines como si se tratara de sucesos vividos por ellos o sus familias.

A esa bazofia enlatada (que suele presentar distorsionada la realidad del país productor del melodrama electrónico), hay que añadir que en las escuelas cubanas, desde los primeros grados, los alumnos reciben un constante adoctrinamiento ideológico, sutil o explícito.

Por cierto, ya se escucha la música de presentación de la novela brasileña y mi hija sale como una flecha, a sentarse delante de la caja tonta.

Me vienen a la mente las palabras de Juárez. Pero a veces quisiera hacer uso de mi autoridad como padre y no dejarle que vea telenovelas. Es que ella tiene 7 años.

Iván García

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