Las parroquias enrevesadas y seductoras de la tenacidad y la obsesión, y el compromiso de no molestar al gobierno cubano ni con el pétalo de una rosa -como se decía antes- hacen que las autoridades españolas aseguren que perciben cambios en Cuba cuando se producen enroques. Y creen ver un porvenir luminoso en la isla con un horizonte cruzado por yuntas de bueyes, marabú y cárceles.
La decisión de no crear situaciones molestas para el régimen les ha llevado a desvincularse de la disidencia interna, a cerrarle las puertas a los verdaderos demócratas y, por lo tanto, se han dispuesto a acompañar también a sus colegas isleños en la tarea de ningunear a centenares de hombres y mujeres que llevan tres décadas en su trabajo pacífico por la libertad.
Esa distancia y otros asuntos provocan que esta semana una delegación del PSOE, encabezada por su Secretaria de Organización, Leire Pajín, se congratule en La Habana por la deportación de 26 presos políticos, en el mismo momento en que otros ocho disidentes (tres en La Habana y cinco en Guantánamo) eran encarcelados por sus actividades a favor de transformaciones reales en su país.
La delegación visitante se ha reunido en Cuba con la cúpula del poder y ha proclamado que se puede olvidar «que hay muchos intereses españoles que operan en esta Isla y que también es la obligación de los responsables políticos españoles defenderlos y mantener la mejor relación».
El divorcio forzado con la oposición les ha impedido a los viajeros ibéricos saber que ningún grupo y ninguna asociación de derechos humanos les pediría que rompieran relaciones con La Habana y clausuraran su representación diplomática. Allí trabajan personas que tienen una probada experiencia política adquirida en años de debates, encontronazos y búsquedas.
Lo que quizás querían quienes viven bajo la presión de la policía y bajo los ataques de los medios oficiales, era un gesto público de quienes llegan del mundo democrático al que debe pertenecer Cuba de todas formas. Una llamada de interés por la salud de los presos que se han negado a viajar a España y decidieron permanecer en su patria. Otra para las Damas de Blanco porque sin su batalla en las calles ni esta visita habría sido posible. Una mano tendida para Reyna Luisa Tamayo, la madre de Orlando Zapata, el otro verdadero promotor de este nuevo escenario en la realidad cubana.
Nada más. Un saludo que reafirme la impronta plural del viaje y no se quede el sabor de un intercambio entre el poder y el poder, mientras que la oposición no pasa de ser un fantasma neblinoso en las fotos oficiales.
No se trata de un ejercicio de mendicidad de solidaridad. No. Es lo decente en el mundo civilizado y la práctica aceptada en todas las democracias.
Quiero compartir con los lectores de El Nuevo Herald unas líneas de la llamada Declaración de Móstoles sobre el viaje de la delegación del PSOE a Cuba suscrita por varios ex presos políticos llegados en los últimos días a España.
El gobierno español y el partido que lo sustenta, dice la nota, «parecen querer avalar, con su obstinada apuesta, los cambios sin derechos para el pueblo cubano, reconociendo como único interlocutor a las fuerzas represivas que someten al pueblo cubano».
Raúl Rivero